Y luego otro día, teniendo yo JXUwMDJhJXUwMDE3JXUwMDFmJXUwMDBmJXUwMDE4JXUwMDBjJXUwMDBmJXUwMDBhJXUwMDBi
mi jarro como solía, no pensando el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía; estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el JXUwMDJiJXUwMDEyJXUwMDAzJXUwMDEwJXUwMDFkJXUwMDFjJXUwMDFj
licor, sintió el desesperado ciego que agora tenía tiempo de tomar de mí JXUwMDJlJXUwMDEzJXUwMDBiJXUwMDA5JXUwMDA2JXUwMDBmJXUwMDE0JXUwMDFi
, y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada de esto se guardaba, antes, como otras veces, estaba JXUwMDNjJXUwMDAxJXUwMDE2JXUwMDEwJXUwMDE2JXUwMDFjJXUwMDBkJXUwMDA1JXUwMDA1JXUw
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y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.
Fue tal el golpecillo, que me JXUwMDNjJXUwMDAxJXUwMDE2JXUwMDEyJXUwMDE1JXUwMDFkJXUwMDA3JXUwMDlk
y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me JXUwMDI5JXUwMDA0JXUwMDEwJXUwMDA3JXUwMDEwJXUwMDgx
los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé.