EL TEATRO DEL SIGLO XVI
El panorama teatral del siglo XVI no es comparable al de otros géneros literarios como la prosa o la poesía de la misma época, protagonizados por algunos de los más grandes escritores en castellano de todos los tiempos. El ambiente dramático del siglo es un tanto confuso, amalgama de tendencias y estilos, autores y teorías dramáticas; así, el teatro es protagonista de censuras eclesiásticas y, simultáneamente y según avanza el siglo, comienza a convertirse en el espectáculo de masas preferido por todas las clases sociales en las últimas décadas de la centuria. Los recintos de representación avanzarán con fuerza hacia los espacios dedicados, dejando atrás los carros y las plazas públicas para asentarse en locales estables después del fugaz paso por los corrales vecinales. Nada de lo que después sucedería en el siglo XVII –con Lope de Vega a la cabeza- habría sido posible sin la decidida contribución de los dramaturgos del XVI, que suman esfuerzos y hallazgos para convertir las representaciones en auténticos espejos de la sociedad de la época.
De una forma muy resumida, podríamos clasificar los géneros teatrales del XVI en las siguientes facetas:
- Teatro religioso: los autores continuarán, durante una buena parte del XVI, escribiendo obras para la liturgia, especialmente para las fechas más señaladas como Navidad, Pascua de Resurrección, la fiesta del Corpus Christi, etc. Las obras representadas recibían, como en la tradición medieval, el título de AUTO, que vendrá a ser sinónimo de pieza teatral religiosa para ser representada en las iglesias, aunque también se representaría en calles y plazas.
- Teatro profano:
- Teatro culto y cortesano: se representaba habitualmente en recintos palaciegos y nobles, y tenía como referente el teatro latino. Eran frecuentes las églogas y las referencias clásicas, así como los temas mitológicos. También era el desarrollado en Universidades y Colegios religiosos.
- Teatro popular: creció vigorosamente durante el siglo, y más a medida que los autores comprobaron el enorme interés suscitado en el público. Las comedias evolucionaron lenta pero decididamente para cubrir un enorme espacio que incluía los temas históricos, locales, de actualidad, políticos, de costumbres, también religiosos y, en fin, adoptaron como argumento frecuente los sentimentales, con las relaciones amorosas como eje de partida y fin de los argumentos.
El camino, como decíamos anteriormente, del teatro NACIONAL se empezaba a andar en el XVI, y la evolución de autores, actores, escenarios y público muestran bien a las claras estos cambios.
AUTORES DEL TEATRO DEL SIGLO XVI
Entre los primeros autores del XVI hay que mencionar a Lucas Fernández (1474-1542), discípulo y continuador de la obra de Juan del Encina. Sus obras, aún marcadamente medievales, siguen la misma línea de su maestro: Églogas con personajes rústicos y Autos Sacramentales para representar en fechas señaladas en el calendario religioso.
La lista de autores de la primera mitad del XVI continúa con Gil Vicente (1465- 1536) y con Torres Naharro (1485-1529). El primero de ellos alternó en su obra el portugués y el castellano, y destaca por el intenso lirismo de sus obras, frecuentemente adornadas con canciones y elementos folclóricos. El segundo, además de autor, fue también un teórico del teatro, y apostó por la división de las obras en cinco actos y su clasificación según el carácter temático de la comedia. A él se debe igualmente el aumento de los tipos y personajes que aparecían en escena. Tanto Gil Vicente como Torres Naharro hicieron gala de un fuerte anticlericalismo, lo que les valió la desaparición de sus obras mediado el siglo XVI ante el empuje de la Contrarreforma.
Cerrada la permanencia de los temas y formas del teatro medieval, y aunque éste seguirá latiendo en los autores de la segunda mitad del siglo XVI, es Lope de Rueda (1505-1565) quien aportará elementos dramáticos que serán luego inseparables de nuestra tradición teatral, al punto de ser reconocido por Cervantes y por Lope de Vega como antecedente y maestro directo. Buen conocedor del teatro italiano, incorporará numerosos elementos de la comedia clásica romana a la comedia tal y como se entendía en España. Con todo, lo más conocido y trascendente de su obra son los Pasos, obras breves, cómicas, que se representaban en los entreactos de las comedias. Incorpora a estos Entremeses –que es como más tarde se reconocerá el género- un lenguaje coloquial, directo, popular, en el que reconocemos el acento de la calle, las plazas y los mercados del Madrid del Siglo de oro. Chistes, burlas, refranes, cantares populares, etc., todo cabe en esta fórmula dramática en la que el tema central es el amor, mientras que el argumento pierde peso a favor de una acción rápida y precipitada a través de elementos lingüísticos, de la viveza del diálogo. Otro de sus hallazgos, en las comedias extensas, es la figura del bobo, personaje simple que sirve de contrapeso a otros más graves y que adquiere perfiles que le sitúan como antecedente directo del gracioso de Lope, si bien el tipo de personaje es el eco de los simples pastores medievales.
EL TEATRO DE CERVANTES
En la nómina de autores del XVI no podía faltar Miguel de Cervantes (1547-1616), ya estudiado anteriormente en su vertiente poética y prosista. La aportación cervantina al teatro del XVI es notable, si bien no llega a la altura de sus hallazgos novelísticos, que alcanzan la absoluta excelencia en El Quijote. Fue también Cervantes, como todos sus contemporáneos, un gran entusiasta del teatro, y conservamos de él una decena de obras además de ocho entremeses.
Cervantes parte de la tradición clásica renacentista, y como tal sigue las exigencias de verosimilitud y el resto de reglas de la época, aunque el enorme éxito de Lope le hace acomodarse, en distintas comedias, al mismo tipo de estructura y novedades que el FÉNIX DE LOS INGENIOS, como se conocía a Lope de Vega, había incorporado a sus obras. Ejemplos de las comedias cervantinas son Los baños de Argel, La gran sultana o Pedro de Urdemalas. También es de gran altura su tragedia Numancia, acerca de la resistencia suicida de la aldea soriana a los ejércitos de Roma. Más novedosos son sus entremeses, con el antecedente expreso y reconocido de los Pasos de Rueda. En las ocho piezas que se han conservado, Cervantes acierta a desarrollar unos personajes que son reconocibles por sí mismos, identificables, más allá de la trama argumental cómica que era característica en Lope de Rueda. Esta profundidad psicológica es característica de los personajes cervantinos, y es justamente esa individualidad lo que los universaliza y nos hace identificarnos con ellos. Ejemplos de estos entremeses –un género que se prolonga hasta la actualidad- son El retablo de las maravillas, La guarda cuidadosa o El vizcaíno fingido.