Pío Baroja. El árbol de la ciencia. Estudio y fragmentos

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By Víctor Villoria

El árbol de la ciencia de Pío Baroja

Importancia en la Trayectoria del Autor

El árbol de la ciencia ocupa un lugar destacado en la producción literaria de Pío Baroja como una de sus obras más representativas y valoradas. Fue escrita en 1911, un momento de plenitud creativa para el autor, y publicada en la Biblioteca “Renacimiento”, coincidiendo con una etapa de madurez en su trayectoria.

Baroja ya había consolidado su estilo y su visión del mundo, y esta novela refleja tanto su experiencia personal como su postura intelectual ante la sociedad de su tiempo.

La obra se inscribe dentro del contexto del realismo y el naturalismo tardíos, aunque con un fuerte componente existencialista y pesimista que la acerca a la generación del 98, de la que Baroja es considerado uno de los principales exponentes. El autor muestra una visión crítica de la España de finales del siglo XIX y principios del XX, marcada por el desencanto, la crisis de valores y la búsqueda de sentido ante una realidad que percibe como absurda y dolorosa.

En El árbol de la ciencia, Baroja traslada elementos autobiográficos a la vida del protagonista, Andrés Hurtado, quien, como el propio autor, estudia medicina y experimenta la hostilidad de un entorno familiar y académico rígido y poco estimulante. La novela destaca por su tono intelectual amargo y por la exploración de temas como el nihilismo, la desilusión, la búsqueda de la verdad y el conflicto entre el individuo y la sociedad.

La obra es considerada una pieza clave en la bibliografía de Baroja por su profundidad filosófica, su compromiso con la crítica social y su innovación estilística, que combina la narración realista con reflexiones existenciales y una estructura fragmentaria que refleja la crisis de sentido del protagonista. Además, ha sido objeto de numerosos estudios y ensayos, y ha sido traducida a varios idiomas, lo que confirma su relevancia dentro y fuera de España.

Resumen General

El árbol de la ciencia narra la vida de Andrés Hurtado, un joven estudiante de medicina en el Madrid de finales del siglo XIX. La novela está dividida en siete partes que abarcan desde su ingreso en la universidad hasta su experiencia profesional y personal, pasando por sus relaciones familiares, amistades y reflexiones sobre la vida y la sociedad.

Andrés es un personaje introvertido, sensible y crítico, que desde el principio se siente aislado y desencantado con su entorno. Su familia, dominada por un padre autoritario y egoísta, y marcada por la muerte de su madre, le causa un profundo malestar. En la universidad, Andrés se relaciona con compañeros como Julio Aracil y Montaner, quienes representan distintas actitudes ante la vida y la carrera. La experiencia médica, especialmente en el hospital, le permite observar de cerca la miseria, la enfermedad y la injusticia social, lo que refuerza su pesimismo y su escepticismo ante la medicina y la ciencia.

A medida que avanza la novela, Andrés entabla amistad con Lulú, una joven de origen humilde y carácter independiente, cuya relación le proporciona cierto consuelo y comprensión. Sin embargo, la visión del mundo de Andrés se vuelve cada vez más nihilista y desesperanzada, influida por lecturas filosóficas y por su propia experiencia vital. La novela explora temas como la búsqueda de sentido, la crítica a la sociedad española, el conflicto entre la razón y el sentimiento, y el fracaso del conocimiento para aliviar el dolor humano.

El conflicto central de la obra gira en torno a la incapacidad de Andrés para encontrar un lugar en el mundo y una respuesta satisfactoria a sus inquietudes intelectuales y existenciales. La novela concluye sin ofrecer una solución definitiva, dejando al lector con una sensación de ambigüedad y desasosiego.

Características de Estilo

  • El estilo narrativo de Baroja en El árbol de la ciencia refleja las características más distintivas de su técnica literaria, consolidadas ya en su etapa de madurez. La prosa barojiana se caracteriza por su aparente sencillez y naturalidad, evitando el retoricismo y los ornamentos estilísticos innecesarios.
  • La estructura de la novela combina la narración lineal con frecuentes digresiones filosóficas, técnica que permite al autor intercalar reflexiones teóricas sin interrumpir el flujo narrativo. Los diálogos, especialmente aquellos entre Andrés e Iturrioz, funcionan como vehículos para exponer las ideas filosóficas del autor.
  • Baroja emplea un narrador omnisciente que mantiene cierta distancia objetiva respecto a los acontecimientos, aunque ocasionalmente se permite comentarios irónicos. Esta técnica narrativa refuerza el tono pesimista y desengañado que caracteriza toda la obra.
  • El lenguaje utilizado es directo y coloquial, incorporando expresiones propias del habla madrileña de la época. Esta elección estilística contribuye a crear un efecto de realismo y autenticidad que acerca al lector a los personajes y situaciones descritas.
  • La descripción de ambientes y personajes se realiza mediante trazos rápidos y precisos, evitando las descripciones exhaustivas típicas del realismo decimonónico. Baroja prefiere sugerir antes que explicitar, técnica que confiere dinamismo a la narración.
  • El ritmo narrativo alterna entre pasajes de acción relativamente rápida y extensos segmentos contemplativos donde predomina la reflexión interior del protagonista. Esta alternancia refleja la propia personalidad de Andrés Hurtado, dividida entre la necesidad de actuar y la tendencia a la introspección.
  • La técnica del contraste se emplea sistemáticamente para subrayar las contradicciones de la sociedad española: la hipocresía moral, la distancia entre ideales y realidad, la oposición entre progreso científico y atraso social. Este procedimiento estilístico refuerza el mensaje crítico de la obra.

Fragmentos clave de El árbol de la ciencia

El desencanto estudiantil y la crítica social

En este fragmento, el narrador sitúa al lector en el ambiente universitario de finales del siglo XIX, donde Andrés Hurtado, protagonista de la novela, comienza su carrera de medicina. El pasaje es representativo del estilo narrativo de Pío Baroja, caracterizado por la descripción realista y crítica de ambientes, así como por la incorporación de reflexiones filosóficas y sociales a través del pensamiento del protagonista. Se observa cómo el autor utiliza el contraste entre las expectativas iniciales de Andrés y la realidad del entorno académico para construir una atmósfera de desilusión y escepticismo. Además, el fragmento ejemplifica la técnica de Baroja de intercalar comentarios irónicos y críticos sobre el sistema educativo y la sociedad de la época, destacando el desencanto y la falta de disciplina que reinan en la universidad.

El pasaje es clave para comprender la visión del mundo que se va formando el protagonista, marcada por la decepción y el cuestionamiento de los valores imperantes. A través de la mirada de Andrés, el lector accede a una crítica implícita de la hipocresía, la falta de rigor y el ambiente de mediocridad que rodea a estudiantes y profesores. La función de este fragmento es, por tanto, introducir al lector en la mentalidad del protagonista y en los principales temas de la novela: la búsqueda de sentido, el conflicto entre el individuo y la sociedad, y la crítica a la falsedad y el atraso institucional.


“La clase de química general del año preparatorio de medicina y farmacia se daba en esta época en una antigua capilla del Instituto de San Isidro convertida en clase, y éste tenía su entrada por la Escuela de Arquitectura.
La cantidad de estudiantes y la impaciencia que demostraban por entrar en el aula se explicaba fácilmente por ser aquél primer día de curso y del comienzo de la carrera.
Ese paso del bachillerato al estudio de facultad siempre da al estudiante ciertas ilusiones, le hace creerse más hombre, que su vida ha de cambiar.
Andrés Hurtado, algo sorprendido de verse entre tanto compañero, miraba atentamente arrimado a la pared la puerta de un ángulo del patio por donde tenían que pasar.
Los chicos se agrupaban delante de aquella puerta como el público a la entrada de un teatro.
[…]
El profesor era un pobre hombre presuntuoso, ridículo. Había estudiado en París y adquirido los gestos y las posturas amaneradas de un francés petulante.
El buen señor comenzó un discurso de salutación a sus alumnos, muy enfático y altisonante, con algunos toques sentimentales: les habló de su maestro Liebig, de su amigo Pasteur, de su camarada Berthelot, de la Ciencia, del microscopio…
[…]
En la clase se hablaba, se fumaba, se leían novelas, nadie seguía la explicación; alguno llegó a presentarse con una corneta, y cuando el profesor se disponía a echar en un vaso de agua un trozo de potasio, dio dos toques de atención; otro metió un perro vagabundo, y fue un problema echarlo.
[…]
Andrés Hurtado los primeros días de clase no salía de su asombro. Todo aquello era demasiado absurdo. Él hubiese querido encontrar una disciplina fuerte y al mismo tiempo afectuosa, y se encontraba con una clase grotesca en que los alumnos se burlaban del profesor. Su preparación para la Ciencia no podía ser más desdichada.”

La atmósfera familiar y el aislamiento del protagonista

Este pasaje profundiza en la vida familiar de Andrés Hurtado, mostrando el ambiente opresivo y la sensación de soledad que experimenta el protagonista tras la muerte de su madre. El fragmento es representativo de la técnica narrativa de Baroja para plasmar la psicología de los personajes a través de descripciones objetivas y detalles cotidianos. El autor utiliza la presentación de los miembros de la familia y sus relaciones para construir una atmósfera de desapego y conflicto, destacando la figura autoritaria del padre y la ausencia de afecto que marca la vida de Andrés.

La función de este fragmento es doble: por un lado, muestra el origen del carácter introspectivo y melancólico del protagonista; por otro, introduce uno de los temas centrales de la novela: la incomunicación y la falta de sentido de pertenencia. El pasaje también ejemplifica la habilidad de Baroja para describir ambientes y personajes con brevedad y precisión, sin caer en sentimentalismos, y para reflejar las tensiones subyacentes en la vida familiar, que constituyen un microcosmos de la sociedad española de la época.

“En casi todos los momentos de su vida Andrés experimentaba la sensación de sentirse solo y abandonado.
La muerte de su madre le había dejado un gran vacío en el alma y una inclinación por la tristeza.
[…]
Su mujer, Fermina Iturrioz, fue una víctima; pasó la existencia creyendo que sufrir era el destino natural de la mujer. Después de muerta, don Pedro Hurtado hacía el honor a la difunta de reconocer sus grandes virtudes.
[…]
La familia de Hurtado estaba bien relacionada; don Pedro, a pesar de sus arbitrariedades y de su despotismo casero, era amabilísimo con los de fuera y sabía sostener las amistades útiles.
[…]
Únicamente a las horas de comer Andrés se reunía con su familia; en lo restante del tiempo no se le veía.
[…]
Para llegar al nuevo cuarto de Andrés había que subir unas escaleras, lo que le dejaba completamente independiente.
El cuartucho tenía un aspecto de celda; Andrés pidió a Margarita le cediera un armario y lo llenó de libros y papeles, colgó en las paredes los huesos del esqueleto que le dio su tío el doctor Iturrioz y dejó el cuarto con cierto aire de antro de mago o de nigromántico.
Allá se encontraba a su gusto, solo; decía que estudiaba mejor con aquel silencio; pero muchas veces se pasaba el tiempo leyendo novelas o mirando sencillamente por la ventana.”

El retrato de Lulú y la crítica de la moral social

En este fragmento, el narrador presenta a Lulú, uno de los personajes femeninos más complejos de la novela, a través de la mirada de Andrés Hurtado. El pasaje destaca por su descripción detallada del carácter, la apariencia y la actitud de Lulú, así como por su capacidad para retratar la atmósfera de pobreza y resignación que rodea a la familia. Baroja utiliza el contraste entre la inteligencia, el cinismo y la sensibilidad de Lulú y la situación social en la que vive para mostrar la tensión entre el individuo y su entorno.

La función de este fragmento es revelar la visión crítica de Baroja sobre la moral social y la doblez de las convenciones, así como la capacidad del autor para crear personajes femeninos con profundidad psicológica. El pasaje también ejemplifica la técnica narrativa de Baroja de intercalar diálogos y descripciones para mostrar la evolución de las relaciones entre los personajes y la atmósfera de la novela. Además, el fragmento es clave para entender el tema de la búsqueda de autenticidad y la crítica a la hipocresía que recorre toda la obra.

“Lulú era una muchacha graciosa, pero no bonita; tenía los ojos verdes, oscuros, sombreados por ojeras negruzcas; unos ojos que a Andrés le parecieron muy humanos; la distancia de la nariz a la boca y de la boca a la barba era en ella demasiado grande, lo que le daba cierto aspecto simio; la frente pequeña, la boca, de labios finos, con una sonrisa entre irónica y amarga; los dientes blancos, puntiagudos; la nariz un poco respingona, y la cara pálida, de mal color.
Lulú demostró a Hurtado que tenía gracia, picardía e ingenio de sobra; pero le faltaba el atractivo principal de una muchacha: la ingenuidad, la frescura, la candidez.
Era un producto marchito por el trabajo, por la miseria y por la inteligencia. Sus dieciocho años no parecían juventud.
[…]
No le gustaba ir a los paseos donde hubiera gente, como a su hermano Pedro; prefería meterse en su cuarto y leer novelas.
[…]
Decía que si un hombre la pretendía, y ella viera que la quería de verdad, se iría con él, fuera rico o pobre, soltero o casado.
Tal afirmación parecía una monstruosidad, una indecencia a Niní y a doña Leonarda. Lulú no aceptaba derechos ni prácticas sociales.
—Cada cual debe hacer lo que quiera —decía.”

Autor

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    Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías. Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

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