Contenidos del artículo
ToggleEl texto argumentativo para Bachillerato
¿Cuántas veces has intentado convencer a alguien de tu punto de vista y te has encontrado con una pared de escepticismo? ¿Te has preguntado por qué algunos discursos resultan convincentes mientras otros se desvanecen sin dejar huella? La respuesta se encuentra en el dominio de la argumentación, una habilidad fundamental que trasciende el ámbito académico para convertirse en una herramienta esencial en nuestra vida cotidiana. Desde defender una idea en clase hasta participar en debates públicos, pasando por la redacción de textos académicos o la toma de decisiones importantes, argumentar correctamente marca la diferencia entre el éxito y el fracaso comunicativo.
La argumentación constituye una de las formas discursivas más complejas y sofisticadas del lenguaje humano. No se trata simplemente de expresar opiniones, sino de construir razonamientos sólidos que sustenten una postura determinada mediante pruebas y evidencias. Comprender su estructura, reconocer los diferentes tipos de argumentos y dominar los recursos lingüísticos propios de este modo discursivo resulta imprescindible para desarrollar el pensamiento crítico y la capacidad de análisis que demanda la sociedad actual.
Definición y naturaleza de la argumentación
La argumentación puede definirse como el proceso comunicativo mediante el cual un emisor presenta una serie de razones o pruebas con el objetivo de defender una tesis o punto de vista y persuadir a un receptor para que acepte dicha postura. Se trata de una actividad discursiva fundamentalmente dialéctica, pues implica la existencia de opiniones diferentes o contrapuestas sobre un tema controvertible.
A diferencia de otros modos discursivos, la argumentación se caracteriza por su naturaleza persuasiva y su orientación hacia la modificación de las creencias o actitudes del destinatario. No busca únicamente transmitir información objetiva, como lo hace la exposición, ni relatar acontecimientos, como la narración. Su propósito esencial consiste en influir en el pensamiento del otro mediante razonamientos lógicos, pruebas convincentes y recursos retóricos.
El carácter controvertible del tema resulta esencial en la argumentación. Nadie argumenta sobre verdades absolutas o hechos incontrovertibles; se argumenta sobre cuestiones opinables, interpretables o debatibles. Esta característica distingue claramente la argumentación de la demostración científica: mientras la demostración opera con verdades universales y necesarias, la argumentación trabaja con probabilidades, preferencias y valores.
Funciones básicas
La argumentación desempeña múltiples funciones en la comunicación humana, siendo las más destacadas la función persuasiva, la función dialéctica y la función epistémica. Cada una de ellas responde a objetivos comunicativos específicos y se manifiesta en contextos diversos.
La función persuasiva constituye el propósito fundamental de toda argumentación. Consiste en influir en las creencias, actitudes o comportamientos del receptor mediante razones convincentes. El argumentador busca que su audiencia acepte su tesis y, en ocasiones, modifique su conducta en consecuencia. Esta función resulta evidente en discursos políticos, campañas publicitarias, artículos de opinión y debates públicos.
La función dialéctica se relaciona con el diálogo y el intercambio de ideas. La argumentación permite confrontar diferentes puntos de vista, resolver controversias y alcanzar consensos mediante el razonamiento compartido. En este sentido, argumentar no significa imponer dogmáticamente una opinión, sino participar en un proceso comunicativo donde las partes exponen sus razones y consideran las ajenas.
La función epistémica se vincula con la construcción del conocimiento. A través de la argumentación, los seres humanos evalúan ideas, comprueban hipótesis y elaboran conclusiones fundamentadas. Esta función resulta especialmente relevante en contextos académicos y científicos, donde el avance del conocimiento depende de la capacidad para construir y evaluar argumentos sólidos.
Ejemplos
Para ilustrar estas funciones, consideremos ejemplos concretos extraídos de situaciones cotidianas y académicas.
Función persuasiva: Un estudiante escribe un artículo de opinión defendiendo la necesidad de reducir el uso del plástico en su centro educativo. Presenta datos sobre la contaminación ambiental, muestra imágenes impactantes de ecosistemas dañados y propone alternativas viables. Su objetivo es convencer a la dirección del centro y a sus compañeros para que apoyen medidas concretas de reducción de plásticos desechables.
Función dialéctica: Durante un debate en clase sobre la jornada escolar intensiva, dos grupos de estudiantes exponen argumentos contrapuestos. Mientras unos defienden que la jornada continua mejora el rendimiento académico y permite más tiempo para actividades extraescolares, otros sostienen que fragmentar el horario facilita la concentración y el aprendizaje. A través del intercambio argumentativo, ambos grupos consideran perspectivas que inicialmente no habían contemplado.
Función epistémica: En una investigación sobre literatura del Siglo de Oro, un estudiante desarrolla una tesis interpretativa sobre el sentido de un soneto de Góngora. Reúne evidencias textuales, consulta estudios críticos, analiza recursos retóricos y construye una argumentación fundamentada que contribuye a la comprensión de la obra. El proceso argumentativo le permite construir conocimiento nuevo sobre el texto literario.
| Función | Objetivo | Contexto de uso | Características |
|---|---|---|---|
| Persuasiva | Influir en creencias, actitudes o comportamientos | Discursos políticos, publicidad, artículos de opinión, campañas sociales | Busca la adhesión del receptor, emplea recursos emotivos y racionales |
| Dialéctica | Confrontar ideas y alcanzar consensos | Debates, diálogos filosóficos, mesas redondas, negociaciones | Implica intercambio bidireccional, consideración de perspectivas ajenas |
| Epistémica | Construir y validar conocimiento | Investigación académica, ensayos científicos, tesis doctorales | Enfatiza el rigor metodológico, la evidencia empírica, el razonamiento lógico |
Su relación con la exposición
Argumentación y exposición constituyen dos modos discursivos estrechamente relacionados que frecuentemente se combinan en los textos académicos y periodísticos. Sin embargo, presentan diferencias fundamentales en cuanto a su propósito comunicativo, su estructura y los recursos lingüísticos que emplean.
El texto expositivo tiene como objetivo principal informar o explicar un tema de manera clara y objetiva. El emisor presenta información organizada sobre un asunto sin pretender convencer al receptor de una postura determinada. Predomina la función referencial del lenguaje, el emisor mantiene una actitud imparcial y se emplean recursos como definiciones, clasificaciones, ejemplos y comparaciones para facilitar la comprensión.
El texto argumentativo, por el contrario, busca persuadir al receptor para que acepte una tesis u opinión. El emisor defiende una postura subjetiva mediante razones y pruebas. Predomina la función apelativa del lenguaje, el emisor manifiesta su opinión de manera explícita y utiliza diversos tipos de argumentos para respaldar su punto de vista.
No obstante estas diferencias, ambos modos discursivos mantienen una relación de complementariedad. En la práctica, los textos argumentativos suelen incluir secuencias expositivas para presentar información necesaria antes de desarrollar la argumentación. Del mismo modo, los textos expositivos pueden contener elementos argumentativos cuando el autor necesita justificar determinadas afirmaciones o interpretaciones.
| Aspecto | Texto expositivo | Texto argumentativo |
|---|---|---|
| Objetivo | Informar, explicar, facilitar comprensión | Persuadir, convencer, modificar opiniones |
| Función lingüística | Referencial (se centra en el tema) | Apelativa (se centra en el receptor) |
| Actitud del emisor | Imparcial, objetiva, neutra | Subjetiva, comprometida con una tesis |
| Recursos principales | Definiciones, clasificaciones, ejemplos, datos objetivos | Argumentos, pruebas, refutaciones, recursos retóricos |
| Léxico | Denotativo, técnico, preciso | Connotativo, valorativo, emotivo |
| Ejemplo | «La fotosíntesis es el proceso por el que las plantas convierten luz en energía química» | «Debemos proteger los bosques porque son esenciales para combatir el cambio climático» |
Ejemplos
Para comprender mejor esta relación, analicemos ejemplos que muestran cómo se combinan o diferencian estos modos discursivos.
Texto expositivo puro: Un manual de biología explica el proceso de fotosíntesis describiendo las fases lumínica y oscura, los pigmentos fotosintéticos y las reacciones químicas implicadas. El autor presenta información objetiva sin defender ninguna opinión personal. Su propósito es que el lector comprenda el fenómeno.
Texto argumentativo puro: Un artículo de opinión defiende la tesis de que el uso excesivo de redes sociales perjudica las relaciones interpersonales. El autor presenta argumentos basados en estudios psicológicos, ofrece ejemplos de casos concretos y apela a la experiencia común de los lectores. Su objetivo es convencer al lector de la validez de su postura.
Texto expositivo-argumentativo: Un ensayo sobre cambio climático comienza exponiendo datos científicos sobre el calentamiento global, explicando sus causas y efectos. Posteriormente, el autor defiende la tesis de que son necesarias políticas gubernamentales más estrictas para reducir las emisiones de carbono. La parte expositiva proporciona la base informativa necesaria para comprender y evaluar la argumentación posterior.
Estructura básica de la argumentación
Todo texto argumentativo se organiza en torno a una estructura tripartita que garantiza la coherencia y efectividad del discurso. Esta organización responde a una lógica comunicativa que guía al lector desde la presentación del tema hasta la conclusión del razonamiento.
La introducción tiene como función presentar el tema de manera atractiva, contextualizarlo y formular la tesis o punto de vista que se defenderá. En esta parte inicial, el argumentador establece el marco de referencia, delimita el alcance de su planteamiento y anticipa la línea argumentativa que desarrollará. Resulta fundamental captar la atención del receptor y generar interés por la cuestión que se va a debatir.
El desarrollo o cuerpo argumentativo constituye el núcleo del texto. En esta sección se presentan y desarrollan los argumentos que sustentan la tesis, se aportan pruebas y ejemplos, y se refutan posibles objeciones. Los argumentos deben organizarse siguiendo un orden lógico que refuerce progresivamente la postura defendida. Es común emplear conectores argumentativos que expliciten las relaciones entre ideas y guíen al lector en el seguimiento del razonamiento.
La conclusión cierra el texto sintetizando las ideas principales, reafirmando la tesis y ofreciendo una reflexión final. No se trata simplemente de repetir lo dicho, sino de integrar los argumentos presentados en una formulación más precisa o matizada de la postura defendida. La conclusión puede también proyectar implicaciones, sugerir líneas de acción o invitar a la reflexión sobre cuestiones relacionadas.
Esta estructura admite variaciones según el contexto comunicativo y el tipo de argumentación. En algunos casos, la tesis se explicita al inicio; en otros, se infiere del conjunto de argumentos y se formula explícitamente solo en la conclusión. Del mismo modo, el desarrollo puede seguir diferentes patrones de organización: de lo particular a lo general, del argumento más débil al más fuerte, o alternando argumentos y contraargumentos.
| Parte | Función | Elementos característicos |
|---|---|---|
| Introducción | Presentar el tema, contextualizar y formular la tesis | Pregunta retórica, dato impactante, anécdota, formulación de la tesis, delimitación del tema |
| Desarrollo | Presentar argumentos, pruebas y refutar objeciones | Argumentos variados, ejemplos, datos, citas de autoridad, conectores argumentativos, contraargumentos |
| Conclusión | Sintetizar, reafirmar la tesis y ofrecer reflexión final | Recapitulación, reformulación de la tesis, implicaciones, llamado a la acción, reflexión final |
Tipos de argumentos
Los argumentos constituyen el elemento fundamental de todo texto argumentativo. Se pueden clasificar según diferentes criterios, dando lugar a una tipología amplia que responde a distintas estrategias persuasivas. Cada tipo de argumento posee características propias, ventajas e inconvenientes, y resulta más o menos efectivo según el contexto comunicativo y la naturaleza del auditorio.
Ejemplificativos
Los argumentos ejemplificativos utilizan casos concretos, hechos particulares o situaciones específicas para ilustrar y respaldar una afirmación general. Se basan en el razonamiento inductivo: de lo particular se infiere lo general. Su efectividad radica en la capacidad de hacer tangible y comprensible una idea abstracta mediante referencias a la experiencia concreta.
Ejemplo: Para defender la tesis de que la lectura de clásicos literarios contribuye al desarrollo del pensamiento crítico, un estudiante podría argumentar: «La lectura de El Quijote me permitió reflexionar sobre la naturaleza de la realidad y la cordura. A través de las aventuras del protagonista, comprendí cómo nuestras creencias y percepciones configuran nuestra interpretación del mundo. Del mismo modo, estudiantes de mi clase manifestaron haber desarrollado una mayor capacidad de análisis tras leer obras como Hamlet o Crimen y castigo.»
Lógicos
Los argumentos lógicos se fundamentan en relaciones de causa-efecto, de deducción o de inducción, y siguen las leyes del razonamiento formal. Pueden ser deductivos (de lo general a lo particular) o inductivos (de lo particular a lo general). Su fortaleza reside en la solidez del razonamiento y en la validez de las premisas de las que se parte.
Argumento deductivo: «Todos los seres vivos necesitan agua para sobrevivir. Las plantas son seres vivos. Por tanto, las plantas necesitan agua para sobrevivir.» Este silogismo parte de una premisa general y extrae una conclusión particular necesariamente verdadera si las premisas lo son.
Argumento causal: «El aumento de la contaminación atmosférica en las grandes ciudades provoca un incremento de las enfermedades respiratorias. Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado que existe una correlación directa entre los niveles de partículas contaminantes y la incidencia de asma, bronquitis y otras afecciones pulmonares.»
De autoridad
Los argumentos de autoridad invocan el testimonio o la opinión de expertos, especialistas o instituciones reconocidas en un campo determinado para respaldar una afirmación. Su validez depende de que la autoridad citada sea verdaderamente competente en la materia, de que su opinión se presente de manera fiel y de que el tema no sea objeto de controversia entre los expertos.
Ejemplo: «Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, organismo científico de referencia mundial en esta materia, el calentamiento global es inequívocamente causado por la actividad humana. Sus informes, elaborados por cientos de científicos de todo el mundo, demuestran con un nivel de certeza del noventa y cinco por ciento que las emisiones de gases de efecto invernadero son responsables del aumento de temperatura observado desde mediados del siglo XX.»
Experienciales
Los argumentos experienciales se fundamentan en la experiencia personal o colectiva del argumentador. Apelan al conocimiento vivido, a las percepciones directas y a las lecciones extraídas de situaciones experimentadas personalmente. Aunque pueden resultar muy persuasivos por su carácter concreto y emocional, su validez se limita a contextos específicos y no siempre son generalizables.
Ejemplo: «Tras tres años utilizando aplicaciones de productividad y técnicas de gestión del tiempo, puedo afirmar que la fragmentación excesiva de las tareas resulta contraproducente. Al principio, seguí estrictamente el método de dividir cada proyecto en microactividades de quince minutos. Sin embargo, observé que esta fragmentación me impedía alcanzar estados de concentración profunda necesarios para el pensamiento creativo. Cuando comencé a reservar bloques ininterrumpidos de dos horas para trabajos complejos, mi productividad y la calidad de mis resultados mejoraron notablemente.»
De sentido común
Los argumentos de sentido común se apoyan en creencias, valores o conocimientos ampliamente compartidos por una comunidad. Parten de lo que se considera evidente u obvio para la mayoría de las personas. Su efectividad depende de que el auditorio comparta efectivamente esas premisas consideradas de sentido común, lo cual varía según contextos culturales y sociales.
Ejemplo: «Es evidente que una alimentación equilibrada y variada resulta más saludable que una dieta basada exclusivamente en alimentos procesados. Cualquier persona razonable reconoce que nuestro organismo necesita vitaminas, minerales, proteínas y otros nutrientes que se encuentran principalmente en alimentos frescos como frutas, verduras, legumbres y pescado. Prescindir completamente de estos alimentos en favor de productos ultraprocesados ricos en azúcares, grasas saturadas y aditivos químicos constituye una práctica manifiestamente perjudicial para la salud.»
De refutación
Los argumentos de refutación, también llamados contraargumentos, tienen como objetivo rebatir o debilitar posiciones contrarias a la tesis defendida. Constituyen un elemento esencial en cualquier argumentación sólida, pues demuestran que el argumentador ha considerado perspectivas alternativas y puede defender su postura frente a objeciones. La refutación puede realizarse de diversas maneras: mostrando la falsedad de las premisas del argumento contrario, señalando errores en el razonamiento o presentando pruebas que contradigan las conclusiones del oponente.
Ejemplo: «Algunos sostienen que la educación virtual resulta menos efectiva que la presencial porque elimina la interacción directa entre estudiantes y profesores. Sin embargo, esta objeción no considera que las plataformas digitales actuales ofrecen múltiples herramientas de comunicación sincrónica y asincrónica que facilitan intercambios enriquecedores. Videoconferencias, foros de discusión, trabajos colaborativos en línea y tutorías personalizadas permiten una interacción que, si bien diferente de la presencial, puede resultar igualmente valiosa e incluso más accesible para estudiantes que enfrentan barreras geográficas o de tiempo.»
| Tipo | Base | Fortalezas | Limitaciones |
|---|---|---|---|
| Ejemplificativo | Casos concretos y particulares | Comprensible, cercano, ilustrativo | No siempre generalizable, puede ser anecdótico |
| Lógico | Razonamiento deductivo o inductivo | Sólido, racional, convincente si las premisas son correctas | Depende de la validez de las premisas, puede ser abstracto |
| De autoridad | Opinión de expertos o instituciones | Credibilidad, respaldo científico o institucional | Puede ser falaz si la autoridad no es competente o hay controversia |
| Experiencial | Experiencia personal o vivida | Auténtico, emotivo, persuasivo | Subjetivo, poco generalizable, limitado a contextos específicos |
| De sentido común | Creencias ampliamente compartidas | Accesible, fácil aceptación por el auditorio | Varía según culturas, puede basarse en prejuicios |
| De refutación | Rebatir posiciones contrarias | Fortalece la tesis propia, muestra análisis completo | Requiere conocer bien las objeciones, puede dar voz a ideas contrarias |
Falacias
Las falacias son argumentos incorrectos o engañosos que parecen válidos pero contienen errores de razonamiento. Aunque formalmente no constituyen un tipo legítimo de argumento, resulta fundamental reconocerlas para evitar utilizarlas involuntariamente y para detectarlas en argumentaciones ajenas. Las falacias pueden clasificarse en falacias formales, que violan las leyes de la lógica, y falacias informales, que presentan errores en el contenido o en el uso del lenguaje.
| Falacia | Descripción | Ejemplo |
|---|---|---|
| Ad hominem | Atacar a la persona en lugar del argumento | «No hagas caso al ministro, apenas estudió» |
| Ad populum | Apelar a la popularidad como prueba de verdad | «La mayoría cree que los exámenes son mejores, por tanto lo son» |
| Falso dilema | Presentar solo dos opciones ignorando alternativas | «O eliminas los deberes o los estudiantes no tendrán vida» |
| Generalización apresurada | Concluir de casos insuficientes o no representativos | «Mi primo estudió filosofía y trabaja en una cafetería, las humanidades no sirven» |
| Causa falsa | Confundir correlación temporal con causalidad | «Tras instalar antenas aumentó el insomnio, las antenas lo causan» |
| Hombre de paja | Distorsionar la posición del oponente para refutarla fácilmente | «Los defensores del bilingüismo quieren que olvidemos nuestra lengua» |
| Petición de principio | Presuponer en las premisas lo que se pretende demostrar | «Este libro es el mejor porque ninguno lo supera en calidad» |
El lenguaje de la argumentación
Los textos argumentativos se caracterizan por el empleo de recursos lingüísticos específicos que operan en los planos léxico, morfológico, sintáctico y textual. Estos recursos cumplen funciones esenciales: expresar la subjetividad del emisor, establecer relaciones lógicas entre ideas, modalizar las afirmaciones y organizar coherentemente el discurso.
Plano léxico
El léxico de la argumentación se caracteriza por la presencia de términos que expresan valoración, juicio o apreciación subjetiva. A diferencia del texto expositivo, que privilegia el vocabulario denotativo y objetivo, el texto argumentativo emplea abundantes términos connotativos que revelan la postura del emisor.
Los adjetivos valorativos califican positiva o negativamente los elementos sobre los que se argumenta: excelente, deplorable, fundamental, irrelevante, innovador, obsoleto. Los sustantivos abstractos de valoración expresan conceptos como justicia, libertad, progreso, decadencia, eficacia, negligencia. Los verbos de opinión y juicio manifiestan la postura del argumentador: considerar, estimar, juzgar, creer, opinar, sostener, afirmar.
Ejemplo: «Resulta imperativo que las instituciones educativas reconsideren sus métodos de evaluación. Los exámenes tradicionales, aunque útiles en ciertos contextos, se revelan insuficientes para medir competencias complejas como el pensamiento crítico o la creatividad. Una evaluación verdaderamente efectiva debe incorporar instrumentos diversos que permitan valorar el aprendizaje de manera integral.»
Plano morfológico y sintáctico
En el plano morfológico destaca el empleo de la primera persona del singular o plural para manifestar la presencia del emisor y su implicación en lo que afirma: «considero», «sostenemos», «nuestra postura». También son frecuentes las formas verbales que expresan modalidad: el subjuntivo para hipótesis o deseos, el condicional para posibilidades o sugerencias, el imperativo para exhortaciones.
En el plano sintáctico resultan característicos los enunciados de modalidad dubitativa, desiderativa o exhortativa: «quizás sea necesario», «ojalá se implementen», «es fundamental que actuemos». Las oraciones compuestas permiten expresar relaciones lógicas complejas entre ideas mediante subordinación o coordinación. Las construcciones condicionales plantean hipótesis y sus consecuencias: «si se adoptan estas medidas, entonces…».
Las oraciones interrogativas retóricas involucran al receptor y refuerzan la argumentación sin esperar respuesta: «¿Podemos permanecer indiferentes ante esta situación?» Las construcciones impersonales generalizan las afirmaciones y les confieren apariencia de objetividad: «es evidente que», «resulta incuestionable que».
Ejemplo: «Deberíamos preguntarnos si los métodos actuales responden a las necesidades reales del estudiantado. Es indudable que la sociedad ha experimentado transformaciones profundas en las últimas décadas. Si deseamos preparar ciudadanos competentes para el siglo XXI, resulta imprescindible que renovemos nuestras prácticas pedagógicas. ¿Podemos seguir empleando las mismas estrategias que se utilizaban hace cincuenta años?»
Textual
En el plano textual destacan los marcadores del discurso, elementos lingüísticos que organizan el texto y guían al lector en la interpretación de las relaciones entre ideas. Estos marcadores resultan especialmente abundantes y variados en los textos argumentativos, donde cumplen funciones esenciales para la coherencia y la progresión argumentativa.
Los conectores causales expresan relaciones de causa-efecto: porque, ya que, puesto que, dado que, pues. Los conectores consecutivos introducen consecuencias: por tanto, por consiguiente, así pues, de modo que, en consecuencia. Los conectores contraargumentativos o adversativos oponen ideas o introducen objeciones: pero, sin embargo, no obstante, ahora bien, por el contrario.
Los conectores aditivos añaden argumentos que refuerzan la tesis: además, asimismo, igualmente, del mismo modo. Los reformuladores permiten explicar, rectificar o recapitular lo dicho: es decir, esto es, en otras palabras, dicho de otro modo, en resumen, en definitiva. Los operadores argumentativos fortalecen o debilitan la fuerza de los argumentos: incluso, ni siquiera, al menos, tan solo.
| Tipo | Función argumentativa | Ejemplos |
|---|---|---|
| Causales | Expresar la razón o causa de la tesis | Porque, ya que, puesto que, dado que, pues |
| Consecutivos | Presentar consecuencias o conclusiones | Por tanto, por consiguiente, así pues, en consecuencia, de ahí que |
| Contraargumentativos | Introducir objeciones o ideas opuestas | Pero, sin embargo, no obstante, ahora bien, por el contrario, aunque |
| Aditivos | Añadir argumentos que refuerzan la tesis | Además, asimismo, igualmente, también, del mismo modo |
| Reformuladores | Explicar, aclarar o recapitular ideas | Es decir, esto es, en otras palabras, en resumen, en definitiva |
| Operadores | Modular la fuerza argumentativa | Incluso, ni siquiera, al menos, tan solo, precisamente |
Ejemplo: «Los beneficios de la lectura literaria son múltiples. En primer lugar, amplía nuestro vocabulario y mejora nuestra expresión. Además, desarrolla la empatía al permitirnos acceder a experiencias y perspectivas ajenas. Pero los defensores de metodologías exclusivamente prácticas sostienen que dedicar tiempo a la literatura clásica resulta improductivo. Sin embargo, esta objeción no considera que las competencias desarrolladas mediante la lectura literaria son transferibles a múltiples ámbitos. Por tanto, resulta erróneo menospreciar su valor formativo. En definitiva, la literatura constituye un instrumento pedagógico de primer orden.»
Cómo elaborar una opinión argumentada
Elaborar una opinión argumentada requiere el dominio de un proceso que combina pensamiento crítico, planificación textual y competencia lingüística. No basta con tener una opinión; es necesario fundamentarla mediante razones sólidas, organizarlas coherentemente y expresarlas con claridad y corrección. El proceso de elaboración puede estructurarse en varias fases que guían al argumentador desde la concepción inicial hasta la redacción final.
| Fase | Actividades principales | Resultado esperado |
|---|---|---|
| 1. Análisis y delimitación | Documentarse, identificar aspectos controvertibles, delimitar el alcance | Comprensión profunda del tema y definición clara del problema |
| 2. Formulación de tesis | Definir postura, redactar tesis clara, específica y debatible | Tesis bien formulada que guiará toda la argumentación |
| 3. Búsqueda de argumentos | Identificar argumentos, evaluar solidez, anticipar objeciones, diversificar tipos | Lista de argumentos sólidos, variados y convincentes |
| 4. Organización estructural | Ordenar argumentos lógicamente, elegir estrategia (ascendente/descendente), planificar conectores | Esquema coherente con progresión lógica efectiva |
| 5. Redacción | Escribir introducción atractiva, desarrollar argumentos con pruebas, concluir eficazmente | Texto completo con lenguaje argumentativo apropiado |
| 6. Revisión y mejora | Evaluar solidez argumentativa, verificar coherencia, corregir errores, comprobar propósito persuasivo | Texto argumentativo pulido, convincente y eficaz |
Primera fase: análisis y delimitación del tema. Antes de formular una tesis, resulta imprescindible comprender profundamente el tema sobre el que se va a argumentar. Esto implica documentarse mediante fuentes fiables, identificar los aspectos controvertibles del asunto y delimitar claramente el alcance de la cuestión que se abordará. Una comprensión superficial del tema conduce inevitablemente a argumentaciones débiles o erróneas.
Segunda fase: formulación de la tesis. La tesis constituye el eje vertebrador de toda argumentación. Debe formularse de manera clara, específica y debatible. Una tesis demasiado general resulta difícil de defender convincentemente; una tesis excesivamente específica limita las posibilidades argumentativas. Por ejemplo, en lugar de formular la tesis vaga «La tecnología es importante», resulta preferible una formulación más precisa como «La integración de tecnología digital en las aulas de secundaria mejora la motivación y el rendimiento académico de los estudiantes cuando se acompaña de metodologías activas de aprendizaje.»
Tercera fase: búsqueda y selección de argumentos. Una vez formulada la tesis, se procede a identificar los argumentos que la respaldan. Conviene elaborar una lista de posibles argumentos y evaluarlos según su solidez, relevancia y capacidad persuasiva. Es recomendable diversificar el tipo de argumentos empleados, combinando datos empíricos, razonamientos lógicos, ejemplos ilustrativos y, cuando sea apropiado, argumentos de autoridad. También resulta conveniente anticipar posibles objeciones y preparar contraargumentos.
Cuarta fase: organización estructural. Los argumentos deben ordenarse siguiendo una progresión lógica. Existen diferentes estrategias de organización: ascendente (del argumento más débil al más fuerte), descendente (del más fuerte al más débil), o alternante (combinando argumentos a favor y en contra). La elección depende del tema, del auditorio y de los objetivos comunicativos. En cualquier caso, es fundamental asegurar la coherencia y la cohesión del texto mediante el uso apropiado de conectores y marcadores discursivos.
Quinta fase: redacción. Durante la redacción se aplican los recursos lingüísticos propios de la argumentación. La introducción debe captar el interés del lector, contextualizar el tema y presentar la tesis de manera clara. El desarrollo argumentativo debe presentar cada argumento de forma ordenada, respaldándolo con evidencias, ejemplos o datos pertinentes. La conclusión debe sintetizar lo expuesto, reafirmar la tesis y ofrecer una reflexión final o una proyección que invite al lector a profundizar en el tema.
Sexta fase: revisión y mejora. La revisión constituye una etapa fundamental que frecuentemente se descuida. Implica evaluar la solidez de los argumentos, verificar la coherencia estructural, corregir errores lingüísticos y comprobar que el texto cumple su propósito persuasivo. Resulta útil adoptar la perspectiva de un lector crítico: ¿los argumentos resultan convincentes?, ¿la estructura facilita el seguimiento del razonamiento?, ¿se han considerado objeciones relevantes?, ¿el lenguaje es apropiado para el destinatario?
Importancia de la argumentación en el mundo contemporáneo
En la sociedad actual, caracterizada por la abundancia de información, la pluralidad de perspectivas y la necesidad de tomar decisiones fundamentadas, la competencia argumentativa se revela como una habilidad esencial para el ejercicio pleno de la ciudadanía. Lejos de constituir una destreza exclusivamente académica, argumentar correctamente resulta imprescindible en múltiples ámbitos de la vida personal, profesional y social.
En el ámbito académico, la argumentación constituye el fundamento del pensamiento crítico y del aprendizaje profundo. Los estudiantes que dominan las técnicas argumentativas desarrollan mayor capacidad para analizar información, evaluar críticamente las fuentes, formular hipótesis fundamentadas y defender sus conclusiones mediante razonamientos sólidos. Esta competencia resulta especialmente valiosa en la educación superior y en la investigación, donde la construcción y evaluación de argumentos constituye la base del avance del conocimiento.
En el ámbito profesional, saber argumentar eficazmente aumenta las posibilidades de éxito en contextos que requieren persuasión, negociación o toma de decisiones colaborativa. Profesionales de campos tan diversos como el derecho, la política, el periodismo, la educación, el marketing o la gestión empresarial necesitan constantemente defender propuestas, convencer a interlocutores, resolver conflictos mediante el diálogo razonado o presentar proyectos de manera persuasiva.
En el ámbito ciudadano, la argumentación constituye un instrumento fundamental para la participación democrática. En sociedades plurales donde conviven múltiples visiones del mundo, la capacidad de dialogar constructivamente, comprender perspectivas ajenas, defender las propias convicciones con respeto y racionalidad, y alcanzar consensos mediante el debate resulta imprescindible. La argumentación bien practicada favorece el entendimiento mutuo y previene la polarización dogmática que amenaza las democracias contemporáneas.
En el ámbito personal, dominar la argumentación contribuye al desarrollo de la autonomía intelectual y la madurez crítica. Permite resistir la manipulación, identificar discursos falaces, formar opiniones fundamentadas y participar en conversaciones significativas sobre cuestiones que nos afectan individual y colectivamente. En una época marcada por la sobreabundancia informativa y la proliferación de noticias falsas, la capacidad de evaluar críticamente argumentos ajenos y construir los propios con solidez se convierte en una competencia de supervivencia intelectual.
Conclusión
La argumentación representa mucho más que una técnica retórica o un contenido académico: constituye una competencia fundamental que atraviesa todas las dimensiones de la existencia humana. Desde las conversaciones cotidianas hasta los debates más trascendentes sobre cuestiones científicas, éticas o políticas, argumentar bien marca la diferencia entre el pensamiento superficial y el análisis riguroso, entre la imposición dogmática y el diálogo constructivo, entre la credulidad ingenua y el juicio crítico.
A lo largo de este artículo hemos explorado las funciones esenciales de la argumentación, su relación con otros modos discursivos como la exposición, su estructura característica y los diversos tipos de argumentos que pueden emplearse para defender una tesis. Hemos analizado los recursos lingüísticos específicos que operan en los planos léxico, morfosintáctico y textual, y hemos identificado las principales falacias que deben evitarse para mantener la solidez del razonamiento. Finalmente, hemos ofrecido orientaciones prácticas para elaborar opiniones argumentadas eficaces.
El dominio de la argumentación no se adquiere mediante el simple conocimiento teórico de sus principios, sino a través de la práctica constante y reflexiva. Cada texto argumentativo que leemos críticamente, cada debate en el que participamos de manera constructiva, cada opinión que fundamentamos con rigor, constituye un paso adelante en el desarrollo de esta competencia esencial. En un mundo cada vez más complejo e interconectado, donde las decisiones que tomamos individual y colectivamente tienen consecuencias de largo alcance, la capacidad de argumentar con solidez, honestidad intelectual y respeto por las perspectivas ajenas se revela no solo como una habilidad valiosa, sino como una responsabilidad ética ineludible.
La argumentación bien entendida y correctamente practicada no busca la imposición de una verdad absoluta ni la victoria dialéctica sobre un adversario, sino la búsqueda compartida de soluciones razonables a problemas complejos mediante el intercambio honesto de razones y evidencias. En este sentido, aprender a argumentar constituye también aprender a escuchar, a cuestionar las propias certezas, a reconocer la validez de perspectivas diferentes y a construir colectivamente un conocimiento más completo y matizado de la realidad. Esta dimensión dialógica y constructiva de la argumentación la convierte en uno de los pilares fundamentales de la convivencia democrática y del progreso intelectual de la humanidad.
Autor
-
Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Lengua y Literatura actualmente JUBILADO.
Mí último destino fue la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevaba más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho fui asesor en varios centros del profesorado y me dediqué, entre otras cosas, a la formación de docentes; trabajé durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante estuve en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.Ahora, desde este retiro, soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo materiales útiles para el área de Lengua castellana y Literatura. ¡Disfrútala!
Ver todas las entradas





