Literatura del siglo XVIII

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1. Ilustración y Neoclasicismo

Ya en el siglo XVII se inició el llamado “Clasicismo”, un retorno a los modelos y normas de la literatura clásica. En Francia fueron sus representantes los autores teatrales Racine y Corneille, o Lafontaine en la fábula, y en Inglaterra el célebre poeta Dryden. Pueden cerrar esta primera nómina pensadores y filósofos como Bacon, Locke o Descartes, y tratadistas como Boileau.

Así pues, cuando se abre el siglo XVIII se establecen unas nuevas ideas basadas en el “criticismo” y el “racionalismo”, con lo que nace el llamado “Siglo de las Luces” o de la “Ilustración”, cuyas características fundamentales pueden ser las siguientes:

  1. Predomina la razón humana sobre las creencias tradicionales o los dogmas religiosos, políticos o sociales establecidos, entendiéndose que lo que es “razonable” es lo natural y lo aceptado.
  2. El objetivo fundamental de los ilustrados es conseguir el progreso humano, la civilización general, desarrollando las ciencias de la naturaleza y el conocimiento empírico con el fin de lograr la felicidad y el bienestar humanos. Para ello los hombres del dieciocho crearán diferentes instituciones tendentes a fomentar la prosperidad y la educación de los pueblos.
  3. El arte se convierte en un instrumento eminentemente didáctico, mediante el cual se pretende enseñar al hombre para que tenga una actitud crítica ante la vida.
  4. El principal movimiento artístico es el “Neoclasicismo”, un retorno a las normas de los autores clásicos, a la imitación de la naturaleza frente a la imaginación o el sentimiento.

En el género musical destacan por encima de todos Mozart y Bach. Y en la España dieciochesca recordamos los nombres del Padre Feijoo, José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos, Leandro Fernández de Moratín y nuestro universal Francisco de Goya.

En Francia: Diderot, Voltaire, Rousseau y Montesquieu. La Enciclopedia

Sobresalen las figuras anteriores por su enorme trascendencia en sus ideas renovadoras, progresistas y de tolerancia. Practicantes de un agnosticismo radical o el ateísmo en algunos casos, su objetivo fue la lucha contra los principios tradicionales establecidos.

De Rousseau destacamos dos títulos: El contrato social y Emilio, un modelo pedagógico sobre la educación natural del joven, que se fundamenta en la ausencia de esquemas estrictos y en la concepción de la bondad natural del hombre –siendo la sociedad la que lo hace malo-.

Por su parte, la obra más conocida de Montesquieu es El espíritu de las leyes, un ensayo sobre filosofía política, tan clásica como actual, en la que trata de los sistemas de gobierno y el reparto de atribuciones entre los poderes de una nación.

Pero la obra de más importancia y trascendencia de la época es la “Enciclopedia”, nacida en 1745 y pensada en principio como una simple traducción de diccionarios, pero que acabó siendo un intento de compendiar todo el saber humano, ordenado alfabéticamente mediante artículos e ilustraciones. El cambio último de orientación lo dieron Diderot y D’Alembert, que ampliaron trabajos e introdujeron grabados. El primer volumen se publicó en 1751, mereciendo gran contestación por parte de algunos sectores de la sociedad francesa. Pero la obra obtuvo la protección de la poderosa Madame de Pompadour y de Malesherbes -censor y amigo de los filósofos autores- y se siguió publicando, con o sin prohibiciones, hasta el decimoséptimo volumen en 1772. Y siempre se vendió por suscripción.

En la “Enciclopedia” colaboraron literatos y artistas dispersos, ocupado cada cual de su tema encomendado. Unidos por el interés general del progreso del género humano y por un sentimiento de recíproca benevolencia, los autores tuvieron diferentes orígenes sociales y profesiones: los hubo nobles, magistrados, teólogos, médicos, solidarios todos en el llamado “espíritu enciclopédico”, consecuencia de una fe ciega en la razón como fuente de desarrollo.

Trabajaron sin limitaciones, con escasa o nula remuneración económica. El resultado de la obra fue desigual, por las muy diversas colaboraciones, pero supuso un enorme avance para las ciencias y el saber humano.

Los autores “ilustrados” manifestaron una inmensa capacidad de erudición: D’Alembert se ocupó de las ciencias exactas: la aritmética, el álgebra, la geometría; Diderot de las ciencias experimentales y la política; Montesquieu de los temas filosóficos; Rousseau de los musicales; Voltaire, por su parte, fue el firmante de temas de muy diversos géneros.

En Gran Bretaña: Defoe, Swift y Sterne

De las letras en inglés destacaremos tres novelistas cuyos títulos y protagonistas se han convertido en clásicos inmortales de la literatura.

Daniel Defoe

Periodista y literato que cambió su ministerio religioso por la actividad comercial hasta que, a los 59 años y por razones económicas, escribió una de las obras más importantes de las letras universales, Robinson Crusoe.

Basándose en un hecho real -la emocionante y conmovedora experiencia de un náufrago escocés, Seylrick, durante cuatro años en una isla del Pacífico cercana a Tierra del Fuego, hasta que fue encontrado en un estado semisalvaje-, Defoe imaginó en 1719 a Robinson Crusoe, personaje que, tras diversos desastres navales, acabó en completa soledad de náufrago durante 27 años en una isla desierta donde tuvo que sobrevivir reconstruyendo un remedo de la civilización material y moral puritana del siglo XVIII británico. Robinsón es un héroe moderno, idealista y práctico, un “ilustrado” capaz de servirse de la técnica y del aprovechamiento racional de los recursos para resistir en medio de una naturaleza salvaje e inhóspita; protagonista único de una aventura individual que sólo comparte, en sus últimos momentos con un salvaje al que salva la vida, y que tendrá como nombre “Viernes”.

El relato tiene la forma autobiográfica y está repleto de sucesos y escenas detallistas que dotan a la obra una inmensa sensación de veracidad. Tuvo tanto éxito que incluso se escribió una segunda parte, de inferior calidad que la primera.

Jonathan Swift

Conocido como el principal escritor satírico de la época, Swift fue un pastor de la iglesia anglicana de enorme prestigio en su tiempo, autor de los conocidos Viajes de Gulliver.

En ellos se relatan las fantásticas aventuras de Lemuel Gulliver: primero en el diminuto país de los Liliputienses, y más tarde en el de los gigantes bonachones –de los que escapa volando sobre un águila- hasta llegar a la “isla volante” de Lapuda, cuyos estrafalarios habitantes, que habitan la capital Lagado, siempre están inmersos en astronomías y especulaciones inútiles. Y partirá luego hasta Luggnagg, tierra de unos seniles inmortales (los “struldbruggs”), finalizando su periplo en el país de los calculadores y perfectos caballos Houyhnhnms y sus sirvientes los Yahoos, seres humanos con apariencia y comportamiento de bestias. Acabado el viaje después de 16 años, Gulliver regresa finalmente a su nación, donde le es muy difícil volver a acostumbrarse a la vida social convencional.

Escrita con un estilo simple, racional, enorme ingenio e imaginación, la obra simboliza una crítica de muchos de los personajes y circunstancias de su época. Viaje, aventura y fantasía, parodia de la literatura de viajes de la época y sátira despiadada de la sociedad inglesa de su tiempo, cuyos grupos sociales, políticos, profesionales, etc. Se identifican con los curiosos pueblos imaginados por el escritor.

Lawrence Sterne

Creador de Tristan Shandy, la historia de un perfecto caballero que va contando pinceladas fragmentarias sobre su pintoresca vida, siendo el relato un anticipo de la literatura psicológica de los siglos XIX y XX.

2. “Prerromanticismo”

Ya desde mediados de siglo comienza a verse una reacción artística frente al  “Neoclasicismo”. La “razón” no es suficiente para comprender en su totalidad al hombre, y se empiezan a valorar con especial intensidad la imaginación y el subjetivismo en contra del racionalismo imperante; la independencia creadora del artista, la libertad individual frente al sometimiento a viejas normas; la exaltación del “yo” y de las nacionalidades y pueblos. Comienza el “prerromanticismo”, el amanecer de un movimiento de más calado que se desarrollará a comienzos del siglo XIX.

Son tiempos de exaltación de la naturaleza, de leyendas y temas históricos nacionales, de emoción, iniciados por un movimiento alemán (“Sturm und Drang”) en el que participaron dos autores también muy vinculados con el “Clasicismo”: Friedrich Schiller y J. W. Goethe.

Friedrich Schiller

Uno de los poetas y dramaturgos más importantes de las letras alemanas, creador de dos composiciones de especial relevancia histórica: la “Oda a la Alegría”, posteriormente convertida en “Himno” por la poderosa mano de Beethoven, y el drama histórico Guillermo Tell, protagonista y símbolo de la lucha de la libertad de un pueblo contra la tiranía. En la obra, Tell es un cazador solitario, un hombre de pacífico y de honor respetado y admirado por sus conciudadanos, que se ve obligado a encabezar la lucha de los cantones suizos contra la opresión de los tiránicos Habsburgo. De la obra, al margen de la conocida escena en la que el arquero Tell debe disparar sobre una manzana colocada sobre la cabeza de su propio hijo, se destaca la exaltación de la justicia de un hombre y de un pueblo, de las ansias de libertad ante el despotismo.

Destaca Schiller también por otros dramas como Don Carlos, Los bandidos y María Estuardo.

J. W. Goethe

Considerado el “padre” de las letras nacionales alemanas, Goethe fue un autor prolífico y genial tanto en poesía como en ensayo, novela y teatro. A caballo entre el “Clasicismo” y el Romanticismo, nos ha dejado dos obras grandiosas: Werther y Fausto.

La primera es una breve novela epistolar de 1774, protagonizada por el melancólico y joven Werther, cuyo amor radical, desesperado, imposible y obsesivo por una mujer, Carlota, le lleva al suicidio. La obra tuvo una enorme influencia entre la juventud alemana de finales del XVIII, y supuso un primer paso para la entrada del definitivo espíritu romántico.

La segunda de ellas es un ingente poema publicado en dos partes y dos momentos  (1808 y 1832) en el que desarrolla el mito del “Doctor Fausto”, figura emblemática y enigmática que simboliza las ansias del espíritu moderno. El personaje de la leyenda tuvo su origen en un ser de carne y hueso, un doctor en Medicina, dedicado también a la alquimia y la nigromancia, que ejerció sus oscuras actividades en varias ciudades alemanas y en la Cracovia polaca de los siglos XV y XVI, y cuyo final estuvo rodeado de misterio. Sobre él pronto se hizo ficción y comenzaron a escribirse textos literarios, bien populares, bien cultos, que desarrollaban su vida: en primer lugar uno de Christopher Marlowe, dramaturgo de enorme fama y contemporáneo de Shakespeare: Doctor Faustus (1597). Y dos siglos después le llegó el turno a Goethe.

La obra del alemán desarrolla la imagen del hombre maduro, desengañado del saber especulativo y que tiene el ansia de recuperar el tiempo pasado y perdido en el estudio para cambiar el mundo, intentando emular al Creador del universo. Fausto, hastiado de la vida y de la humanidad, se encuentra al borde del suicidio cuando se le aparece Mefistófeles, un enviado del diablo, que ofrece al viejo doctor la superación humana, el conocimiento absoluto y la juventud perdida a cambio de firmar un pacto por el que deberá entregarle su vida, en pago de deuda, cuando ésta acabe. Fausto cumple el acuerdo y desde entonces empieza a vivir experiencias increíbles, siendo de especial relieve literario las llamadas “noche de Walpurgis” y “noche Clásica”, en las que el doctor se rodea de un ambiente y de personajes propios de la mitología germánica y clásica, respectivamente. Pero el amor también llama a las puertas de Fausto, mediante la figura de Margarita, su redentora y salvadora cuando le llegue la muerte y se halle al borde de la condenación.

Ya en el siglo XX Fausto tendrá otro lugar memorable en la literatura a través del Doctor Faustus del alemán Thomas Mann.

 Lecturas recomendadas

  • Pierre Corneille, El Cid.
  • Racine, Fedra.
  • Lafontaine, Fábulas.
  • Alain-René Lesage, Gil Blas de Santillana.
  • Daniel Defoe, Robinson Crusoe, El capitán Singleton e Historia General de los piratas, Cuentos de fantasmas.
  • Swift, Viajes de Gulliver.
  • Schiller, Guillermo Tell, Don Carlos, Los bandidos.
  • W. Goethe, Werther.
  • William Beckford, Vathek.
  • Walpole, El Castillo de Otranto.

@  Internet

(La dirección www.ferncanyonpress.com/pirates ofrece unas magníficas páginas sobre el tema literario de los piratas).

 Películas

  • Amadeus (Milos Forman)
  • Las amistades peligrosas (Stephen Frears)
  • Rebelión a bordo (Lewis Milestone)
  • El patriota (Roland Emmerich).

Documento elaborado por Juan Manuel Ojembarrena.