Libro de Alexandre

LIBRO DE ALEXANDRE

Primeras estrofas del original

 

Señores, si quisiéredes mio serviçio prender,

querríavos de grado servir de mio mester:

deve, de lo que sabe, omne largo seer;

si non, podrié en culpa e en riepto caer.

 

 Mester trayo fermoso: non es de joglaría;

mester es sin pecado, ca es de clerezía

fablar curso rimado por la quaderna vía,

a sílavas contadas, que es grant maestría.

 

Qui oírlo quisier’, a todo mio creer,

avrá de mí solaz, en cabo grant plazer;

aprendrá buenas gestas que sepa retraer;

averlo han por ello muchos a coñoçer.

 

Non vos quiero grant prólogo nin grandes nuevas fer:

luego a la materia me vos quiero coger.

 El Crïador nos dexe bien apresos seer:

¡si en algo pecáremos, él nos deñe valer!

 

Quiero leer un livro de un rëy pagano,

que fue de grant esfuerço, de coraçón loçano;

conquiso tod’el mundo: metiolo so su mano.

 Ternem’, si lo cumpliere, por non mal escrivano.

 

  Del prínçep’Alexandre, que fue rëy de Greçia,

que fue franc’e ardit e de grant sabïençia;

vençió Poro e Dario, rëys de grant potençia;

nunca con ávol omne ovo su atenençia.

 

 El infante Alexandre, luego en su niñez,

empeçó a mostrar que serié de grant prez:

nunca quiso mamar leche de mugier rafez,

si non fue de linaje o de grant gentilez.

 

Grandes signos contieron quando est’infant’ naçió:

el aire fue camiado, el Sol escureçió,

todo’l mar fue irado, la tierra tremeçió.

¡Por poco que el mundo todo non pereçió!

 

 Otros signos contieron que son más generales:

cayeron de las nuves unas piedras puñales;

aún contieron otros mayores o atales:

lidïaron un día dos águilas cabdales;

 

en tierras de Egipto –en letras fue trobado–,

fabló un corderuelo que era el dia nado;

parió una gallina un culebro irado.

¡Era por Alexandre tod’esto demostrado!

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Primeras estrofas, traducción

Señores, si requirieseis mis servicios,

de buena gana os serviría con mi arte,

porque uno debe ser dadivoso con sus saberes;

si no, podría ser culpado y condenado.

 

Yo traigo un arte hermosa, que no es de juglaría;

es un arte sin tacha, pues es propio de la clerecía 

el discurso rítmico y rimado mediante la cuaderna vía,

contando las sílabas, lo cual demuestra gran maestría.

 

Quien quiera oírlo, a mi juicio,

obtendrá solaz y, en fin, un gran placer;

y aprenderá grandes gestas para contarlas él mismo,

por lo que llegará a ser muy conocido.

 

No voy a comenzar con un prólogo largo y prolijo,

sino que enseguida voy a entrar en materia.

Que el Creador nos dé sabiduría 

y, si errásemos en algo, que se digne ayudarnos.

 

Voy a recrear la historia de un rey pagano,

que fue muy esforzado y de corazón vigoroso,

que conquistó el mundo entero y lo subyugó.

Me tendré, si lo consigo, por no mal escritor.

 

Sobre el príncipe Alejandro, que fue rey de Grecia,

que fue generoso, valiente y de gran sabiduría;

que venció a Poro y a Darío, reyes muy poderosos;

que nunca tuvo trato con hombre vil.

 

Alejandro, desde su más tierna infancia,

comenzó a demostrar que sería de gran valía:

nunca quiso mamar leche de ama plebeya,

sino de buen linaje o suma galanura.

 

Ocurrieron grandes prodigios cuando este muchacho nació:

el viento era cambiante, el sol se oscureció,

el mar entero mostró su ira y la tierra tembló.

¡El mundo estuvo a punto de perecer!

 

Ocurrieron otros prodigios más usuales:

cayeron de las nubes piedras como puños;

y aún otros mayores o comparables:

lucharon un día entero dos águilas reales;

 

por tierras de Egipto –y esto está documentado–,

habló un corderillo recién nacido

 y una gallina parió un reptil furioso.

¡Todo esto se mostraba en honor de Alejandro!

 

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