Amor América abre la primera sección de la obra Canto General (1950) de Pablo Neruda. El texto constituye una reconstrucción poética de la América precolombina que funciona como manifiesto fundacional de la identidad continental. El tema central articula la cosmogonía americana desde una perspectiva que reivindica la precedencia histórica y la legitimidad cultural de los pueblos originarios frente al eurocentrismo dominante.
El tono épico-elegíaco se construye mediante la alternancia entre la exaltación de la grandeza precolombina y la nostalgia por la pérdida cultural ocasionada por la conquista. La voz poética asume un rol profético que se manifiesta en la declaración “Yo estoy aquí para contar la historia”, estableciendo su misión como cronista y reivindicador de la memoria americana. Esta perspectiva conecta con las corrientes del vanguardismo hispanoamericano, que buscaban crear una épica continental que trascendiera los modelos culturales europeos.
El simbolismo telúrico constituye la clave interpretativa fundamental del poema. El tratamiento de la geografía americana mediante metáforas como “ríos arteriales” y “pampas planetarias” revela una cosmovisión que concibe el continente como entidad viviente. Las imágenes de “cóndor”, “búfalo” y la enumeración de culturas (“cántaro caribe, piedra chibcha, copa imperial o sílice araucana”) construyen un mapa simbólico que abarca la diversidad étnica y geográfica continental. Esta perspectiva se inscribe dentro del indigenismo literario que caracterizó la literatura hispanoamericana del siglo XX, movimiento que buscaba rescatar y dignificar las culturas precolombinas.
La estructura temporal del poema establece una cronología mítica que va desde los orígenes cósmicos (“antes de la peluca y la casaca”) hasta el presente enunciativo del poeta. La contraposición entre “peluca y casaca” (símbolos de la cultura europea) y los elementos naturales americanos (“ríos”, “cordilleras”, “trueno”) plantea una dicotomía que cuestiona los valores de la Modernidad occidental. El empleo de metáforas relacionadas con el cristal (“cristal humedecido”, “puñado de cristal vacío”) sugiere tanto la pureza originaria como la fragilidad de las culturas precolombinas ante la invasión europea.
El proceso de búsqueda identitaria que emprende la voz lírica (“te busqué, padre mío”) configura un viaje iniciático por la geografía continental que opera como metáfora epistemológica. La secuencia que va desde “la paz del búfalo” hasta “las azotadas arenas / de la tierra final” traza un itinerario continental que abarca desde las praderas norteamericanas hasta la Patagonia. Las imágenes sensoriales (“dulce era la luz como un venado”, “era la sombra como un párpado verde”) revelan la influencia del surrealismo en la construcción de un realismo mágico que presenta lo maravilloso americano como realidad cotidiana.
La dimensión política del texto se manifiesta en la denuncia implícita de la destrucción causada por la conquista expresada en los versos “el idioma del agua / fue enterrado, las claves se perdieron / o se inundaron de silencio o sangre”. Esta reflexión anticipa los planteamientos de la crítica colonial contemporánea sobre la destrucción de los sistemas de conocimiento indígenas. El “silencio” y la “sangre” funcionan como metonimias de la violencia ejercida sobre las culturas originarias. Sin embargo, la afirmación “No se perdió la vida, hermanos pastorales” introduce una nota esperanzadora que sugiere la persistencia de la vitalidad americana a pesar de la catástrofe histórica.
Antes de la peluca y la casaca
fueron los ríos, ríos arteriales:
fueron las cordilleras, en cuya onda raída
el cóndor o la nieve parecían inmóviles:
fue la humedad y la espesura, el trueno
sin nombre todavía, las pampas planetarias.
El hombre tierra fue, vasija, párpado
del barro trémulo, forma de la arcilla,
fue cántaro caribe, piedra chibcha,
copa imperial o sílice araucana.
Tierno y sangriento fue, pero en la
empuñadura
de su arma de cristal humedecido,
las iniciales de la tierra estaban
escritas.
Nadie pudo
recordarlas después: el viento
las olvidó, el idioma del agua
fue enterrado, las claves se perdieron
o se inundaron de silencio o sangre.
No se perdió la vida, hermanos pastorales.
Pero como una rosa salvaje
cayó una gota roja en la espesura
y se apagó una lámpara de tierra.
Yo estoy aquí para contar la historia.
Desde la paz del búfalo
hasta las azotadas arenas
de la tierra final, en las espumas
acumuladas de la luz antártica,
y por las madrigueras despeñadas
de la sombría paz venezolana,
te busqué, padre mío,
joven guerrero de tiniebla y cobre
oh tú, planta nupcial, cabellera indomable,
madre caimán, metálica paloma.
Yo, incásico del légamo,
toqué la piedra y dije:
¿Quién
me espera? Y apreté la mano
sobre un puñado de cristal vacío.
Pero anduve entre flores zapotecas
y dulce era la luz como un venado,
y era la sombra como un párpado verde.
Tierra mía sin nombre, sin América,
estambre equinoccial, lanza de púrpura,
tu aroma me trepó por las raíces
hasta la copa que bebía, hasta la más delgada
palabra aún no nacida de mi boca.
Pablo Neruda, Canto general, 1950

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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías. Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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