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ToggleEL ESPAÑOL DE AMÉRICA. EL ESPAÑOL EN EL MUNDO: SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS DE DIFUSIÓN
I. Génesis y conformación del español en América
1.1. Teorías sobre los orígenes y la base lingüística
La determinación de la base lingüística sobre la que se asienta el español de América ha sido objeto de un intenso debate filológico a lo largo del siglo XX. Desde una perspectiva diacrónica, resulta impropio considerar el español americano como un bloque unitario y monolítico, dado que el proceso de conquista y colonización se extendió durante siglos, lo que implica que la lengua trasplantada no fue estática, sino que evolucionó paralelamente en la metrópoli. Frente a las posturas que buscaban un «español preclásico» fosilizado, como sugirió en su momento Rafael Lapesa al referirse al periodo 1474-1525, la crítica moderna se inclina por la visión de Amado Alonso. Este autor sostiene que la verdadera base fue un proceso de nivelación lingüística o koiné realizado por las diversas oleadas de expedicionarios a lo largo de todo el siglo XVI.
Es fundamental desmontar la creencia, otrora extendida, de que los colonizadores poseían un nivel cultural inferior que determinó el carácter popular del español americano. Los estudios demográficos y documentales han demostrado que la composición social de las huestes indianas era heterogénea, incluyendo hidalgos, clérigos, artesanos y funcionarios, lo que propició que la nivelación dialectal no se produjera exclusivamente en los estratos bajos, sino que abarcara diversos niveles socioculturales. Esta nivelación, operada en suelo americano, permitió la configuración de una norma propia que, si bien mantenía la estructura sistémica del castellano peninsular, comenzó a desarrollar sus propias particularidades fonéticas y léxicas desde etapas muy tempranas.
Por consiguiente, la dicotomía entre español de España y español de América debe matizarse. No estamos ante dos entidades enfrentadas, sino ante un sistema compartido —el configurado durante el Siglo de Oro— con realizaciones divergentes. Autores contemporáneos como José G. Moreno de Alba prefieren hablar de «español en América» para subrayar esta continuidad sistémica. La lengua que cruzó el Atlántico estaba en plena ebullición evolutiva, inmersa en el reajuste de las sibilantes y otros cambios fonológicos que cristalizarían de forma distinta en ambas orillas, dando lugar a la rica diversidad dialectal que hoy caracteriza al mundo hispánico.
1.2. La polémica del andalucismo
Una de las cuestiones más debatidas en la dialectología hispánica es la supuesta filiación andaluza del español americano. Esta teoría, conocida como la tesis andalucista, postula que los rasgos más distintivos del habla americana —como el seseo, el yeísmo o la aspiración de la /s/ implosiva— tienen su origen directo en las hablas meridionales de la Península. Defendida inicialmente por lingüistas de la talla de Max Leopold Wagner y refrendada documentalmente por Peter Boyd-Bowman, esta hipótesis se sustenta en datos estadísticos irrefutables: durante el periodo antillano y gran parte del siglo XVI, el contingente de colonos procedentes del reino de Sevilla y zonas aledañas fue demográficamente mayoritario, ejerciendo una influencia decisiva en la etapa fundacional de la sociedad colonial.
Sin embargo, esta visión no ha estado exenta de detractores. La tesis antiandalucista, representada por figuras como Pedro Henríquez Ureña y Gregorio Salvador, argumenta que las coincidencias fonéticas podrían obedecer a desarrollos paralelos e independientes, o a una evolución interna de la lengua que no necesariamente implica una herencia genética del andaluz. Según esta corriente, fenómenos como el seseo podrían haber surgido por simplificación del sistema en una situación de contacto de lenguas, sin necesidad de un modelo andaluz previo. No obstante, la acumulación de evidencias históricas sobre la procedencia de los barcos y el papel de Sevilla y Cádiz como puertos únicos de salida refuerza la conexión meridional.
En la actualidad, el consenso académico tiende a una postura conciliadora pero favorable al andalucismo. Se reconoce que, si bien no todo el español de América es andaluz, la impronta sevillana fue determinante en la formación de la norma atlántica, especialmente en las zonas costeras y tierras bajas. Esta influencia se explica no solo por el número de andaluces, sino por el prestigio que adquirió la norma sevillana entre los marineros y viajeros que debían esperar meses en la ciudad del Guadalquivir antes de partir, asumiendo sus usos lingüísticos como propios en un proceso de acomodación dialectal previo al embarque.
1.3. El sustrato indígena y la aportación africana
El contacto del español con las lenguas amerindias constituye uno de los capítulos más fascinantes de la historia de la lengua. La controversia entre indigenistas —que como Rodolfo Lenz llegaron a postular que el español americano era español con fonética indígena— y los hispanistas escépticos se ha resuelto reconociendo un influjo desigual: moderado en la fonética y la morfosintaxis, pero torrencial en el léxico. El préstamo léxico fue una necesidad pragmática ante una realidad nueva (flora, fauna, costumbres) que el castellano no podía nombrar. Así, términos del taíno (canoa, hamaca), del náhuatl (tomate, chocolate) o del quechua (pampa, cóndor) se integraron prontamente, enriqueciendo el acervo común del idioma.
Más allá del vocabulario, la influencia del sustrato indígena se percibe en rasgos suprasegmentales como la entonación, que en ciertas zonas andinas y mexicanas presenta una melodía característica atribuible a las lenguas precolombinas. En el plano gramatical, fenómenos como el uso de sufijos posesivos redundantes en el área andina o la doble negación en zonas guaraníticas evidencian una permeabilidad estructural en situaciones de bilingüismo intenso. La pervivencia de estas lenguas hasta nuestros días, gracias en parte a la labor evangelizadora que las gramaticalizó, mantiene vivo este canal de influencia mutua.
No podemos soslayar el «tercer elemento» de la ecuación americana: el aporte africano. Fruto de la lamentable trata de esclavos, la presencia de población negra en el Caribe y las costas del Pacífico generó dinámicas lingüísticas específicas. Aunque las lenguas africanas originales se perdieron, dejaron una huella indeleble en el léxico (banano, marimba, vudú) y en ciertos rasgos fonéticos de las zonas caribeñas, como la neutralización de líquidas. En algunos casos extremos, este contacto dio lugar a lenguas criollas como el palenquero en Colombia o el papiamento en las Antillas Neerlandesas, que aunque no son español, son testimonios vivos de este mestizaje lingüístico.
1.4. Zonificación dialectal del continente
La inmensidad territorial de Hispanoamérica hace imposible cualquier intento de descripción homogénea. Los dialectólogos han ensayado diversas clasificaciones para ordenar este mosaico, siendo la propuesta de Pedro Henríquez Ureña (1921) la pionera. Este autor dividió el continente en cinco zonas basándose en el sustrato indígena: antillana, mexicana, andina, chilena y rioplatense. Aunque hoy se considera metodológicamente superada por mezclar criterios lingüísticos y etnográficos, su valor fundacional es innegable y sigue sirviendo como referencia pedagógica básica para comprender la macrodistribución de las variantes americanas.
Más operativa resulta la distinción binaria entre «tierras altas» y «tierras bajas». Esta clasificación atiende a un criterio fonético claro: en las tierras altas (altiplanos de México, Andes, Bogotá) predomina el consonantismo fuerte y el debilitamiento vocálico, mientras que en las tierras bajas (Caribe, costas, Río de la Plata) se observa un relajamiento de las consonantes (aspiración de -s, elisión de -d-) y un vocalismo firme. Esta división coincide grosso modo con los patrones de asentamiento colonial, relacionando las tierras altas con la administración virreinal castellana y las bajas con el comercio portuario y la influencia andaluza.
Intentos posteriores de clasificación, como los de José Pedro Rona o Zamora y Guitart, han incorporado isoglosas específicas como el voseo o el yeísmo para afinar los límites dialectales. Sin embargo, la movilidad actual y la influencia de los medios de comunicación tienden a difuminar las fronteras tradicionales. Lo que persiste es la noción de que América no es una unidad uniforme, sino un conjunto de modalidades regionales que comparten una base común pero que divergen en soluciones específicas, creando un sistema policéntrico donde ninguna variedad ostenta la hegemonía normativa absoluta.
II. Rasgos lingüísticos característicos
2.1. Peculiaridades fonético-fonológicas
El rasgo fonológico más universal y definitorio del español atlántico es el seseo, consistente en la neutralización de la oposición entre los fonemas /s/ y /θ/ en favor del primero. Esta simplificación del sistema consonántico, originada en el sur peninsular, es norma culta y general en toda América, convirtiéndose en una marca de identidad frente al modelo castellano norteño. A diferencia del ceceo, que es un fenómeno estigmatizado y rural incluso en Andalucía, el seseo americano goza de total prestigio y aceptación en todos los niveles sociolingüísticos.
Otro fenómeno extensísimo es el yeísmo, la fusión de los fonemas /ll/ y /y/. Aunque existen enclaves conservadores en los Andes colombianos o ecuatorianos donde se mantiene la distinción, la tendencia general es la nivelación. Mención aparte merece el rehilamiento o žeísmo propio de la zona rioplatense, donde esta grafía se articula con una fricación sonora o sorda ([ʒ] o [ʃ]), constituyendo uno de los rasgos auditivos más reconocibles del habla argentina y uruguaya. Este fenómeno, lejos de remitir, muestra una vitalidad expansiva, actuando como norma de prestigio en su área de influencia.
En el plano de las consonantes implosivas, destaca la inestabilidad de la /s/ final de sílaba o palabra. En las zonas caribeñas y costeras, esta /s/ se aspira o incluso se elide, lo que ha obligado al sistema a desarrollar mecanismos compensatorios para marcar el plural, como la abertura vocálica en el oriente cubano o andaluz. Contrariamente, en las zonas altas de México o Perú, la /s/ se mantiene tensa y silbante, mientras que son las vocales átonas las que sufren procesos de debilitamiento extremo, llegando casi a desaparecer en el habla rápida (fenómeno conocido como «vocalismo caduco»).
2.2. El sistema morfosintáctico: voseo y verbos
El voseo representa la característica morfosintáctica más relevante y compleja del español americano. Consistente en el uso de «vos» en lugar de «tú» para la segunda persona del singular, este fenómeno es una pervivencia de los tratamientos medievales que España abandonó. Lejos de ser un arcaísmo vulgar, el voseo es norma culta y literaria en países como Argentina, Uruguay y Paraguay, y convive con el tuteo en amplias zonas de Centroamérica y la región andina. Su morfología verbal varía regionalmente, oscilando entre formas diptongadas (vos coméis) y monoptongadas (vos comés), siendo estas últimas las más extendidas en el estándar rioplatense.
En el sistema verbal, destaca la preferencia por el pretérito perfecto simple (canté) frente al compuesto (he cantado) para acciones pasadas, incluso las recientes. Mientras el español peninsular tiende a expandir el uso del compuesto, América conserva la distinción aspectual clásica o prefiere la forma simple, un rasgo que a menudo se etiqueta erróneamente como arcaizante pero que responde a una economía lingüística diferente. Asimismo, es notable el uso de la forma en -ra del imperfecto de subjuntivo (cantara) con valor de pluscuamperfecto o pretérito de indicativo, un uso etimológico latino que pervive con vigor en el estilo periodístico y literario.
Otros fenómenos morfosintácticos incluyen la ausencia generalizada de leísmo y laísmo —el sistema pronominal etimológico se mantiene con mayor pureza que en Castilla—, aunque existen fenómenos de «loísmo» en zonas de contacto con lenguas indígenas. También es característica la pluralización del pronombre objeto en construcciones como «se los dije» (por se lo dije a ellos), y una marcada tendencia a la perífrasis verbal, prefiriendo formas analíticas como «voy a cantar» sobre el futuro sintético «cantaré», que queda relegado a matices de probabilidad o duda en el lenguaje oral espontáneo.
2.3. Riqueza léxica: arcaísmos y neologismos
El léxico americano se caracteriza por una aparente paradoja: es a la vez conservador e innovador. Por un lado, conserva voces que en España han caído en desuso o se consideran rústicas, fenómeno conocido como arcaísmo léxico. Términos como «lindo», «pollera», «liviano» o «recordarse» (por despertarse) mantienen plena vigencia en América mientras que en la Península han sido desplazados o restringidos. Sin embargo, no se trata de un conservadurismo pasivo; estas palabras siguen vivas porque forman parte del sistema funcional de la lengua en esas comunidades, no como reliquias de museo.
Simultáneamente, el español de América ha demostrado una extraordinaria capacidad neológica. La derivación es un mecanismo muy productivo, generando verbos y sustantivos inéditos en España (recién, no más, ahorita). Pero es en el ámbito de los préstamos donde la innovación es más patente. A los ya mencionados indigenismos se suman los anglicismos, cuya penetración es mucho más intensa que en Europa debido a la influencia geopolítica de Estados Unidos. Vocablos como «computadora», «carro» o «rentar» son estándares en América, divergiendo de las soluciones peninsulares (ordenador, coche, alquilar), lo que constituye una de las principales fuentes de variación léxica panhispánica.
La vitalidad marinera del léxico fundacional es otro rasgo distintivo. Muchas palabras que en España quedaron restringidas a la jerga náutica pasaron en América al lenguaje general con sentidos metafóricos o ampliados. El verbo «botar» (tirar), «amarrar» (atar) o «flete» son ejemplos de cómo la experiencia de la travesía oceánica marcó la semántica del español americano. Este marinerismo léxico es un testimonio fósil de la historia de la colonización, recordando que el español llegó a América a bordo de las naves de la Carrera de Indias.
III. El español en el contexto internacional
3.1. Dimensión demográfica y estatus político
El español se sitúa hoy en una posición de privilegio en el concierto lingüístico mundial. Con una comunidad que supera los 400 millones de hablantes nativos (cifra que aumenta a más de 500 millones si contamos los de competencia limitada), es la segunda lengua del mundo por número de hablantes maternos, solo superada por el chino mandarín, y la cuarta por cómputo global. Su fortaleza radica no solo en la cantidad, sino en su carácter de lengua oficial en más de veinte naciones soberanas, lo que le otorga un peso político en organismos internacionales como la ONU o la UE que pocas lenguas poseen.
La distribución geográfica del español es otro de sus activos estratégicos. A diferencia de otras lenguas globales dispersas, el español ocupa un territorio geográficamente compacto en el continente americano, lo que facilita la cohesión y el intercambio cultural y económico. México, con más de 120 millones de hablantes, se erige como el gigante demográfico del idioma, desplazando el centro de gravedad de la lengua lejos de su cuna europea. Esta realidad policéntrica obliga a repensar las políticas lingüísticas, que ya no pueden dictarse unilateralmente desde Madrid, sino que deben ser fruto del consenso panhispánico.
Sin embargo, el estatus oficial no es uniforme. Mientras que en la mayoría de Hispanoamérica es la lengua del Estado y la educación, en países como Estados Unidos carece de oficialidad federal a pesar de su inmensa presencia social. En otros contextos, como en Filipinas, ha perdido su estatus histórico, quedando reducido a un patrimonio cultural minoritario. Esta disparidad de situaciones jurídicas plantea retos diversos para la diplomacia cultural, que debe adaptar sus estrategias de promoción a realidades legales y sociolingüísticas muy heterogéneas.
3.2. Variedades en contacto y situaciones especiales
Más allá del bloque hispanoamericano, existen variedades del español que merecen atención por su singularidad histórica y cultural. El judeoespañol o sefardí es quizás el caso más conmovedor de lealtad lingüística. Conservado por los descendientes de los judíos expulsados en 1492, esta variedad mantiene rasgos fonéticos y léxicos del español medieval. Aunque actualmente se encuentra en grave peligro de extinción debido a la asimilación y la falta de transmisión generacional, constituye un tesoro filológico vivo y un vínculo histórico irrenunciable con el pasado peninsular.
En el ámbito del contacto de lenguas, el caso de Paraguay es único en América Latina. Se trata de una nación verdaderamente bilingüe donde el español convive con el guaraní, lengua que goza de estatus oficial y prestigio social. Esta convivencia ha generado una variedad de español fuertemente interferida por estructuras guaraníes (el llamado «yopará» en sus formas más mezcladas), demostrando que el mestizaje lingüístico puede dar lugar a modelos estables y funcionales de comunicación intercultural.
Por último, la situación en Puerto Rico ejemplifica la resistencia del español frente a la presión de una lengua dominante como el inglés. A pesar de más de un siglo de administración estadounidense y de la ciudadanía norteamericana de sus habitantes, el español se mantiene como la lengua vernácula y de identidad nacional. Este fenómeno de lealtad lingüística, que desafía las predicciones de asimilación, demuestra que la lengua es un componente nuclear de la identidad cultural puertorriqueña, actuando como barrera de contención ante la transculturación total.
3.3. Unidad y fragmentación: el futuro del idioma
Una preocupación recurrente entre los lingüistas ha sido el riesgo de fragmentación del español, siguiendo el modelo de la ruptura del latín. En el siglo XIX, filólogos como Rufino José Cuervo profetizaron que las repúblicas americanas acabarían hablando lenguas distintas. Sin embargo, la realidad ha desmentido estos temores pesimistas. Hoy en día, la unidad del español parece garantizada por factores que no existían en la época romana: la alfabetización masiva, los medios de comunicación globales y la inmediatez de las telecomunicaciones.
La existencia de una norma panhispánica culta, promovida por la Asociación de Academias de la Lengua Española, actúa como fuerza centrípeta. Esta norma no impone una variedad sobre otras, sino que consensúa los usos válidos en todo el dominio idiomático. La ortografía unificada es el baluarte más sólido de esta unidad; un hispanohablante puede leer prensa de México, España o Argentina sin ninguna dificultad, algo que no ocurre con otras lenguas globales como el árabe o el chino, dialectalmente muy fragmentados.
No obstante, la unidad no implica uniformidad. El reto reside en mantener la cohesión estructural permitiendo la diversidad léxica y fonética. El peligro no proviene de la evolución interna, sino del empobrecimiento expresivo y la invasión masiva de anglicismos sintácticos que podrían alterar la lógica interna del idioma. La batalla por la unidad se libra hoy en el terreno de la educación y la calidad de los contenidos en los medios digitales, asegurando que el «español neutro» o internacional sea una variedad rica y correcta, y no una koiné artificial y empobrecida.
IV. Perspectivas de difusión y retos contemporáneos
4.1. El valor económico y comercial de la lengua
En la era de la globalización, las lenguas son activos económicos de primer orden. El español no es solo un vehículo de cultura, sino una herramienta comercial que genera un porcentaje significativo del PIB de los países hispanohablantes. El concepto de «valor económico del español» ha cobrado fuerza en los estudios estratégicos, destacando la capacidad del idioma para reducir costes de transacción en el comercio internacional y facilitar la internacionalización de las empresas. Compartir idioma multiplica los intercambios comerciales, un factor clave para las economías emergentes de América Latina.
El mercado editorial, la industria audiovisual y la música en español son sectores pujantes con audiencia global. Sin embargo, el español se enfrenta al desafío de consolidarse como lengua de ciencia y tecnología. Actualmente, la producción científica de alto impacto se publica mayoritariamente en inglés, lo que relega al español a un papel secundario en la transmisión del conocimiento técnico puntero. Revertir esta tendencia requiere políticas agresivas de traducción, divulgación y fomento de la investigación en español, para evitar que el idioma quede excluido de los ámbitos de innovación.
Asimismo, el español se perfila como una lengua clave en el turismo idiomático. España y varios países americanos reciben anualmente a miles de estudiantes que buscan aprender el idioma in situ, generando una industria de servicios educativos de gran valor añadido. Este sector no solo aporta divisas, sino que crea embajadores culturales del mundo hispánico, reforzando el «poder blando» o influencia diplomática de la comunidad hispanohablante en el escenario internacional.
4.2. El fenómeno del español en Estados Unidos
Estados Unidos representa la frontera más dinámica para la expansión del español. Con más de 60 millones de hispanos, el país se ha convertido, de facto, en la segunda nación hispanohablante del mundo. El español ha dejado de ser una lengua de inmigrantes temporales para convertirse en un elemento estructural de la sociedad norteamericana, presente en los medios, la política y la vida cotidiana. Este crecimiento demográfico plantea la posibilidad inédita de un Estados Unidos verdaderamente bilingüe en el futuro cercano.
El contacto intenso con el inglés ha dado lugar al fenómeno del spanglish, una modalidad híbrida de alternancia de códigos. Aunque puristas lo denuestan, los sociolingüistas lo analizan como una estrategia comunicativa válida en comunidades bilingües. El verdadero reto no es el spanglish, sino asegurar la transmisión intergeneracional del español estándar. Las terceras generaciones tienden a perder el idioma de los abuelos; por ello, la batalla por el español en EE. UU. depende de su prestigio social y de su inclusión en el sistema educativo formal, más allá del ámbito doméstico.
La influencia de los medios hispanos en EE. UU. (Univisión, Telemundo) es crucial, pues crean un modelo de español «neutro» que se exporta al resto del continente. Además, el poder adquisitivo de la comunidad hispana convierte al español en una lengua de marketing imprescindible para las grandes corporaciones. Si el español logra consolidarse como lengua de prestigio y ascenso social en la primera potencia mundial, su futuro como lengua global estará blindado para el siglo XXI.
4.3. Instituciones y política lingüística: El Instituto Cervantes
La creación del Instituto Cervantes en 1991 marcó un hito en la política exterior española, dotando al idioma de una estructura institucional para su enseñanza y difusión similar a la del British Council o la Alliance Française. Su labor ha sido fundamental para estandarizar la certificación del dominio del idioma a través de los diplomas DELE y para coordinar la acción cultural en el exterior. La red de centros Cervantes actúa como escaparate de la diversidad cultural hispánica, superando la visión peninsularista para integrar las culturas de América.
Sin embargo, la política lingüística no puede recaer solo en España. La colaboración con instituciones americanas, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o el Instituto Caro y Cuervo de Colombia, es vital para proyectar una imagen plural del idioma. La creación del servicio de evaluación SIELE, promovido conjuntamente por instituciones de ambas orillas, es un paso en la dirección correcta, ofreciendo una certificación panhispánica ágil y digital que responde a las demandas del mercado global actual.
El futuro de la difusión institucional pasa por el entorno digital. El español es la tercera lengua más usada en Internet, pero su presencia en la producción de contenidos y algoritmos de inteligencia artificial debe reforzarse. Las instituciones deben liderar la creación de corpus lingüísticos y herramientas tecnológicas que aseguren que el español sea una lengua de primer orden en la sociedad de la información, evitando la dependencia tecnológica de modelos anglosajones.
4.4. Claves estratégicas para la expansión futura
El horizonte del español depende de su capacidad para ser una lengua útil y prestigiosa. La demografía por sí sola no garantiza la hegemonía; es necesario asociar el idioma a la modernidad, la ciencia y la cultura de calidad. Una clave estratégica es la expansión en mercados no tradicionales como Asia y África subsahariana, donde la demanda de español como lengua extranjera crece exponencialmente por intereses comerciales. Brasil, rodeado de hispanohablantes, es otro mercado natural donde la enseñanza del español debe ser prioritaria.
La calidad de la enseñanza es otro pilar fundamental. No basta con exportar hablantes nativos; se requiere profesionalizar la didáctica del español como lengua extranjera (ELE), formando profesores competentes y creando materiales pedagógicos adaptados a cada contexto cultural. La competencia con el inglés es imposible en términos de lingua franca global, pero el español puede consolidarse como la segunda lengua internacional por excelencia, el idioma complementario indispensable en Occidente.
Finalmente, la conciencia lingüística de los propios hablantes es determinante. Es necesario superar los complejos de inferioridad lingüística y valorar la variedad propia sin caer en el localismo excluyente. El futuro del español se juega en la autoestima de sus hablantes: si los hispanos perciben su lengua como un activo valioso y versátil, capaz de expresar desde la poesía más sublime hasta el algoritmo más complejo, la expansión y vitalidad del idioma estarán aseguradas para las próximas generaciones.
BIBLIOGRAFÍA
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- FRAGO GRACIA, J.A.: Historia del español de América. Madrid, Gredos, 1999. Texto de referencia indispensable para comprender la evolución diacrónica y los procesos de formación de las variedades americanas.
- LAPESA, R.: Historia de la lengua española. Madrid, Gredos, 1981. Manual clásico que ofrece una visión panorámica y erudita de la historia del idioma, incluyendo capítulos clave sobre la expansión atlántica.
- LIPSKI, J.M.: El español de América. Madrid, Cátedra, 2004. Estudio exhaustivo que combina la perspectiva histórica con el análisis dialectológico detallado de cada región.
- LODARES, J.R.: El porvenir del español. Madrid, Taurus, 2005. Ensayo lúcido sobre los retos geopolíticos y económicos que enfrenta la lengua en el siglo XXI.
- MARCOS MARÍN, F.: Los retos del español. Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2006. Análisis sobre la situación del español en la sociedad de la información y las industrias de la lengua.
- MORENO DE ALBA, J.G.: El español en América. México, Fondo de Cultura Económica, 2001. Visión desde la perspectiva americana que revisa y actualiza los conceptos tradicionales de la dialectología hispánica.
- ROSENBLAT, Á.: Nuestra lengua en ambos mundos. Estella, Salvat, 1971. Obra que aborda la unidad del idioma y las tensiones entre las normas peninsulares y americanas con gran agudeza crítica.
- ZAMORA VICENTE, A.: Dialectología española. Madrid, Gredos, 1970. Referencia obligada para el estudio comparado de las hablas peninsulares y su proyección en el continente americano.
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Lengua y Literatura actualmente JUBILADO.
Mí último destino fue la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevaba más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho fui asesor en varios centros del profesorado y me dediqué, entre otras cosas, a la formación de docentes; trabajé durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante estuve en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías.Ahora, desde este retiro, soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo materiales útiles para el área de Lengua castellana y Literatura. ¡Disfrútala!
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