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ToggleEL PROCESO DE COMUNICACIÓN
Definimos el proceso de comunicación como el conjunto de actos mediante el cual los individuos de una sociedad establecen contactos entre sí para transmitirse información. La comunicación es, por consiguiente, un fenómeno de socialización, como ya indica etimológicamente la propia palabra. Comunicare es poner en común, hacer compartibles experiencias, ideas y sentimientos que en principio son personales e intransferibles. Todo ser susceptible de organizar su vida en sociedad se comunica, tal es el caso de la mayoría de las especies animales. En el caso del ser humano, las estructuras sociales y los procesos de comunicación adquieren el máximo grado de complejidad. Tanto es así, que en su caso, la comunicación y la interpretación son actividades prácticamente constantes: es imposible no comunicar.
Otro de los rasgos inherentes a la mayoría de los procesos de comunicación humana es su interactividad. Dos de los elementos fundamentales en todo proceso de comunicación son: emisor y receptor. Que un proceso comunicativo sea interactivo significa que emisor y receptor son susceptibles de intercambiar sus roles. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en la comunicación verbal, en la que la transmisión de la información se produce en ambos sentidos del circuito comunicativo conforme los interlocutores toman alternativamente la palabra. Existen, no obstante, actividades comunicativas en las que esta interacción no se da, procesos de comunicación unidireccionales como la comunicación literaria o la promovida por los mass-media.
En definitiva, si se trata de atribuir unos rasgos característicos a la comunicación humana, estos serán: transmisión de información, socialización e interactividad.
Realizada esta caracterización, centrémonos a continuación en cuáles son los componentes que suelen tomar parte en todo proceso comunicativo.
- Emisor y receptor: Son los terminales del circuito. El emisor codifica el mensaje mediante una actividad onomasiológica y el receptor lo descodifica mediante una actividad semasiológica. Estas actividades son inversamente proporcionales: el emisor parte de lo conceptual, lo que quiere transmitir, para llegar a lo material, lo perceptible que es el mensaje que ha construido. El receptor parte de lo perceptible, el mensaje que le han enviado, para llegar por la interpretación al contenido de dicho mensaje, atribuyendo un significado a la materia fónica que le ha sido transmitida.
- Canal: Es el medio físico a través del cual circula la señal.
- Código: Es el sistema de signos y reglas combinatorias, conocido por emisor y receptor, que les permite cifrar y descifrar en forma de mensajes (realidades compartibles) los contenidos que se transfieren. Como sabemos, en la comunicación humana son muchos los tipos de códigos que pueden utilizarse, si bien el que más nos interesa para el desarrollo de este tema es el lenguaje verbal.
- Mensaje: Es la información codificada. En todo mensaje distinguimos dos tipos de componentes: los elementos informativos, que son aquellos que de alguna manera incrementan los conocimientos del receptor; y los elementos redundantes, que son superfluos desde el punto de vista informativo, y cuya finalidad es salvaguardar la transmisión de la información, en previsión de que alguna interferencia o ruido pueda entorpecer el contacto entre emisor y receptor.
- Situación o contexto: Es el conjunto de circunstancias en el que tiene lugar la comunicación. Nos detendremos en el análisis de este factor, tal y como demanda el enunciado del tema. Tal y como espero poner de manifiesto a lo largo de esta exposición, la incidencia de este componente en los procesos de comunicación es grandísima.
LA SITUACIÓN
Llamamos situación al conjunto de circunstancias concurrentes con una emisión lingüística susceptibles de influir en su sentido. Hemos dicho, conjunto de circunstancias, de lo que se deduce que toda situación es una realidad compleja en la que podemos distinguir una serie de componentes, según G. Reyes:
- Contexto situacional: Es el marco físico en el que se produce la enunciación.
- Contexto verbal (co-texto): Es decir, los mensajes anteriores y posteriores a un determinado segmento del discurso.
- Contexto no verbal: Códigos no verbales concurrentes a la palabra: paralenguaje, cinésica y proxémica.
- Contexto emocional: Relaciones existentes entre los interlocutores y estado de ánimo.
- Contexto sociocultural: Conjunto de conocimientos, normas y convenciones sociales que comparten los interlocutores y que determinan su actuación lingüística.
Todos estos componentes inciden de un modo determinante en la actividad comunicativa. Tanto es así que la eficacia de un mensaje depende, no solo de sus características internas, sino también de su grado de adecuación al contexto en el que se produce. Podemos decir que el contenido de un mensaje es la suma de la información codificada lingüísticamente y de la información que estos componentes nos aportan. Para explicarlo con más claridad, basta con recurrir a dos términos clásicos: sentido y significación.
La significación es el contenido semántico que comporta una palabra fuera de contexto, es decir, como elemento perteneciente a un sistema lingüístico, a un repertorio léxico.
El sentido es el contenido de un enunciado o una palabra en un contexto o situación determinada. Un mensaje puede tener significado pero carecer de sentido y, por tanto, de eficacia comunicativa si no se adecua a la situación en la que se enuncia. Así, por ejemplo, una frase en inglés tendrá significado pero carecerá de sentido si la enuncio en presencia de personas que desconozcan esa lengua.
En definitiva, la situación comunicativa determina de un modo significativo el contenido de todo mensaje. Es por ello por lo que el emisor deberá tener en cuenta la situación en la que se encuentra y ajustar a ella su actuación lingüística para producir mensajes eficaces. En principio, las consecuencias que se siguen de una inadecuación del mensaje al contexto son la ambigüedad y la redundancia. Veamos un ejemplo: bisturí (ambiguo, redundante, adecuado).
Hay que decir, sin embargo, que en ocasiones el emisor produce mensajes deliberadamente inadecuados a fin de lograr un determinado efecto humorístico: ironía (contexto situacional) y parodia (contexto verbal). Todas estas cuestiones referentes a las interrelaciones de mensaje y situación son objeto de estudio de la pragmática y la lingüística del texto. A continuación, pasaré a analizar algunos de los fenómenos lingüísticos en los que la influencia de la situación en el mensaje es especialmente relevante. Todos ellos son objeto de estudio de las disciplinas anteriormente mencionadas.
LENGUAJE EN SITUACIÓN
Deixis y foresis
En la mayoría de los casos, las unidades de una lengua evocan mediante la significación, de un modo más o menos constante, un concepto. Sin embargo, existen ciertas unidades lingüísticas cuya significación es ocasional y está en función del contexto. Son las unidades deícticas y fóricas. Podemos decir que estas unidades, más que signos, son, siguiendo la terminología de Peirce, índices, ya que en lugar de evocar un concepto, apuntan hacia un elemento de la situación.
Las unidades deícticas apuntan hacia uno de los componentes de lo que hemos llamado contexto situacional. Distinguimos dos tipos básicos de deixis:
- Deixis espacial: Toma como referencia al emisor. Ejemplos: este, ese, aquel, aquí, allí.
- Deixis temporal: Toma como referencia el momento de la emisión, el ahora. Ejemplos: antes, después.
La interpretación de las unidades deícticas solo es posible si tenemos un conocimiento palmario del contexto situacional en el que ha sido emitidas. Ejemplo: Te espero aquí (por teléfono).
Por lo que respecta a las unidades fóricas, son aquellas que realizan una referencia al co-texto, de ahí que también se les haya denominado deícticos contextuales. Son de dos tipos:
- Anafóricos: Se refieren a una parte del discurso previa al momento de su enunciación: Fue a casa de Pepe. Allí le esperaba Luisa.
- Catafóricos: Se refieren a una parte del discurso posterior al momento de su enunciación: No podía creerlo: los había delatado.
Las unidades susceptibles de desempeñar esta función son de muy variada naturaleza: pronombres (demostrativos, personales, posesivos), proadverbios, proverbos, proformas léxicas. En definitiva, la interpretación de estas unidades requiere del receptor un conocimiento palmario del contexto verbal. Ejemplo: Tanto deícticos como fóricos son unidades de las que depende la coherencia y la cohesión del discurso.
Códigos no verbales
Otro ejemplo del peso que la situación tiene en el sentido de los mensajes lo tenemos en la información complementaria que los códigos analógicos o no verbales aportan a la información codificada a través de la palabra. Los códigos no verbales que concurren con la lengua son: paralenguaje, cinésica y proxémica. Posiblemente el más determinante de todos ellos sea el primero. Un mismo enunciado: Pablo ha suspendido puede cobrar múltiples sentidos en función del tono de voz con el que lo pronunciemos.
Información inferida
Como hemos dicho más arriba, la situación en la que se produce un enunciado es un conjunto de circunstancias que en sí mismas ya son informativas. De este modo, cuando hablamos es posible comunicar más cosas de las que efectivamente decimos con palabras y, obviamente, comprender cosas que no se nos han comunicado verbalmente. La situación nos permite dar por supuestas muchas informaciones a la hora de comunicarnos. Este conjunto de hechos e informaciones que forman parte de la situación reciben el nombre de supuestos. Una buena parte de los supuestos son compartidos por los interlocutores, pero otros no lo son; precisamente por eso tiene lugar la comunicación.
La información no formalizada verbalmente que podemos extraer de la situación recibe el nombre de información inferida. La inferencia es una operación mental que realizamos constantemente, aunque en la mayoría de los casos de un modo tan automático y sin esfuerzo que no somos conscientes de ella. Muy relacionado con la inferencia se encuentra el concepto de ostensión, que se corresponde con el procedimiento a través del cual el emisor pone de manifiesto uno de los supuestos de la situación para que, partiendo del mismo, el receptor infiera determinada información. Así, si en un examen en un aula de ventanas cerradas, un alumno se abanica ostensiblemente, será fácil deducir que nos pide que abramos las ventanas. Desde el punto de vista de la pragmática existen dos modos esenciales de inferir información del contexto. Dichas inferencias son la presuposición y la implicatura.
- La presuposición es una proposición no explícita asociada al enunciado de cuyo cumplimiento depende el sentido del enunciado en cuestión. La presuposición puede fundamentarse en nuestro conocimiento del mundo o en algo que ya ha sido dicho. Así, ante un enunciado como Juan se ha divorciado presuponemos, aunque no se nos diga, que Juan estaba casado. Las presuposiciones son condiciones básicas para la coherencia del discurso, y en función de ellas, es decir, atendiendo a los conocimientos del interlocutor, guían nuestras intervenciones en el diálogo; debemos calcular lo que nuestro interlocutor puede inferir para ser económicos.
- La implicatura es una deducción que el receptor hace, basándose en la intención cooperativa que atribuye al hablante. En otras palabras, la implicatura se basa en las expectativas del oyente. Este supone que el emisor, a la hora de comunicarse, se ajusta a las cuatro máximas de cooperación establecidas por Grice:
- Máxima de cantidad: No se deben emitir secuencias ni más ni menos informativas de la cuenta.
- Máxima de cualidad: Se debe decir lo que se cree que es cierto.
- Máxima de pertinencia: Se deben emitir secuencias pertinentes en esa situación.
- Máxima de modo: Se debe evitar la oscuridad.
Teniendo en cuenta estos principios, todo oyente atribuirá a los mensajes una interpretación según la cual el mensaje no los contravenga. Ejemplo: un enunciado como Juan no fue al golf de buena gana presenta la interpretación literal de que Juan no fue al golf. Sin embargo, de ser ese su sentido, estaría violándose, como mínimo, la máxima de cantidad, pues ese de buena gana es innecesario para transmitir esos contenidos. Como suponemos que el hablante se ajusta a las cuatro máximas y está dispuesto a cooperar, interpretamos que Juan sí fue al golf, aunque no lo hizo muy entusiasmado; de este modo las máximas de cooperación se respetan.
Los actos de habla
Hasta el momento, hemos hablado de la influencia de la situación en los mensajes; sin embargo, la pragmática también contempla y estudia el fenómeno inverso: la capacidad del discurso para modificar la situación.
Hablar no consiste, solamente, en expresar proposiciones verdaderas o falsas, es también llevar a cabo una acción y, en mayor o menor medida, introducir cambios en la situación. Hablar es hacer algo. Cuando alguien emite un enunciado, al margen de lo que éste signifique, está haciendo algo: afirmar, negar, etc.
La teoría de los actos de habla fue iniciada por Austin, quien distinguía dos tipos básicos de enunciados:
- Constatativos: Poseen un referente externo a sí mismos y son evaluables en términos de verdad o falsedad: Está lloviendo.
- Performativos: No se refieren a algo externo, son autorreferenciales y, por tanto, no son ni verdaderos ni falsos; constituyen una acción y por tanto se evalúan en términos de éxito o fracaso: Yo te bautizo. El éxito o fracaso de los performativos depende de que se den una serie de circunstancias contextuales. Así, un bautismo no será exitoso si no lo lleva a cabo un sacerdote; tampoco podremos amenazar a alguien sonriendo.
La teoría de Searle, en cierto modo contradice a la de Austin, pues según él, todo enunciado constituye un acto de habla. En el cual se pueden distinguir tres fases:
- Acto locutivo: Es el hecho de decir algo: Cómete la sopa.
- Acto ilocutivo: Es lo que se hace al decirlo: mandar.
- Acto perlocutivo: Son los efectos de lo que se ha hecho: si el acto es exitoso, el niño se come la sopa; si no, no.
Otra cuestión a tener en cuenta es la de los llamados actos de habla indirectos, en los que el acto ilocutivo no se corresponde de un modo convencional con su forma locutiva: ¿No te ibas? Desde el punto de vista locutivo, el contorno melódico interrogativo parece remitirnos a una pregunta; sin embargo, el auténtico contenido ilocucionario del acto es una invitación a que el interlocutor se vaya. Habitualmente, este modo de transmitir de un modo encubierto determinados contenidos se atiene a uno de los principios que suelen regir todo acto conversacional, el principio de cortesía.
Procedente de Proyecto Aula. Autor: Miguel Castro
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Miguel Castro Vidal es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo y profesor de enseñanza secundaria. Ha trabajado como preparador en CEN oposiciones (Madrid) y como profesor de ELE en el Estado de Luisiana durante siete años (cursos 2004-2005 y cursos 2009-2015). Profesor, antiguo socio y cofundador de Casa de España, New Orleans LLC, ha colaborado con Santillana en la elaboración del libro de texto Fans del Español Middle School. En los últimos tiempos, ha dedicado parte de sus energías y esfuerzos a la dinamización cultural y la animación a la lectura desde el ámbito de la biblioteca escolar. Ha sido responsable del Plan Lector del IES San Cristóbal de los Ángeles (Madrid) y coordina, desde 2018, el Proyecto de Biblioteca Escolar “Leonautas” de su centro, el IES Leopoldo Alas “Clarín” (Oviedo).
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