Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribistes, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Garcilaso de la Vega.
Gesto, rostro o impresión. Esta impresión del rostro de la amada en el alma del amado procede, como hemos visto, de la cultura neoplatónica.
Puede entenderse también como “lo contemplo o lo interpreto”
Yo lo leo tan solitario que me oculto incluso de vos. Esta acción de contemplación de la amada debe realizarla en absoluta soledad (tan solo), por un doble motivo: de acuerdo con la teoría de las sensaciones que regía en la época, no era posible imaginar un objeto sensible a la par que se contemplaba; además, el secreto amoroso obligaba al amante a la solitaria recepción de imagen y palabra poética, para que no fuesen conocidas por nadie más.
Puede entenderse también como lo interpreto o lo contemplo.
Los cuartetos se unen mediante esta anadiplosis.
No cabe en el entendimiento humano tanta belleza por lo que para entenderla hay que recurrir a la fe.
En este término cabe ver una doble interpretación: como vestido o como costumbre. Podríamos comparar estos versos con estos otros de Ausiàs March: «per vós amar fon lo meu naximent» (LVIII, 30) y «Amor, Amor, un hàbit m’he tallat» (LXXVII, 25, también imitado por Garcilaso en su soneto XXVII).
Este sintagma se corresponde con una extendida tradición de pensamiento (Sinesio di Cirene, Ugo di San Vitore, Marsilio Ficino o Giordano Bruno) que identifica el “habito del alma” con un elemento intermedio entre el alma y el cuerpo.
Solo el amor da sentido a la vida. Un tópico de la literatura universal magistralmente tratado por Garcilaso.