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José Hierro del Real (1922-2002) se erige como una de las figuras más significativas y perdurables de la poesía española contemporánea. Nacido en Madrid pero profundamente marcado por Santander, este poeta consiguió transformar las experiencias más dolorosas de su tiempo en una obra lírica de extraordinaria calidad y profundidad humana. Su importancia fundamental radica en haber sabido crear un puente estético entre la tradición poética española y las corrientes literarias europeas del siglo XX, forjando un lenguaje único que fusiona lo testimonial con lo universal, lo íntimo con lo colectivo. Perteneciente a la primera generación de la posguerra dentro de la denominada poesía desarraigada, Hierro logró consolidarse como una voz imprescindible del panorama literario español, alcanzando el reconocimiento máximo con el Premio Cervantes en 1998.
Primeros años y formación intelectual
José Hierro del Real nació el 3 de abril de 1922 en Madrid, concretamente en la calle Andrés Borrego, aunque su infancia y juventud transcurrieron principalmente en Cantabria tras el traslado familiar a Santander cuando apenas contaba dos años. Sus padres, Joaquín Hierro Jimeno, empleado de Telégrafos de origen madrileño, y Esperanza Real, natural de Santander, junto con su hermana Isabel, conformaban una familia de clase media trabajadora que proporcionó al futuro poeta un entorno estable pero marcado por las circunstancias históricas de la época.
En Santander, Hierro cursó los estudios elementales e inició la carrera de perito industrial, que se vio obligado a interrumpir en 1936 debido al estallido de la Guerra Civil. Durante estos años formativos, el joven mostró una temprana inclinación literaria que se manifestó en 1934 cuando obtuvo un premio de cuento infantil en el Ateneo Popular de Santander por “La leyenda del almendro”, obra que permaneció desaparecida durante décadas hasta su redescubrimiento casual en una donación a la Biblioteca Municipal de Santander.
Sus primeras lecturas incluyeron obras fundamentales como “El alcázar de las perlas” de Francisco Villaespesa, que según sus propias palabras le influiría inconscientemente en el uso del eneasílabo romanceado de sus primeros libros. También leyó a Gabriel Miró, cuya huella reconocería posteriormente en algunos versos. En 1936, un año crucial, conoció a José Luis Hidalgo, quien se convertiría en su amigo íntimo hasta la muerte de este último. Ese mismo año, la lectura de la primera Antología de la Generación del 27 preparada por Gerardo Diego supuso, según sus propias palabras, “una puesta al día en las corrientes más modernas de la poesía”. Durante este período también comenzó a leer a los poetas simbolistas franceses, especialmente Baudelaire, cuyas “Flores del mal” se convertirían en uno de sus libros de cabecera.
Carrera literaria y contexto histórico
El estallido de la Guerra Civil española en 1936 transformó radicalmente la vida de Hierro, convirtiéndose en el acontecimiento definitorio de su existencia. La guerra no solo interrumpió sus estudios, sino que marcó profundamente su perspectiva vital y literaria. Su padre, Joaquín Hierro, fue encarcelado en 1937 por haber interceptado el cable con que la Capitanía Militar de Burgos intentaba sublevar a la guarnición de Santander el 18 de julio de 1936, permaneciendo en prisión hasta 1941.
En septiembre de 1939, con apenas diecisiete años, José Hierro fue detenido y acusado de pertenecer a una “organización de ayuda a los presos políticos”, iniciando un periplo carcelario que se extendería hasta enero de 1944. Durante estos cinco años recorrió las cárceles de Santander, Comendadoras (Madrid), Palencia, Porlier, Torrijos (Toledo), Segovia y Alcalá de Henares. Fue procesado dos veces y condenado a doce años y un día de reclusión, aunque finalmente sería liberado tras cinco años de prisión.
La experiencia carcelaria resultó paradójicamente transformadora para el joven poeta. Lejos de quebrarlo, la prisión se convirtió en un espacio de crecimiento intelectual y humano donde dedicó la mayor parte de su tiempo a enseñar a leer e ilustrar a otros presos, actividad que Hierro siempre recordaría con modestia y orgullo. Durante este período desarrolló también su pasión por la música, aprendiendo solfeo y tocando el acordeón, elementos que posteriormente se integrarían en la musicalidad innata de sus versos. Como él mismo recordaría, recitaba versos de Alberti y Juan Ramón Jiménez a sus compañeros de celda mientras les susurraba: “Desde esta cárcel podría verse el mar”.
Al salir de prisión en enero de 1944, se trasladó a Valencia junto a su amigo José Luis Hidalgo, donde se incorporó al grupo fundador de la revista Corcel, dirigida por Ricardo Blasco. En esta etapa valenciana (1944-1946) comenzó a escribir los poemas que conformarían su primer libro, “Tierra sin nosotros”, empezando con “Mili de Castro” y “Luna de agosto”. En 1946 regresó a Santander, donde cofundó con Carlos Salomón la revista Proel, que se convertiría en una de las publicaciones poéticas más importantes de la posguerra española.
En 1949 contrajo matrimonio con María de los Ángeles Torres, natural de Santander, y en 1952 se instaló definitivamente en Madrid, donde desarrollaría el resto de su carrera. Trabajó en diversas instituciones como el CSIC, la Editora Nacional y el Ateneo, hasta incorporarse a Radio Nacional de España, donde permaneció hasta su jubilación en 1987, desarrollando una importante labor como difusor cultural y crítico de arte.
Análisis de obras principales
Tierra sin nosotros (1947) constituye el impresionante debut literario de Hierro, una obra que plasma mediante metáforas otoñales el panorama desolador de un país devastado por la guerra civil. Este libro, impregnado de desolación y desarraigo, refleja la experiencia traumática de una generación que había visto desaparecer el mundo que conocía, transformando el dolor personal en testimonio colectivo de una época arrasada. La obra se estructura en secciones que configuran un viaje emocional y temporal: “Enfrente”, “Recuerdos”, “Nosotros”, “Oraciones”, “Tierra sin nosotros” y “Epílogo”. El título mismo encapsula la esencia de gran parte de la producción poética surgida de la contienda: la imagen de una patria que fue habitable y que ahora aparece destruida, sin nosotros, sin aquellos que la habitaron. La crítica ha destacado cómo Hierro logra en esta obra inaugural evitar tanto el prosaísmo documental como el esteticismo vacío, creando un lenguaje poético que combina la urgencia testimonial con la elaboración formal.
Alegría (1947), publicado el mismo año que su debut y galardonado con el Premio Adonáis, representa la contrapartida esperanzadora y vital de su primer libro. A través de una exaltación vitalista cargada de significado, Hierro proclama la necesidad de la esperanza sin abandonar completamente la conciencia del dolor. El poemario desarrolla magistralmente la idea central expresada en sus versos más conocidos y citados: “Llegué por el dolor a la alegría. / Supe por el dolor que el alma existe”, demostrando cómo el sufrimiento puede metamorfosearse en una afirmación vital que trasciende las circunstancias adversas. El libro refleja una conciencia aguda del presente, valorando intensamente la experiencia de estar vivo a pesar de las dificultades. La crítica ha señalado que “Alegría” no constituye una negación del dolor precedente, sino una superación dialéctica que integra la experiencia dolorosa en una visión más amplia y esperanzadora de la existencia.
Quinta del 42 (1953) marca una nueva etapa en la evolución poética de Hierro, donde comienza a manifestarse su inquietud solidaria mediante la exploración de la experiencia colectiva generacional. Como el propio poeta explicó, “La Quinta del 42 era, para mí, la de los que llevaban sobre sus hombros la pesadumbre de la guerra pero en la que no representaban un papel protagonista”. Sin embargo, su aproximación al tema social se distingue radicalmente de la poesía social al uso, manteniendo una preocupación formal refinada que la diferencia del prosaísmo de otros poetas sociales contemporáneos. Este libro anticipa las vías de escape del realismo que entonces dominaba la poesía española, mostrando ya los elementos que caracterizarían su poesía de madurez: la fusión de lo personal y lo histórico, lo íntimo y lo colectivo, la memoria individual y la experiencia generacional. La obra representa un equilibrio magistral entre el compromiso social y la exigencia estética, estableciendo un puente hacia las formas más experimentales que desarrollaría posteriormente.
Cuaderno de Nueva York (1998) representa la culminación de la trayectoria poética de Hierro y uno de los mayores éxitos editoriales de la poesía española contemporánea. Tras un prolongado período de silencio creativo que duró 27 años, Hierro regresó con este libro que ha sido calificado como “una suerte de aleph de toda su obra poética”. En esta obra madura, el poeta sintetiza magistralmente toda su trayectoria lírica, retomando y desarrollando temas recurrentes como Nueva York, los compositores, la música, el desengaño barroco y los ecos de la tradición poética española. Los 32 poemas que componen el libro no constituyen una mera descripción de la gran ciudad, sino una reflexión profunda sobre la existencia humana, de la que Nueva York es símbolo y revelación. El libro establece un diálogo múltiple con la metrópolis donde tiempo y espacio entrelazan sus coordenadas, creando una visión cosmopolita y universal que conecta lo particular con lo eterno. La obra se convirtió en un fenómeno editorial inesperado, despachando más de 30.000 ejemplares, un auténtico milagro comercial en el mercado de la poesía española.
Estilo literario y aportaciones
El estilo poético de José Hierro se caracteriza por una síntesis excepcional entre tradición e innovación, logrando combinar un lenguaje aparentemente sencillo y directo con una profundidad simbólica extraordinaria. En el prólogo a sus “Poesías Completas” (1962), el propio Hierro estableció una distinción fundamental entre dos modalidades compositivas: los “reportajes“, que abordan el tema poético de manera directa y narrativa, y las “alucinaciones“, de tono más hermético y complejo, donde se funden el recuerdo y la imaginación. Esta técnica alucinatoria, que confunde tiempos y espacios creando una realidad visionaria, constituye una de sus principales innovaciones técnicas, conectando con las corrientes irracionalistas de la poesía europea contemporánea.
La musicalidad ocupa un lugar central en la poesía de Hierro, quien concebía sus versos como “música con palabras”, reflejando la formación musical adquirida durante su estancia en prisión. Su dominio técnico se manifiesta en la utilización magistral de diversas formas métricas, desde el soneto clásico hasta el verso libre y el versículo, siempre supeditadas al servicio de la expresión emocional. Su capacidad para crear ritmos únicos y su utilización sofisticada del simbolismo fónico demuestran una sensibilidad especial hacia los aspectos sonoros del lenguaje poético. Como él mismo explicaba, la musicalidad constituía el motor primero de sus versos, funcionando como una célula rítmica que se desarrollaba hasta convertirse en melodía completa.
Hierro desarrolló también técnicas innovadoras como el collage lingüístico, incorporando elementos diversos: frases escuchadas, noticias periodísticas, referencias culturales, creando texturas poéticas complejas que enriquecían la experiencia de lectura. Su metodología creativa partía de “una serie de datos confusos, almacenados día tras día”, que se iban “aclarando, sedimentando, y acababan cristalizando en un poema”. Esta técnica, similar a la empleada por poetas como John Ashbery, le permitía integrar lo cotidiano y lo sublime, lo inmediato y lo eterno. La evolución de su obra puede caracterizarse como un tránsito desde una poesía testimonial hacia una escritura más introspectiva y experimental que combina rigor técnico con audacia verbal, manteniendo siempre la coherencia de una voz poética inconfundible.
Legado e influencia
El legado de José Hierro en la literatura española contemporánea resulta indiscutible por su capacidad para influir decisivamente en generaciones posteriores de poetas y por su contribución fundamental a la renovación del lenguaje poético español. Su obra ha dejado una huella imborrable que trasciende las clasificaciones generacionales, conectando con la esencia misma de la condición humana y estableciendo un modelo de excelencia artística y compromiso ético. A lo largo de su carrera, Hierro obtuvo los reconocimientos más prestigiosos del panorama literario: Premio Adonáis (1947), Premio Nacional de Poesía (1953 y 1999), Premio de la Crítica (1958, 1965 y 1998), Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1981), Premio Nacional de las Letras Españolas (1990), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1995), y culminando con el Premio Cervantes (1998), máximo galardón de las letras hispanas.
Su relevancia actual se mantiene intacta gracias a su capacidad para abordar temas universales con una voz auténtica y profundamente comprometida. La poesía de Hierro continúa resonando en nuestro tiempo porque supo capturar no solo las heridas específicas de su época, sino también las preocupaciones eternas del ser humano: el tiempo, la memoria, el amor, la muerte y la búsqueda de sentido. Su obra ocupa un lugar fundamental en la poesía de lengua española del último medio siglo, siendo considerado el máximo exponente de la poesía existencial de posguerra y un referente ineludible para comprender la evolución de la lírica española contemporánea.
La creación en 2003 del Centro de Poesía José Hierro, transformado en 2006 en la Fundación Centro de Poesía José Hierro, perpetúa activamente la memoria del poeta mediante la organización de talleres, seminarios, recitales y eventos artísticos y literarios. Este centro, que alberga también la única exposición permanente de su obra pictórica, testimonia la faceta menos conocida pero igualmente significativa de un creador que dedicó gran parte de su vida a la pintura, convencido de que “la única forma de vender libros de poesía es dibujándolos”. Su legado perdura no solo en su extensa y fundamental obra poética, sino en su ejemplo de integridad humana y compromiso artístico que continúa inspirando a nuevas generaciones de creadores, consolidando su posición como una de las voces más necesarias e influyentes de la literatura española del siglo XX.
José Hierro. Reportaje
José Hierro. Canción de cuna para dormir a un preso
José Hierro. Despedida del mar.
José Hierro. Respuesta
José Hierro. Ballenas en Long Island
José Hierro. Mañana primera
José Hierro. Réquiem
José Hierro. Llegada al mar
José Hierro. Amanecer.
José Hierro. El autor y su obra. 2025
José Hierro. Caballero de otoño
Autor
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Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías. Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!
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