La prosa medieval.

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La prosa medieval.

Introducción.

            Nace en romance mucho después del verso. Por ella se entiende discurso que va hacia delante frente al verso, considerado como discurso que vuelve según medida: el verso tenía mayor prestigio, mientras que  la prosa tenía que disociarse del romance vulgar e irle ganando terreno al latín como lengua de cultura.

            De ahí que fuera inicialmente, eminentemente didáctica. Mientras que en Francia e Italia las primeras muestras de prosa son jurídicas, en España son religiosas: las glosas. Las emilianenses datan de fines del IX y principios del X y proceden del Monasterio de San Millán de la Cogolla. Está en latín y es una miscelánea religiosa que al final incluye un glosario y varios comentarios en romance. Las glosas silenses proceden del Monasterio de Santo Domingo de Silos y tienen un glosario similar al anterior, pero, esta vez, a una compilación de los pecados agrupados en torno a los Diez Mandamientos para la confesión.

Tipología (López Estrada)

  • Sermones: la Iglesia va evangelizando en romance al pueblo por medio de este género, que ya existía en la tradición bíblica-latina. A partir de finales del siglo XII va introduciendo cuentos breves, sermones, refranes,… convirtiéndose en un antecedente de la literatuta cuentística y de exempla, al tiem po que toma buena parte del acervo de la oralidad del pueblo.
  • Prosa gnómica o sentenciosa: Es didáctica y sentenciosa: son guías muy populares de comportamiento para el creyente bajo formas de máximas, pensamientos, citas apócrifas o ciertas de autoridades de la Antigüedad,… que fueron agrupadas en summas.
  • Proverbios y refranes: expresaban una experiencia y un consejo que se encerraban en una oración breve: en ellos se mezclaba lo culto con lo popular. Sirvieron de libro de referencia a muchos autores del siglo XIV.
  • Prosa histórica y legislativa: a pesar de no ser literatura, López Estrada se limita a destacar que toman categoría artística por la calidad de su prosa, al ser la lengua de cancillería la que irradia la norma. Se conservan un resumen en castellano de la Historia Roderici y fragmentos en las Chronicas Navarras.
  • Ficción (Exempla):Es el primer género de ficción en el Medievo. Básicamente, es un relato breve moral o moralizado que se cita en apoyo de una doctrina, por lo que carecen de autonomía. Entran en España en el siglo XII y empiezan a decaer a finales del siglo XV. Aunque entra por vía árabe, tiene un origen occidental: la oratoria práctica de Cicerón y Quintiliano, ejemplarmente difundida en el Medievo por El libro de los dichos y hechos memorables, de Valerio Máximo.
  • Ficción (Fábulas): Es un relato de índole verosímil, no realista, de preferente predominio de los protagonistas animales personificados. Se agrupaban en Isopetes (por el fabulista Esopo, lo que delata su origen igualmente occidental). Junto a los exempla, darán lugar a los cuentos.
  • Ficción (Cuentos): Eran relatos breves, pero de una extensión mayor a los dos tipos anteriores. La figura principal es el narrador como voz que sirve de referente moral, religioso y filosófico: de ahí que apenas existieran diálogos. Los protagonistas son seres humanos o personificados.
  • La influencia oriental de los cuentos es notable: el sentido de lo didáctico es eminentemente oriental. De hecho, como luego veremos, el Arzobispo Don Raimundo crea, ya en el siglo XI, la primera escuela de traductores une a árabes, judíos y cristianos para verter, generalmente con el latín como lengua puente, obras de origen oriental. En esta línea se escribe Disciplina clericalis, obra de principios del siglo XII del judío español Pedro Alfonso. Es la primera colección de cuentos orientales conocida en occidente: se compone de 34 cuentos engarzados entre sí por una ficción que sirve de marco, donde un padre alecciona a su hijo mediante una sucesión de cuentos que no retoman la trama: es una estructura acumulativa y abierta: trama-exempla.

La escuela de traductores de Toledo.

            Al-Ándalus puso al alcance de Europa libros en árabe, no sólo de escritores árabes, sino también títulos y pensamientos hindúes, persas y grecolatinas perdidas entonces en la tradición occidental.

            Las traducciones se iniciaron en el siglo X en el monasterio de Ripoll con el latín como lengua final. Tal monasterio fue cita de todos los hombres sabios de Europa, independientemente de sus confesiones.

            Cuando Toledo fue conquistada en 1085 se vio que allí había una enorme tradición bibliográfica y un fuerte polimorfismo de culturas. En el siglo XI se iniciaron allí las primeras  traducciones eclipsando a Ripoll. La figura clave de esta empresa es Raimundo, arzobispo de Toledo de 1126 a 1152: reunió a musulmanes, cristianos y hebreos en una gran biblioteca.

            Además de la sabida tradición musulmana, los judíos aportaron toda la tradición hispanojudía y su sabiduría en traducciones del árabe, pues todos ellos eran habitantes de Al-Ándalus que habían venido a Toledo refugiándose de las represiones almohades.

            La dificultad de traducir directamente al latín –pocos eran los que dominaban la lengua de origen y la latina- hizo preciso que un judío realizara un tosco borrador intermedio en castellano, que a veces, incluso, pudo ser oral. Este borrador era vertido al latín por cristianos generalmente. Recuérdese que tales traducciones no eran literarias sino literales: de ahí múltiples los calcos morfosintácticos de otras lenguas que delatan estos libros.

            Fue Fernando III quien, en la primera mitad del siglo XIII, notó la necesidad de fijar los borradores castellanos. Por un lado, las lenguas romances se van revalorizando como lengua de cultura cada vez más; por otro, el cristiano era la lengua común a las tres etnias, lo que facilitaba el trabajo.

            La necesidad de fijar un modelo para los traductores fue una de las causas que llevaron Alfonso X a fijar lo que conoceremos como castellano alfonsí.

Fernando III.

            Es el verdadero iniciador e impulsor de la prosa  en castellano en la primera mitad del siglo XIII. La obra producida bajo sus auspicios pueden dividirse en los siguientes grupos:

  • Obras didáctico morales: Dentro de la literatura gnómica y de refranes destacan El libro de los doce sabios y El libro de los cien capítulos, mientras que la literatura de debates aparece en El diálogo del Cristiano con el judío. Bonium o Bocados de ogro es un libro de cuentos con cuento-marco: un rey persa va a la India en busca de un sabio hindú quien le alecciona.
  • Obras históricas y legislativas: Hizo, entre otros títulos, Historia de los godos –con poemas épicos prosificados- y la traducción del Fuero Juzgo.
  • Calila e Dimna: Se tradujo del árabe en 1251 por orden de Alfonso X, aún infante, aunque bajo la protección de Fernando III.
  • Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de la muyeres, de 1253: proviene de un manuscrito árabe, que, a su vez, es traducción de uno sánscrito. Es didáctico pero con notas picantes por influencia de los fabliaux franceses y de la misma sensualidad árabe. Inaugura en la tradición hispánica dos cuentos luego recurrentes: el de Trotacoventos y el de la lechera. En cuento marco, se cuenta cómo la madrastra de un príncipe intenta seducir a éste sabiendo que él ha de silenciar la propuesta. El príncipe pide consejo a sus sabios y éstos le aleccionan con exempla misóginos. Tras cada uno de ellos se reanuda la trama y, efecto, las ideas del exemplum se cumplen. Tiene por tanto una estructura cerrada: trama-exemplum-trama.
  • La doncella Teodora se sitúa en la literatura gnómica, donde esta doncella es aleccionada por un grupo de sabios.

Alfonso X.

         Sucede en su labor a Fernando III durante su reinado, de 1252 a 1284.  Promueve  la traducción y  redacción  en castellano de obras jurídicas, históricas y científicas, además de literarias; pero lo más importante es que hace de este idioma lengua de cancillería. Según se deduce del Libro de la ochava esfera, incluso llegó a participar en la corrección de textos en castellano drecho personalmente. Tal modalidad seguirá siendo el esqueleto base de la norma castellana hasta los Siglos de Oro; no sólo desde el punto de vista ortográfico, sino del propio sistema: introdujo oraciones más largas, perfeccionó el sistema de las conjunciones, explicaba los cultismos que luego han quedado integrados en nuestro idioma,…

Obras históricas.

            Una de las principales es la Crónica General o Estoria de España (versión definitiva de 1270-1274). Trata de agrupar todas las noticias sobre España desde Noé hasta su predecesor, Fernando III, afán inédito en las letras castellanas. Según Menéndez Pidal, el último tercio no fue revisado por Alfonso X, sino por su sucesor Sancho IV (reinado, 1258-1295), mientras que Diego Catalán aduce que esta parte fue reformulada en la segunda mitad del siglo XIV.

            Hay digresiones sobre temas no ibéricos sino occidentales, como Roma, el papado,… Tal vez, según Francisco Rico, fue este giro hacia la historia universal lo que no satisfizo al monarca e hizo que la abandonara como proyecto.

            Sus fuentes son las crónicas latinas y árabes medievales sobre la del Tudense y la del Toledano. Igualmente tomó en cuenta, para los primeros capítulos, el Antiguo Testamento  y otros textos eclesiásticos.

            La intensidad con que narra el Medievo se intensifica al resumir y prosificar algunos poemas épicos, algunos de ellos perdidos, como La condesa traidora, Cantar de Sancho II, Romanz del Infant García, Bernardo del Carpio, Mió Çid y Los siete Infantes de Lara.

            Otra obra historiográfica importante es la General Estoria, donde, con el  mismo método que la anterior, trata de recoger en seis partes la historia de todos los pueblos vivos en el siglo XIII.

            Parte igualmente del Antiguo Testamento, pero las partes históricas de la Biblia toman asiento en la Historia Escolástica de Pedro Coméstor (especialmente para los datos profanos), y las Glossas ordinarias y las Antigüedades judías, de Josefo. Esta vez añade una interpretación histórica de los mitos, tomados de las Metamorfosis, de Ovidio.

Obras científicas.

            Fueron las más divulgadas y traducidas, y las que le reportaron al rey el sobrenombre de El Sabio. En las Tablas Alfonsíes y en los Libros del saber de la Astronomía, usados hasta el Renacimiento, se describe los movimientos de los planetas y las medidas del tiempo siguiendo a Tolomeo.

            El Picatrix y el Lapidario tratan de astrología y de las propiedades astrológicas de las piedras según su signo astrológico, respectivamente.

            Por último, en el Libro de axedrez, dados y tablas, traducido del árabe, se da el mejor tratado de ocio de la Europa de su tiempo. Plantea en él al hombre en una nueva dimensión cultural: la necesidad del ocio.

Obras jurídicas.

            Continúa unificando y sintetizando saberes, pero esta vez con la intención de unificar jurídicamente su reino: son importantes el Fuero real –promulgado antes de su muerte- el Setenario –incluido en Las Siete Partidas– y Espéculo. Pero su obra capital es Las Siete Partidas:  es un auténtico manual de marco de convivencia. Por eso incluye disquisiciones acerca de lo religioso, la amistad, lo didáctico, lo lúdico,.. todo lo que había que regular de las costumbres y usos de su época:

Estructura de Las Siete Partidas.

 

I.- Religión y estados eclesiales.

II.- Emperadores, reyes y otros señores.

III.- Justicia.

IV.- Matrimonio y familia.

 

V.- Empréstitos, cambios y compras.

VI.- Testamentos y herencias.

VII.- Delitos civiles y sanciones.

 

Don Juan Manuel y la prosa del siglo XIV.

  • Es el siglo de la aparición de la burguesía con cierta pujanza, la iglesia se ve sometida a numerosas herejías y las calamidades provocan manifestaciones religiosas extremas: el espíritu caballeresco se ve debilitado como estamento por sus continuas luchas contra los nobles. En este contexto, Don Juan Manuel, sobrino de Alfonso X, se integra de lleno en su clase: lucha contra los reyes y llega a aliarse con el monarca musulmán de Granada: sus libros están dirigidos a apuntalar la conciencia de pertenecer a un clase, la caballeresca.
  • No obstante, este sentimiento de pertenencia se compensa con un extremo individualismo literario hasta el punto de dedicarse a la escritura exclusivamente. Es la primera vez que esto sucede en las letras hispánicas: retoca continuamente sus obras con sentido de propiedad intelectual; no cumple con la humilitas propia de la retórica: finge desconocer el latín para mostrarse original y defiende la primacía del castellano; otro rasgo de su individualismo es insertar sus obras en su tiempo e insertarse él mismo como personaje.

 

Libros conservados

Libros perdidos

–       Libro infinido: se educa a un hijo para que mantenga las costumbres caballerescas.

–       Libro de la caza: manual de ocio noble para los de su estamento.

–       Crónica abreviada: Resumen de la Chrónica General , de Alfonso X.

–       Tractado de la asunción de la Virgen.

–       El conde Lucanor

–       El libro de los estados: los describe en la línea de las danzas de la muerte.

–       El libro del caballero y del escudero: en él ambos mantienen un diálogo, o fabliella, donde aquél adoctrina a éste sobre las esencias de la caballería.

–       El libro de los sabios.

–       El libro de las cantigas.

–       El libro de la caballería.

–       El libro de los engennos.

–       Las reglas de trovar.

 

Libro de los exemplos del conde Lucanor e de Petronio.

            Consta de siete partes: en los dos prólogos alega que el libro está escrito para que el hombre –debemos de entender “el caballero”- lo aproveche en este mundo y guarde fama, hacienda y honra para salvar su alma. Dice escribir para lectores legos y desconocedores del latín con la intención que arriba señalamos. Su público, no obstante, son los nobles: los temas tratan los problemas propios de éstos y las soluciones on propias de esta perspectiva.

            En las partes segunda, tercera y cuarta las escribió, aduce, por petición del noble Jaime de Xérica, quien le encareció la obscuritas como señal de prestigio y docta letra: son cien, cincuenta y treinta proverbios, respectivamente, del acervo tradicional, pero manipuladas y oscurecidos por mero juego literario. Con ello se demuestra que no escribía para legos, como escribía en el prólogo, sino para una elite de la cultura romance: su estamento.

            La quinta parte retorna al conde Lucanor y a su Petronio: ahora expone éste claramente, sin exempla, qué debe hacer un hombre para salvar su alma.

La primera parte.

            No obstante, es la primera parte la que cuenta con mayor fama e influencia: estructuralmente responde al conjunto de cuentos que están en función de uno principal que les sirve de marco. En nuestro caso se trata de los exempla que Petronio le ofrece a su señor para ilustrar una idea social. Esta idea social es de tipo práctica: siempre remite al ideal ético de su estamento:  salvar el alma cuidando en la tierra la fama, la hacienda y la honra.

            La lengua y estilo de la obra presenta, según Joaquín Casalduero, una evolución de lo más fácil a lo más oscuro: lo fácil serían los exempla, propios dl adoctrinamiento directo; mientras que los proverbios son orientados a la condición de elite culta de su estamento.

            Utiliza la amplificatio de repetición por variación (repetición léxica, sinónimos juntos, enumeraciones,…) acumulativos para aclarar o alargar los cuentos, y la abreviatio para las síntesis de verso y proverbios.

            La estructura de cada exemplum es la siguiente:

  • Marco primero:
    • Presentación del asunto.
    • Fabliella, o diálogo preparatorio que plantea el tópico puer-senex.
    • El conde pide el consejo.
    • Petronio lo anuncia. Como la petición, está en estilo directo y en tiempo presente.
  • Exemplum::
    • Presentación.
    • Planteamiento.
    • Desenlace.
  • Vuelta al marco inicial:
    • Enseñanza de Petronio.
    • Síntesis de ésta en versos en tiempo futuro, que expresan universalidad de conductas prácticas futuras.

            Los antecedentes se encuentran en el Sendebar y en Disciplina clericalis. De éste toma las sentencias finales a modo de síntesis de Petronio y su estructura abierta-acumulativa, mientras que del primero recoge el tipo de sabio fiel a la instrucción práctica de su señor. Sin embargo, a diferencia de éstos, su conciencia de clase le lleva a anular el carácter tradicional e impersonal de los cuentos: es un libro hecho por un noble y para nobles de su tiempo, no de otro.

            Para la Juan Luis Alborg, el predominio de la primera persona es igualmente de influencia árabe; este influjo lo remarca Mª Jesús Lacarra al atender al sentido pragmático, y no religioso o espiritual, de la obra, diferenciándose en esto de la clerecía del siglo XIII.

            Por otro lado, parece evidente la influencia dominica en el libro. La orden la funda Domingo de Guzmán en 1213 dando una clara primacía a la literatura sermonística. Tras el Concilio de Letrán, esta orden desarrolló un gran número de breviarios de cuentos para los sermones de la homilía. Don Juan Manuel, estrechamente relacionado con esta orden, tomó los cuentos mismos y el recurso de la amplificatio para los prólogos: el sermon se inicia con una sentencia que luego aclara con este recurso.