Poesía barroca

CULTERANISMO Y CONCEPTISMO, DOS TENDENCIAS OPUESTAS, PERO RELACIONADAS

Ya hemos dicho que la literatura barroca busca la belleza y la sorpresa complicando y retorciendo tanto la forma como el contenido de las obras. Partiendo de esta base, dentro del estilo barroco, se distinguen dos corrientes.

EL CULTERANISMO

  • Prevalecería la forma sobre el contenido; lo importante no está en lo que se dice, sino en cómo se expresa; el tema es mínimo, lo que cuenta es la belleza formal.
  • Multiplica y retuerce las palabras, alterando su orden, recurre a un léxico culto con numerosos latinismos.
  • Los autores se dirigen a los sentidos, se presta especial atención al color, a la luz, al sonido, al tacto…
  • Los recursos expresivos más habituales son: cultismos, hipérboles, hipérbatos, metáforas, perífrasis y encabalgamientos abruptos.
  • Su principal representante es Góngora.

 EL CONCEPTISMO

  • Prevalecería el contenido sobre la forma; lo importante está en lo que se dice y en poder expresar muchas ideas con pocas palabras, asociando con ingenio distintos conceptos.
  • Utiliza las palabras justas y con sumo rigor, SE PREOCUPA POR ENCONTRAR el término exacto y cargarlo de intención.
  • Los autores se dirigen a la inteligencia, se presta especial atención al sentido de los términos y a la combinación de sus significados.
  • Los recursos expresivos más habituales son: antítesis, paralelismos, paradojas, elipsis, paronomasias, equívocos y juegos de palabras.
  • Sus principales representantes son Quevedo y Gracián.

Visto así, parecería que se trata de tendencias opuestas, cuando, en realidad, ambas responden a un mismo principio, reflejar la complejidad del mundo rompiendo el equilibrio de la expresión en sus dos vertientes.

LA POESÍA BARROCA

El contraste, el retorcimiento y la artificiosidad dominan en todos los órdenes. Si la lírica renacentista se caracterizó por la naturalidad y el equilibrio dentro de una actitud contemplativa, de admiración por aquello que amamos (el ideal femenino o el propio Dios), la barroca se distingue por lo contrario. Ya no existen formas ni vías prefijadas, el poeta se encuentra ante una realidad caótica y desarticulada, que exige un esfuerzo de interpretación para comprenderla racionalmente.

TEMAS Y MOTIVOS LITERARIOS

La poesía barroca se orienta en dos direcciones.

  • Hacia lo exterior, hacia el disfrute de los goces terrenales (“CARPE DIEM”), que conducen al idilio amoroso, erótico, al placer, a las formas exuberantes; sus motivos cubren un arco muy amplio, que va desde lo más sublime a lo más vulgar: la juventud, la fuerza, el amor, el deseo, el lujo, el capricho, el juego, el vino, la embriaguez, el carnaval, la fortuna, con una serie de símbolos recurrentes: el oro, las piedras preciosas como rubíes y zafiros, los tonos suaves, nacarados, el fuego de la pasión o el hielo de la indiferencia.
  • Hacia lo interior, denunciando la vanidad del mundo (“SIC TRANSIT GLORIA MUNDI”) con formas doloridas, que se centran en el paso del tiempo, la finitud de la vida y la certeza de la muerte; sus motivos predilectos son la decadencia, el pecado, la vejez, la muerte, expresados mediante símbolos como el reloj, las ruinas, las flores, el arte, el sueño, el teatro o el viaje como itinerario del hombre hacia Dios o como exploración interior.

FORMAS Y GÉNEROS

Se suelen distinguir hasta cuatro estilos distintos.

  • Una lírica culta basada en el endecasílabo, sonetos, o en su combinación con el heptasílabo, liras y silvas, para tratar temas elevados (amorosos, mitológicos, morales o filosóficos).
  • La poesía en verso castellano, octosílabo, redondillas, quintillas, décimas, muy adecuadas para los juegos conceptistas.
  • El Romancero Nuevo, que incorpora temas moriscos, pastoriles, mi-tológicos, morales.
  • Canciones de tipo tradicional y popular, letrillas, villancicos y seguidillas, con temas costumbristas, satíricos o religiosos.

RECURSOS EXPRESIVOS

Se crea un lenguaje literario que se aparta del usual en todos los niveles.

  • Fónico: cultismos, sobre todo los esdrújulos por su sonoridad (“púrpura”, “aéreo”, “émulo”, “cándido”).
  • Morfosintáctico: sintaxis latinizante y de gran complicación (hipérbaton, perífrasis, encabalgamiento).
  • Léxico-semántico: vocabulario colorista y sensorial (“oro”, “plata”, “nácar”, “cristal”, “lilio”, “rosas”), neologismos, latinismos, helenismos, derivados sorprendentes (“pretenmuela”, no llega a pretendiente, “archipobre”, “protomiseria”), metáforas audaces, hipérboles, paradojas, antítesis (“ayer naciste y morirás mañana”).
  • Pragmático: citas de otras obras, alusiones mitológicas.

FÉLIX LOPE DE VEGA Y CARPIO (1562-1635)

La vida y la obra de Lope de Vega están íntimamente ligadas. Nace en Madrid en el seno de una familia modesta. Pronto revela un talento prodigioso: escribe poemas a los cinco años y piezas de teatro a los diez. Se educa con los jesuitas y estudia en las universidades de Alcalá y Salamanca. A los veintiún años participa en la conquista de las Azores, y se alista luego en la Armada Invencible. Vinculado a la Corte, sirve como secretario a varios nobles, como el duque de Alba, aunque su principal ocupación sea la literatura, particularmente el teatro. Su vida sentimental será muy agitada. Se enamora de Elena Osorio, pero ella le abandona por un hombre más rico, así que se casa con Isabel Urbina y, cuando ésta fallece, con Juana de Guardo, aunque, al mismo tiempo, tiene amores con Micaela Luján. A los cincuenta años, sufre una fuerte crisis por la muerte de Juana y, sobre todo, de su hijo predilecto, Carlos Félix. Entonces se ordena sacerdote, pero el amor vuelve a tentarle: conoce a Marta Nevares, casada y a la que dobla la edad, y vive un amor adúltero y sacrílego con ella. Sus últimos años están marcados por la enfermedad y las dificultades económicas. Su entierro se recuerda como una de las manifestaciones de duelo más multitudinarias que ha visto la historia de Madrid.

Lope tiene fama de ser un poeta claro y moderno, que refleja en sus versos las cuatro pasiones que marcaron su vida: la mujer, la literatura, la patria y Dios. Su obra se suele dividir en cuatro bloques:

  • Poesía épica: La dragontea, cuenta la historia del famoso corsario Francis Drake; El Isidro, sobre la vida del santo madrileño; La hermosura de Angélica, mezcla episodios históricos, legendarios y amorosos en las luchas con los musulmanes en España y Francia; La Jerusalén conquistada, sobre la tercera cruzada de Ricardo Corazón de León; La corona trágica, trata de la prisión y muerte de María Estuardo; y La gatomaquia, un poema burlesco con celos, raptos y luchas que cuenta los amores de tres gatos, Marramaquiz y Micifuz, que pretenden a Zapaquilda.
  • Poemas didácticos sobre preceptiva literaria: El arte nuevo de hacer comedias.
  • Poesía popular: Integrada por romances, sobre todo de tipo pastoril y morisco, en los que recuerda episodios sentimentales de su juventud con Elena Osorio. Al margen de ellos, encontramos un Romancero espiritual, testimonio de su crisis.
  • Poesía lírica culta: Especialmente sonetos, más de tres mil, de inspiración petrarquista y temática muy variada: amorosos, religiosos, mitológicos, burlescos… Destacan tres libros: Rimas, Rimas sacras y Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos.

LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE (1561-1627)

Nace en Córdoba, en una familia acomodada, que le proporcionó una excelente formación, se dice que a los nueve años ya dominaba el latín y el griego. Estudia con los jesuitas y, más tarde, en la Universidad de Salamanca, donde lleva una vida ociosa y despreocupada, hasta que decide seguir la carrera eclesiástica y se ordena sacerdote. Amante del lujo, escandaliza por su afición a los naipes, a los toros, a las comedias y a las tertulias. Frecuenta la Corte buscando el favor de los poderosos para mejorar su posición social y económica. Llega a ser capellán de Felipe III, lo que abona su fama y reputación.

Entra en contacto con otros escritores, como Lope y Quevedo, granjeándose su feroz     enemistad. En los últimos años de su vida, pierde apoyos en el entorno del rey y pasa   serios apuros económicos. Enfermo y arruinado, regresa a Córdoba, donde muere.

La obra de Góngora, breve, aunque oscura y compleja, cae en el olvido hasta que los poetas de la Generación del 27 la recuperan en el tercer centenario de la muerte del autor. Comprende romances, letrillas y sonetos (entre todos suman unos trescientos), así como dos poemas mayores:

  • Romances: Fueron muy famosos en su tiempo, se cantaban e incluso se representaban en las calles. Los hay caballerescos, moriscos, de cautivos, mitológicos, burlescos, humorísticos, costumbristas, amorosos.
  • Letrillas: Son composiciones de arte menor, con un estribillo al final de cada estrofa, que tocan temas amorosos, religiosos y, sobre todo, satíricos y burlescos.
  • Sonetos: Dedicatorios, amorosos, satírico-burlescos, fúnebres, morales, sacros, patrióticos.
  • Fábula de Polifemo y Galatea: Consta de sesenta y tres octavas reales. De tema mitológico, narra el amor del cíclope Polifemo por Galatea, una ninfa, que a su vez está enamorada de un joven pastor, Acis; el gigante, despechado, decide vengarse de ella y mata a Acis arrojándole un enorme peñasco; del cadáver del joven brotará un río, cuyas aguas llegarán al mar, morada de la ninfa Galatea, una hermosa imagen que renueva el tópico del “amor post mortem”.
  • Soledades: Se trata de una obra inacabada, concebida en cuatro partes, de las que sólo llegó a escribir la primera (1098 versos) y un fragmento de la segunda (979 versos). Un joven náufrago llega a una playa, donde es recogido por unos cabreros con los que participa en una boda aldeana; más tarde pasa unos días viviendo con unos pescadores y sus bellas hermanas hasta que decide proseguir su camino. En realidad, el argumento no es más que una excusa para exhibir el estilo culterano en una descripción idealizada de la naturaleza a través de la soledad de los campos, de las riberas, de las selvas y del yermo.

FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS (1580-1645)

Nace en Madrid. Su padre era secretario personal de la reina y su madre, dama de honor, por lo que, desde la infancia, conoce bien la vida palaciega. Estudió con los je-suitas y en las Universidades de Alcalá y Valladolid. Comienza una brillante carrera en la Corte, que le lleva hasta Italia, donde participa en arriesgadas misiones diplomáticas. Sin embargo, cae en desgracia y sufre destierro en su señorío de la Torre de Juan Abad, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real). Es una etapa oscura y desgraciada que marcó su carácter escéptico y decepcionado. La subida al trono de Felipe IV le devuelve a la vida pública, el rey lo perdona y le convierte en su secretario. Sin embargo, nuevas intrigas le llevan a la cárcel acusado de conspiración. Cuando queda en libertad, Que-vedo es un hombre acabado; se retira y muere dos años más tarde.

Fascinado por la crudeza de la vida, conmocionado por los súbitos cambios de la fortu-na, su obra poética suele dividirse en cinco bloques, atendiendo a su temática:

  • Poesía satírica y burlesca: Sonetos y romances donde critica con ingenio ymordacidad a sus rivales literarios, a los pícaros, a los mendigos, a las mujeres, a los matrimonios, a los médicos, a las viejas… prácticamente no hay tipo humano que salga bien parado.
  • Poesía metafísica y moral: Se centra en la vanidad de la vida y en la fragilidad de nuestras obras. La existencia del hombre está condenada de raíz, todos cumplimos un destino fatal que nos lleva de la cuna a la sepultura, y ser conscientes de ello nos convierte en la más infeliz de las criaturas, ya que una muerte conocida es una muerte adelantada.
  • Poesía religiosa: Trata de la relación con Dios, el juez supremo de quien depende la salvación eterna.
  • Poesía política: Expresa el dolor por la decadencia de España.
  • Poesía amorosa: Parece ser que Quevedo pasó veinte años enamorado de una dama de la familia de Medinaceli, Luisa de la Cerda, sin ser correspondido. Sus primeras composiciones se atienen a los tópicos petrarquistas (mujer de cabellos de oro, labios rojos y dientes nacarados), aunque luego ese amor se personaliza y aparecen los desprecios de la amada y los reproches por la dureza de su corazón. La obsesión de Quevedo por la caducidad de todas las cosas afecta también al amor, aunque la pureza de este sentimiento parece trascender la muerte.