El romancero viejo
El Romancero viejo es un conjunto de poemas narrativos breves, anónimos y de tradición oral que surgieron en España entre los siglos XIV y XV. Estas composiciones poéticas, conocidas como romances, se caracterizan por:
Características principales
- Versos octosílabos con rima asonante en los pares
- Transmisión oral, aunque posteriormente fueron recopilados por escrito
- Temas variados, generalmente de carácter narrativo
- Estilo sencillo y directo, con predominio del diálogo
Temas principales
Los romances viejos abarcan una amplia variedad de temas, que se pueden clasificar en:
- Históricos: Narran eventos de la historia española, como la caída del reino visigodo o las hazañas del Cid.
- Fronterizos: Relatan sucesos ocurridos en la frontera entre los reinos cristianos y musulmanes durante la Reconquista.
- Carolingios: Basados en leyendas sobre Carlomagno y sus caballeros.
- Novelescos: Tratan temas de amor, aventuras y tragedias personales.
- Líricos: Expresan sentimientos y emociones, con menor carga narrativa.
Importancia cultural
El Romancero viejo es fundamental en la literatura española por:
- Reflejar la mentalidad y los valores de la sociedad medieval
- Preservar tradiciones orales y leyendas históricas
- Influir en la literatura posterior, incluyendo el Romancero nuevo del Siglo de Oro
Álora, la bien cercada
El romance “Álora, la bien cercada” narra un episodio dramático de la Reconquista española. El poema describe el asedio de la ciudad de Álora por el Adelantado de Andalucía, Don Diego de Ribera, en 1434. La acción se desarrolla una mañana de domingo, cuando las tropas cristianas cercan la ciudad, provocando la huida de los habitantes musulmanes hacia el castillo, llevando consigo sus bienes.
En medio del caos, un joven moro permanece en las almenas, armado con una ballesta. Este personaje ofrece una falsa rendición al Adelantado. Cuando el Adelantado, confiado, levanta su visera para identificar al interlocutor, el moro aprovecha para dispararle, causándole una herida mortal.
Los esclavos del Adelantado, Pablo y Jacobico, intentan socorrer a su señor, pero sus esfuerzos son en vano. El Adelantado, consciente de su inminente muerte, encomienda su alma a Dios antes de fallecer. El romance destaca por el dramatismo con el que se narra la traición y la muerte del Adelantado, consolidándose como uno de los romances fronterizos más emblemáticos de la literatura española.
Álora, la bien cercada,
tú que estás a par del río,
cercote el adelantado
una mañana en domingo,
con peones y hombres de armas
hecho la había un portillo.
Viérades moros y moras
que iban huyendo al castillo;
las moras llevaban ropa,
los moros, harina y trigo.
Por encima del adarve
su pendón llevan tendido.
Allá detras de una almena
quedádose ha un morillo
con una ballesta armada
y en ella puesta un cuadrillo.
Y en altas voces decía
que la gente lo ha oído:
-¡Tregua, tregua, adelantado,
que tuyo se da el castillo!
Alzó la visera arriba,
para ver quién lo había dicho,
apuntáralo a la frente,
salídole ha el colodrillo.
Tómale Pablo la rienda,
de la mano Jacobico,
que eran dos esclavos suyos
que había criado de chicos.
Llévanle a los maestros,
por ver si le dan guarido.
A las primeras palabras
por testamento les dijo
que él a Dios se encomendaba
y el alma se le ha salido.
Romancero viejo
El enamorado y la muerte
Este romance, conocido como “Romance de la muerte del enamorado” o “Romance del enamorado y la muerte”, es un poema lírico-narrativo que pertenece al Romancero viejo español. El romance narra una historia trágica de amor y muerte.
La narración comienza con el protagonista soñando con su amada. Sin embargo, este sueño placentero se ve interrumpido por la aparición de una figura blanca que el enamorado confunde inicialmente con su amor. Pronto se revela que esta figura es en realidad la Muerte, que ha venido a llevárselo.
El enamorado suplica por más tiempo de vida, pero la Muerte solo le concede una hora. Desesperado, el joven corre a casa de su amada para verla por última vez. Sin embargo, ella no puede recibirlo debido a la presencia de sus padres. En un intento desesperado por estar juntos, la amada propone usar un cordón de seda para que él suba a su ventana.
Trágicamente, el cordón se rompe y la Muerte, que ha estado esperando, reclama al enamorado. El romance termina con la Muerte llevándose al joven, cuya hora ha llegado.
Este romance destaca por su mezcla de elementos líricos y dramáticos, su ritmo ágil y su final trágico. Refleja temas universales como el amor, la muerte y el destino inevitable, que son característicos de muchos romances del Romancero viejo.
Un sueño soñaba anoche
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca,
muy más que la nieve fría.
“¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías”.
“No soy el amor, amante:
la Muerte que Dios te envía”.
“¡Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!”
“Un día no puede ser,
una hora tienes de vida”.
Muy deprisa se calzaba,
más deprisa se vestía;
ya se va para la calle,
en donde su amor vivía.
“¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña! “.
“¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue a palacio,
mi madre no está dormida”.
“Si no me abres esta noche,
ya no me abrirás, querida;
la Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería”.
“Vete bajo la ventana
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare,
mis trenzas añadiría”.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía:
“Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida”.
La ermita de San Simón
El romance “La ermita de San Simón” nos transporta a Sevilla, donde una ermita dedicada a San Simón sirve como punto de encuentro para las damas que acuden a orar. En este contexto, el poema nos presenta a una dama de belleza excepcional, descrita como la más hermosa de todas, que se dirige a la ermita.
La descripción detallada de su apariencia enfatiza su elegancia y atractivo. Viste varias capas de sayas y un mantillo tornasol, mientras que su boca dulce, su rostro blanco con un toque de color y sus ojos azules delineados realzan su belleza natural. La presencia de la dama es tan deslumbrante que, al entrar en la ermita, irradia una luz comparable a la del sol.
El impacto de su belleza es tal que perturba incluso el desarrollo de la misa. El abad se ve incapaz de continuar con el oficio, y los monaguillos, confundidos, cambian el “amén” por un fervoroso “amor”. Este romance destaca por su habilidad para fusionar lo sagrado y lo profano, ilustrando el poder de la belleza femenina en un entorno religioso, una característica distintiva de la poesía medieval española.
En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monacillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.
Romance del infante Arnaldo
El “Romance del infante Arnaldo” es un poema anónimo del Romancero viejo español, probablemente del siglo XV. Este romance novelesco narra un encuentro mágico entre el Infante Arnaldos y un misterioso marinero durante la mañana de San Juan.
El poema comienza con una exclamación que anticipa el carácter extraordinario de los eventos que se narrarán. La acción se sitúa en un tiempo y lugar específicos: la mañana de San Juan, día asociado con sucesos sobrenaturales en la tradición española.
La narración describe una galera maravillosa que se acerca a la costa. Sus elementos (velas de seda, jarcias de oro, áncoras de plata y tablas de coral) sugieren una embarcación sobrenatural. El marinero que la guía canta una canción con poderes mágicos sobre la naturaleza: calma el mar, detiene los vientos, atrae a los peces a la superficie y hace que las aves se posen en el mástil.
Fascinado por este prodigio, el Infante Arnaldos le pide al marinero que le enseñe su canción. La respuesta del marinero es enigmática y constituye el clímax del romance: “Yo no canto mi canción sino a quien conmigo va”. Esta frase sugiere que el conocimiento del canto mágico requiere un compromiso total, posiblemente simbolizando una iniciación o transformación espiritual.
El romance termina abruptamente, dejando al lector con la incertidumbre sobre la decisión del Infante. Este final abierto es característico de muchos romances y añade un elemento de misterio a la narración.
¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Yendo a buscar la caza
para su falcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la ejarcia de oro torzal,
áncoras trae de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al fondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
—Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.
Respondiole el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
—Yo no canto mi canción
sino a quién conmigo va.
Romance de Abenámar
El “Romance de Abenámar” es un poema anónimo del Romancero viejo español, escrito en el siglo XV. Este romance fronterizo narra un diálogo entre el rey Juan II de Castilla y Abenámar, un moro de Granada, durante una de las batallas de la Reconquista. El rey elogia la nobleza de Abenámar y le pide que no mienta. Abenámar promete decir la verdad, revelando su origen mestizo. Luego, el rey pregunta sobre los castillos que divisa, y Abenámar describe la Alhambra, la mezquita, los Alixares, el Generalife y Torres Bermejas.
Posteriormente, el rey propone “casarse” con Granada, ofreciendo Córdoba y Sevilla como dote. Granada rechaza la propuesta, afirmando que ya está “casada” con el moro que la gobierna.
El romance refleja el deseo del rey Juan II de incorporar Granada a su reino. La personificación de Granada como una mujer es una imagen poética única en la literatura medieval castellana. Este poema destaca por su calidad literaria, combinando elementos históricos con recursos poéticos como la personificación y el diálogo. Además, muestra una visión relativamente favorable de los moros, lo cual es notable considerando el contexto histórico de la Reconquista.
-¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace:
no debe decir mentira.
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
-Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía;
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
-Yo te agradezco, Abenámar,
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!
-El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía.
El otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
darete en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
Romance de la venganza de Mudarra
El “Romance de la venganza de Mudarra” es un poema anónimo del Romancero viejo español, que forma parte del ciclo de los Infantes de Lara. Este romance narra el encuentro y enfrentamiento entre Don Rodrigo de Lara y Mudarra González, hijo bastardo de Gonzalo Gustios.
La narración comienza situando a Don Rodrigo de Lara en una cacería durante una calurosa siesta. Refugiado bajo un haya, maldice a Mudarra, jurando matarlo si lo encuentra. Irónicamente, es en ese momento cuando Mudarra aparece, sin que Don Rodrigo lo reconozca.
Se produce un diálogo tenso entre ambos personajes. Don Rodrigo se identifica y expresa su deseo de venganza contra Mudarra. Este, revelando su identidad, acusa a Don Rodrigo de haber traicionado a los siete infantes de Lara, sus hermanastros, en el valle de Arabiana.
El clímax del romance llega cuando Mudarra desafía a Don Rodrigo. Cuando este pide tiempo para armarse, Mudarra se lo niega, recordándole la traición cometida contra los infantes. El poema concluye con la inminente muerte de Don Rodrigo, cumpliendo así la venganza por la muerte de los siete infantes de Lara.
Este romance destaca por su intensidad dramática, el uso del diálogo para revelar la identidad de los personajes y el desarrollo de la acción, y la ironía del destino que lleva al encuentro fatal entre los enemigos. Refleja temas típicos del romancero como la venganza, el honor familiar y la justicia poética.
A cazar va don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
con la grande siesta que hace
arrimádose ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,
hijo de la renegada,
que si a las manos le hubiese
que le sacaría el alma.
El señor estando en esto,
Mudarrillo que asomaba:
-Dios te salve, caballero,
debajo la verde haya.
-Así haga a ti, escudero,
buena sea tu llegada.
-Dígasme tú, el caballero,
¿cómo era la tu gracia?
-A mí me dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
cuñado de Gonzalo Gustos,
hermano de doña Sancha;
por sobrinos me los hube
los siete infantes de Salas;
espero aquí a Mudarrillo,
hijo de la renegada;
si delante lo tuviese,
yo le sacaría el alma.
-Si a ti te dicen don Rodrigo,
y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,
hijo de la renegada;
de Gonzalo Gustos hijo
y alnado de doña Sancha;
por hermanos me los hube
los siete infantes de Salas.
Tú los vendiste, traidor,
en el val de Arabiana,
mas si Dios a mí me ayuda,
aquí dejarás el alma.
-Espéresme, don Gonzalo,
iré a tomar las mis armas.
-El espera que tú diste
a los infantes de Lara.
Aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha.
Texto procedente de cervantesvirtual.com
Fuentes
- Textos de flor nueva de romances viejos, de Menéndez Pidal. Procedentes de este enlace.
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