Góngora. Sonetos, letrillas y romances

Luis de Góngora

Luis de Góngora y Argote nació el 11 de julio de 1561 en Córdoba, España, y falleció el 23 de mayo de 1627 en la misma ciudad. Fue uno de los poetas más influyentes del Siglo de Oro español y figura clave del movimiento literario conocido como culteranismo.

Proveniente de una familia noble, Góngora mostró desde joven un gran talento para la poesía. A los 15 años, en 1576, el cronista Ambrosio de Morales ya elogiaba su ingenio. Ese mismo año, inició sus estudios en la Universidad de Salamanca, donde permaneció hasta 1580.

En 1585, a los 24 años, Góngora obtuvo el cargo de racionero (prebendario) en la Catedral de Córdoba, siguiendo los pasos de su tío Francisco. Dos décadas después, en 1605, fue ordenado sacerdote, aunque su vocación religiosa no parecía ser muy fuerte. Su carrera eclesiástica alcanzó su punto culminante en 1617, cuando fue nombrado capellán honorario del rey Felipe III.

La vida de Góngora estuvo marcada por su pasión por la poesía y por sus problemas económicos debido a su afición al juego. Entre 1603 y 1617, pasó largas temporadas en Valladolid y Madrid, donde buscó mejorar su situación financiera y cultivó relaciones en la corte.

Góngora es conocido por su estilo poético complejo y elaborado, caracterizado por el uso de metáforas intrincadas y un lenguaje culto. Entre sus obras más destacadas se encuentran las “Soledades” y la “Fábula de Polifemo y Galatea”, compuestas entre 1612 y 1613. Estas obras, aunque criticadas por su dificultad, consolidaron su reputación como poeta innovador.

Una de las facetas más conocidas de su vida fue su larga enemistad con Francisco de Quevedo, otro gran poeta de la época. Esta rivalidad, que se extendió desde aproximadamente 1603 hasta la muerte de Góngora, dio lugar a numerosos poemas satíricos entre ambos autores.

En 1626, a los 65 años, una grave enfermedad afectó su memoria, obligándole a regresar a Córdoba. Góngora falleció al año siguiente, el 23 de mayo de 1627, a los 65 años. Aunque su fama decayó después del Barroco, fue redescubierto y revalorizado por la Generación del 27 en el siglo XX, consolidando su lugar como uno de los poetas más importantes de la literatura española.

Entre sus obras más destacadas, además de las ya mencionadas, se encuentran el “Panegírico al duque de Lerma” (1617), las “Décimas” (1580-1627), y numerosos sonetos y romances que escribió a lo largo de su vida. Su estilo influyó notablemente en poetas posteriores, tanto en España como en América Latina.

Recientemente, se ha prestado mayor atención a su poesía religiosa, un aspecto menos estudiado de su obra. Nuevos análisis exploran en profundidad esta faceta de Góngora, examinando composiciones como sus villancicos y sus poemas dedicados a santos, que muestran una dimensión diferente de su versatilidad poética.

Sonetos y letrillas

Luis de Góngora destacó en la composición de sonetos y letrillas, dos formas poéticas en las que demostró su ingenio y dominio del lenguaje.

Los sonetos de Góngora abarcan una amplia variedad de temas, incluyendo amor, sátira, moral, filosofía, religión y circunstancias de la vida. Los primeros sonetos conocidos datan de 1582 y muestran una clara influencia italianizante, con un léxico suntuoso y un idealismo estético. A partir de 1586, sus sonetos adquieren un tono más grave, abordando temas como la muerte y la decadencia. Góngora exploró diversas posibilidades expresivas en sus sonetos, creando verdaderas joyas de la poesía española.

Las letrillas de Góngora, por su parte, son conocidas por su tono satírico y burlesco. En ellas, el poeta cordobés aborda temas como las flaquezas de las mujeres, las falsedades de los galanes, la ignorancia de los médicos y la ostentación de los advenedizos. Estas composiciones revelan una visión pesimista de la vida, presentando un mundo sórdido y desolador, característico del universo barroco.

Tanto en sonetos como en letrillas, Góngora hace gala de su dominio del lenguaje, empleando juegos conceptistas, equívocos, paronomasias e hipérboles típicamente barrocas. Su obra en estos géneros abarca desde 1580 hasta poco antes de su muerte en 1627, dejando un legado poético de gran influencia en la literatura española.

Amarrado al duro banco

El poema “Romance del forzado” de Luis de Góngora narra la historia de un cautivo cristiano en una galera turca de Dragut. Encadenado, el prisionero anhela noticias de su esposa y patria, expresando su nostalgia y sufrimiento. La llegada de seis velas de “la religión” (probablemente la Orden de Malta) aumenta la tensión, y el cómitre ordena remar con más fuerza. El poema refleja la realidad histórica de los cautivos cristianos en el Mediterráneo durante el siglo XVI, destacando su dolor y la constante lucha entre potencias cristianas y musulmanas.

Amarrado a un duro banco
de una galera turquesca,
ambas manos en el remo
y ambos ojos en la tierra,
un forzado de Dragut
en la playa de Marbella
se quejaba al ronco son
del remo y de la cadena:
«¡Oh sagrado mar de España,
famosa playa serena,
teatro donde se han hecho
cien mil navales tragedias!
Pues eres tú el mismo mar
que con tus crecientes besas
las murallas de mi patria,
coronadas y soberbias,
tráeme nuevas de mi esposa,
y dime si han sido ciertas
las lágrimas y suspiros
que me dice por sus letras;
porque si es verdad que llora
mi cautiverio en su arena,
bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas.
Dame ya, sagrado mar,
a mis demandas respuesta;
que bien puedes, si es verdad
que las aguas tienen lenguas;
pero, pues no me respondes,
sin duda alguna que es muerta,
aunque no lo debe ser,
pues que vivo yo en su ausencia;
pues he vivido diez años
sin libertad y sin ella,
siempre al remo condenado,
a nadie matarán penas».
En esto se descubrieron
de la religión seis velas
y el cómitre mandó usar
al forzado de su fuerza.

Buena orina y buen color

Esta letrilla humorística y satírica critica a los médicos de su tiempo. Con un tono burlesco, el poeta exalta la simplicidad de la vida sana, resumida en el refrán del estribillo, y ridiculiza la excesiva dependencia de diagnósticos médicos. A través de imágenes ingeniosas y referencias cotidianas, Góngora celebra una vida basada en hábitos simples como “vivir bien y beber mejor”, mientras desestima la autoridad de los doctores. Es un ejemplo del ingenio y la ironía característica de su poesía ligera.

Buena orina y buen color
y tres higas al doctor.

Cierto doctor medio almud
llamar solía y no mal
al vidrio del orinal 
espejo de la salud,
porque el vicio o la virtud
del humor que predomina
nos le demuestra la orina
con clemencia o con rigor. 

Buena orina y buen color
y tres higas al doctor.

La sanidad, cosa es llana
que de la color se toma,
porque la salud se asoma 
al rostro como a ventana;
si no es alguna manzana
arrebolada y podrida
como cierta fementida
galeota del Amor. 

Buena orina y buen color
y tres higas al doctor.

Balas de papel escritas
sacan médicos a luz,
que son balas de arcabuz 
para vidas infinitas;
plumas doctas y eruditas
gasten, que de mí sabrán
que es mi aforismo el refrán:
vivir bien, beber mejor. 

Buena orina y buen color
y tres higas al doctor.

¡Oh bien haya la bondad
de los castellanos viejos,
que al vecino de Alaejos 
hablan siempre en puridad,
y al santo que la mitad
partió con Dios de su manto
no echan agua, porque el santo
sin capa no habrá calor! 

Buena orina y buen color
y tres higas al doctor.

Da bienes Fortuna

El poema “Da bienes Fortuna” reflexiona sobre la imprevisibilidad y arbitrariedad de la fortuna. A través del estribillo “Cuando pitos, flautas, cuando flautas, pitos”, el poeta muestra cómo la vida puede otorgar honores o desgracias sin lógica aparente. Góngora critica la injusticia social, ejemplificada en cómo pequeños delitos reciben castigos severos mientras grandes crímenes quedan impunes. Con tono irónico y satírico, el poema destaca la dualidad y el carácter veleidoso del destino, subrayando la incertidumbre que gobierna las vidas humanas.

Da bienes Fortuna
que no están escritos:
cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.

¡Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros, sambenitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.

A veces despoja
de choza y apero
al mayor cabrero;
y a quien se le antoja,
la cabra más coja
parió dos cabritos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.

En gusto de amores
suele traer bonanza
y en breve mudanza
los vuelve en dolores
No da a uno favores,
y a otro infinitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.

Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó solo un huevo,
al sol bambolea,
y otro se pasea
con cien mil delitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos.

Luis de Góngora, 1581

La dulce boca...

Este soneto es una advertencia poética sobre los peligros del amor y la seducción. Describe la tentación de unos labios atractivos, comparándolos con el néctar de los dioses. Sin embargo, advierte a los amantes que no se dejen engañar por esta belleza aparente, ya que el Amor se esconde entre los labios, listo para herir con su veneno.

Góngora emplea metáforas elaboradas, como “humor entre perlas destilado”, y compara los labios con rosas engañosas y las manzanas de Tántalo. El poema culmina con la advertencia de que estos atractivos labios son efímeros y solo dejan tras de sí el veneno del amor. Este soneto ejemplifica el estilo barroco de Góngora, con su lenguaje ornamentado y referencias mitológicas.

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;

¡manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno!

Lloraba la niña

El poema “Lloraba la niña” de Luis de Góngora es una composición lírica que narra el lamento de una joven por la ausencia de su amado. Con un tono melancólico y emotivo, el poema describe el dolor constante de la protagonista, cuyo llanto perdura día y noche. La madre intenta consolarla, pero la niña insiste en que su pena es inevitable debido a la magnitud de su pérdida.

Góngora emplea un lenguaje sencillo pero cargado de emoción, utilizando repeticiones y paralelismos para enfatizar el sufrimiento. El estribillo “Llorad, corazón, que tenéis razón” refuerza el tema central del poema: la justificación del dolor por amor. La obra refleja la habilidad de Góngora para abordar temas universales como el amor y la pérdida con una sensibilidad poética que combina lo popular con lo culto.

Lloraba la niña
(y tenía razón)
la prolija ausencia
de su ingrato amor.
Dejóla tan niña
que apenas creo yo
que tenía los años
que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
del galán traidor,
la halla la luna
y la deja el sol,
añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.
Llorad, corazón,
que tenéis razón.

Dícele su madre:
«Hija, por mi amor,
que se acabe el llanto
o me acabe yo».
Ella le responde:
«No podrá ser, no;
las causas son muchas,
los ojos son dos;
satisfagan, madre,
tanta sinrazón,
y lágrimas lloren
en esta ocasión
tantas como dellos
un tiempo tiró
flechas amorosas
el arquero dios.
Ya no canto, madre,
y si canto yo,
muy tristes endechas
mis canciones son;
porque el que se fue,
con lo que llevó,
se dejó el silencio
y llevó la voz».
Llorad, corazón,
que tenéis razón.

Luis de Góngora, 1590

Mientras por competir con tu cabello

Este soneto de Luis de Góngora, conocido como “Mientras por competir con tu cabello”, es una reflexión sobre la fugacidad de la belleza y la juventud. El poema se dirige a una mujer joven y hermosa, describiendo sus atributos físicos (cabello, frente, labios y cuello) en los dos primeros cuartetos. En el primer terceto, el poeta insta a la mujer a disfrutar de su belleza mientras dure. El último terceto revela el mensaje central: toda esa belleza no solo se marchitará con el tiempo, sino que eventualmente se convertirá en nada. El soneto es una advertencia sobre la transitoriedad de la vida y una invitación a aprovechar la juventud antes de que sea demasiado tarde.

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Que se nos va la Pascua

El poema “Que se nos va la pascua, mozas” de Luis de Góngora es una advertencia a las jóvenes sobre la fugacidad de la juventud y la belleza. El poeta insta a las “mozuelas” a no confiar en su atractivo actual, ya que el tiempo es implacable.

Góngora utiliza imágenes vívidas para ilustrar el paso del tiempo. Los años vuelan como arpías, robando la juventud, y la flor de la maravilla se marchita rápidamente. También menciona a mujeres mayores que han perdido su belleza, como una que ahora tiene la cara arrugada y otra que ha perdido su último diente.

El poema concluye aconsejando a las jóvenes que aprovechen su juventud para amar y ser amadas antes de que sea demasiado tarde. El estribillo “Que se nos va la pascua, mozas” subraya la brevedad de la juventud.

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Mozuelas las de mi barrio,
loquillas y confïadas:
mirad no os engañe el tiempo, 
la edad y la confianza;
no os dejéis lisonjear
de la juventud lozana,
porque de caducas flores
teje el tiempo sus guirnaldas. 

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Vuelan los ligeros años
y con presurosas alas
nos roban, como Harpías, 
nuestras sabrosas vïandas:
la flor de la maravilla
esta verdad nos declara,
porque le hurta la tarde
lo que le dio la mañana. 

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Mirad que cuando pensáis
que hacen la señal de la alba
las campanas de la vida, 
es la queda, y os desarma
de vuestro color y lustre,
de vuestro donaire y gracia,
y quedáis todas perdidas
por mayores de la marca. 

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Yo sé de una buena vieja
que fue un tiempo rubia y zarca,
y que al presente le cuesta 
harto caro el ver su cara,
porque su bruñida frente
y sus mejillas se hallan
más que roquete de obispo
encogidas y arrugadas. 

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Y sé de otra buena vieja
que un diente que le quedaba
se lo dejó estotro día, 
sepultado en unas natas
y con lágrimas le dice:
«Diente mío de mi alma,
yo sé cuándo fuistes perla,
aunque ahora no sois nada». 

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Por eso, mozuelas locas,
antes que la edad avara
el rubio cabello de oro 
convierta en luciente plata,
quered cuando sois queridas,
amad cuando sois amadas,
mirad, bobas, que detrás
se pinta la ocasión calva. 

Que se nos va la pascua, mozas,
que se nos va la pascua.

Suspiros tristes

El poema “Suspiros tristes, lágrimas cansadas” de Luis de Góngora refleja el sufrimiento por un amor no correspondido. El poeta describe cómo su dolor, manifestado en suspiros y lágrimas, se pierde inútilmente en la naturaleza. Las lágrimas son absorbidas por los troncos y movidas por el viento, mientras que una “mano invisible” seca su rostro, ocultando su tristeza.

En los tercetos finales, Góngora lamenta que su sufrimiento no sea reconocido por el “ángel fieramente humano”, quien representa a la persona amada. Esto lo lleva a concluir que sus emociones son vanas: llora sin recompensa y suspira en vano. El poema transmite la idea de la inutilidad del dolor amoroso y la soledad emocional, destacando la desconexión entre el sujeto y el objeto de su amor. Es una obra profundamente melancólica que explora la frustración de amar sin reciprocidad.

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón, los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de estas plantas, a Alcides consagradas;

mas del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven,
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me le deja enjuto,

porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano.

Luis de Góngora, 1582

Los audios

Los audios que se encuentran en esta página se deben a la generosidad de Jesús Javier Pérez y a Víctor Villoria. La calidad de los audios te ayudará a saber quién es quién. Jesús Javier es el profesional de la locución. ¡Gracias, Jesús!