Ángel González. Inventario de lugares propicios al amor.

La ironía y el sarcasmo están por todo el poema como imperativo de la situación española de la época. Las inclemencias del tiempo no eran las verdaderas causas sino la falta de libertad. Sorprende en este poema ya desde el título por el uso de una palabra tan antipoética como “inventario”. El poema se convierte en una enumeración de lugares que poco a poco se van haciendo más escasos, no por las condiciones meteorológicas sino por la represión de la época plagada de ordenanzas y de ojos que “vigilan, desconfían, amenazan” hasta hacer del amor y la ternura algo imposible.

Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
—sin interés alguno—
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿A dónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.


Ángel González, Tratado de urbanismo, 1967

Autor del audio: El propio autor del poema

Audio procedente de Cecilia

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