Luis de Góngora. El autor y su obra

Foto del autor

By Víctor Villoria

Introducción

Luis de Góngora y Argote (1561-1627) constituye una de las figuras más revolucionarias y emblemáticas de la literatura española del Siglo de Oro. Máximo exponente del culteranismo o gongorismo, Góngora transformó radicalmente el lenguaje poético castellano, creando un estilo único que elevó la expresión lírica a cotas de complejidad y belleza jamás alcanzadas. Su obra inaugura un nuevo paradigma estético que influyó decisivamente en la poesía posterior, desde sus contemporáneos hasta la Generación del 27, convirtiéndolo en uno de los poetas más originales e influyentes de toda la tradición hispánica.

Primeros años y formación intelectual

Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba el 11 de julio de 1561 en el seno de una familia acomodada de tradición jurídica y eclesiástica. Era hijo de don Francisco de Argote, juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba, y de doña Leonor de Góngora, dama de la nobleza local. La posición social desahogada de su familia le permitió acceder a una educación privilegiada que marcaría profundamente su formación intelectual.

Entre 1570 y 1575 realizó sus primeros estudios con los padres jesuitas de Córdoba, quienes le proporcionaron una sólida base humanística. En 1576, a los quince años, se trasladó a Salamanca para estudiar en su prestigiosa universidad. Allí permaneció hasta 1580, cursando Cánones (Derecho canónico), aunque nunca llegó a graduarse. Según sus biógrafos, el joven Góngora se sentía más atraído por “el culto de las musas que por el análisis del Fuero Juzgo y las Partidas”. Durante estos años universitarios, Salamanca despertó su vocación poética, inspirándole para componer sus primeras letrillas satíricas, romances y poesías amatorias.

A pesar de no obtener título universitario, Góngora adquirió una formación humanística excepcional: dominaba el latín, leía italiano y portugués, y poseía amplios conocimientos de mitología clásica y literatura. Esta erudición sólida se convertiría en el fundamento de su posterior creación poética.

Carrera literaria y contexto histórico

Al regresar a Córdoba en 1580, Góngora heredó de su tío materno Francisco de Góngora el cargo de racionero de la catedral cordobesa, lo que le proporcionó una renta estable y cierta independencia. Sin embargo, su vida licenciosa y su escasa vocación religiosa le valieron una amonestación del obispo Francisco Pacheco en 1588, quien le reprochó su asistencia irregular al coro, su afición a los toros y su dedicación a la poesía profana.

A partir de 1589 comenzó a viajar por encargo del cabildo por diversas regiones españolas: Navarra, Andalucía, León y ambas Castillas. Estos desplazamientos le permitieron conocer de primera mano la realidad del país y entrar en contacto con los círculos literarios cortesanos. Durante una estancia en Valladolid en 1603, sede temporal de la Corte, se enemistó con Francisco de Quevedo, iniciándose una rivalidad literaria que se prolongaría toda la vida.

En 1609 regresó definitivamente a Córdoba e inició una fase de intensa creatividad poética. Entre 1610 y 1611 escribió la Oda a la toma de Larache, que marca el inicio de su etapa culterana. En 1612 compuso la Fábula de Polifemo y Galatea y en 1613 las Soledades, sus dos obras maestras que desataron una intensa polémica literaria.

El prestigio alcanzado llevó a Felipe III a nombrarle capellán real en 1617. Para desempeñar este cargo, Góngora se trasladó a Madrid, donde vivió hasta 1626 intentando medrar en la Corte y procurar prebendas para sus familiares. Sin embargo, estos años cortesanos fueron económicamente desastrosos, acumulando deudas que lo sumieron en la pobreza.

En 1626, gravemente enfermo y arruinado, regresó a Córdoba, donde murió de una apoplejía el 23 de mayo de 1627, habiendo perdido la memoria a causa de una esclerosis vascular.

Análisis de obras principales

Obras maestras culteranas

Fábula de Polifemo y Galatea (1612)

La Fábula de Polifemo y Galatea representa la culminación del epilio o poema épico breve en la literatura española. Compuesta en sesenta y tres octavas reales, esta obra recrea el mito ovidiano de los amores trágicos entre Acis y Galatea y la venganza del cíclope Polifemo. Góngora trasciende la mera imitación clásica para crear una narración de extraordinaria complejidad estética donde lo visual y plástico predomina sobre lo narrativo. El poeta transforma el relato mítico en un deslumbrante ejercicio de virtuosismo metafórico que explora las tensiones entre belleza y monstruosidad, amor y violencia. La obra constituye un ejemplo perfecto del arte gongorino, donde cada octava se convierte en un cuadro sensorial que desafía los límites expresivos del castellano.

Las Soledades (1613)

Las Soledades constituyen el proyecto poético más ambicioso de Góngora. Concebidas como cuatro silvas (Soledad de los campos, de las riberas, de las selvas y del yermo), solo completó la primera y dejó inconclusa la segunda. La obra narra las andanzas de un joven náufrago que, tras sufrir un desengaño amoroso, encuentra refugio en un mundo pastoril idealizado. Góngora convierte la naturaleza en materia poética a través de una compleja red de metáforas que transforman la realidad en un universo de belleza pura y artificiosa. Las “Soledades” representan el grado máximo de oscuridad culterana, donde el poeta desafía deliberadamente la comprensión vulgar para crear un lenguaje poético radicalmente nuevo que exige del lector una cultura refinada y un esfuerzo interpretativo.

Panegírico al Duque de Lerma (1617)

El Panegírico al Duque de Lerma, compuesto en setenta y nueve octavas reales, representa el último gran poema cortesano de Góngora. En esta obra, el poeta elogia la figura de don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, valido de Felipe III, trazando su genealogía nobiliaria y sus hazañas políticas. El panegírico combina la técnica culterana con la tradición del elogio épico, creando un complejo ejercicio de retórica demostrativa que evidencia tanto la maestría técnica del autor como sus aspiraciones cortesanas. La obra quedó inacabada, probablemente debido a la caída en desgracia del duque, lo que simboliza el fracaso de las expectativas sociales del poeta.

Fábula de Píramo y Tisbe (1618)

La Fábula de Píramo y Tisbe, último gran poema gongorino, constituye una síntesis magistral de todos los registros estilísticos del autor. Compuesta en quinientos ocho octosílabos con rima asonante, esta obra parodia burlescamente el mito ovidiano mientras demuestra virtuosismo técnico en el manejo de la lengua poética. Góngora fusiona lo sublime y lo grotesco, creando un estilo “jocoserio” que combina cultismos y germanía, solemnidad clásica y humor popular. Esta fábula representa la culminación del arte gongorino, donde el poeta concilia todas las corrientes poéticas barrocas en una obra de complejidad semántica extrema que multiplica los niveles de significación.

La sonetística gongorina: perfección formal y renovación temática

Los sonetos de Góngora constituyen uno de los corpus más perfectos de la lírica española, abarcando casi medio siglo de escritura (1582-1624) que refleja la evolución temática y estilística del poeta cordobés. Con más de ciento sesenta sonetos de atribución segura, Góngora domina magistralmente esta forma métrica, convirtiéndola en vehículo privilegiado tanto de su poesía amorosa petrarquista como de sus experimentos culteranos más audaces.

La importancia de estos sonetos radica en su capacidad síntesis entre tradición e innovación. Góngora parte de los moldes clásicos heredados de Petrarca y Garcilaso, pero los transforma radicalmente mediante su técnica metafórica y su sintaxis latinizante. Desde sonetos juveniles que desarrollan tópicos convencionales hasta composiciones tardías de extrema complejidad culterana, esta producción sonettística demuestra la versatilidad genial del poeta, capaz de fusionar lo popular y lo erudito, lo sensual y lo intelectual, lo clásico y lo barroco.

Los sonetos gongorinos ejercieron influencia decisiva en toda la poesía posterior española, desde Quevedo y Lope de Vega hasta los poetas de la Generación del 27, quienes vieron en ellos modelos de perfección formal y audacia expresiva. Su dominio de la imagen poética, la complejidad sintáctica y la riqueza metafórica convirtieron estos sonetos en paradigma del arte poético barroco.

El romancero gongorino: renovación de un género tradicional

Los romances de Góngora representan una contribución fundamental al llamado “Romancero nuevo” que revolucionó el género en las décadas finales del siglo XVI. Con más de noventa romances compuestos entre 1580 y 1626, Góngora se convierte en uno de los máximos cultivadores de esta modalidad poética renovada.

La trascendencia del romancero gongorino reside en su capacidad transformadora del género tradicional. Frente al romance viejo de transmisión oral y carácter épico-narrativo, Góngora desarrolla un romance artístico que combina la simplicidad métrica del octosílabo asonantado con una complejidad estilística sin precedentes. Esta innovación temática y formal convierte sus romances en auténticos ejercicios de virtuosismo poético.

Los romances gongorinos abarcan múltiples temáticas: amorosos (Angélica y Medoro), pastoriles (las serranas), moriscos (cautivos), mitológicos, burlescos y circunstanciales. Esta diversidad temática demuestra la versatilidad del autor y su capacidad para renovar fórmulas tradicionales. Según los especialistas, estos romances suponen un auténtico ejercicio de innovación que modifica el contexto literario de su época y configura un nuevo modelo cultural barroco.

La influencia del romancero gongorino es fundamental para entender la evolución desde estas composiciones hasta las Soledades, donde muchos motivos y recursos desarrollados en los romances alcanzan su máxima complejidad culterana. Esta vinculación estrecha entre romances y grandes poemas demuestra la coherencia estilística del proyecto poético gongorino.

Las letrillas: entre lo popular y lo culto

Las letrillas gongorinas constituyen una de las contribuciones más originales del poeta a la lírica española, representando la síntesis perfecta entre tradición popular y artificio culto. Este género poético-musical, cultivado intensamente por Góngora a lo largo de toda su carrera, le permite experimentar con registros diversos y demostrar su versatilidad creativa.

La importancia de las letrillas gongorinas radica en su función renovadora dentro de la poesía española. Góngora eleva un género considerado menor a la categoría de arte mayor, dotándolo de complejidad técnica y profundidad conceptual sin perder su carácter popular y musicalidad originaria. Esta transformación del género evidencia la capacidad gongorina para trabajar simultáneamente en múltiples registros estilísticos.

Las letrillas gongorinas se caracterizan por su estructura de estribillo que condensa el mensaje central del poema, mientras las estrofas desarrollan temáticamente las ideas principales. Esta poética del estribillo se basa en lo que los especialistas denominan “actio elocutiva”, una técnica compositiva que aspira a la creación de un cancionero propio. Los temas abarcados incluyen sátira social, reflexión moral, burla literaria, crítica política y filosofía vital.

La contribución de Góngora al desarrollo de la letrilla es decisiva para la consolidación del género en la literatura española. Su dominio técnico y originalidad temática influirán en todos los cultivadores posteriores del género, desde Quevedo hasta los poetas contemporáneos que siguen encontrando en las letrillas gongorinas modelos de perfección artística y fuente de inspiración poética.

Estilo literario y aportaciones

El estilo gongorino se caracteriza por una radical transformación del lenguaje poético que busca elevar la expresión castellana a la altura de los modelos clásicos. Sus principales innovaciones incluyen la latinización de la sintaxis mediante hipérbatos extremos que alteran violentamente el orden habitual de las palabras. El poeta introduce abundantes cultismos extraídos directamente del latín, enriqueciendo el vocabulario castellano con términos de dignidad clásica.

La metáfora se convierte en el recurso central del gongorismo: Góngora crea imágenes de audacia inédita que establecen correspondencias sorprendentes entre realidades distantes. Sus alusiones mitológicas y referencias eruditas convierten cada poema en un enigma cultural que exige del lector una formación excepcional. La perífrasis embellecedora sustituye sistemáticamente el vocabulario común, creando un lenguaje poético autónomo que se distancia radicalmente de la comunicación ordinaria.

Góngora consigue efectos sensoriales únicos mediante la acumulación de epítetos, la riqueza fónica de sus versos y una musicalidad que convierte la poesía en experiencia estética total. Su oscuridad no es defecto sino propósito deliberado: el poeta pretende crear un arte para minorías cultas que desafíe la inteligencia y recompense el esfuerzo interpretativo.

Legado e influencia

La influencia de Góngora en la literatura española resulta fundamental e imperecedera. Durante el siglo XVII, numerosos poetas adoptaron el gongorismo: sor Juana Inés de la Cruz en América, Gabriel Bocángel y el conde de Villamediana en España. El estilo gongorino se extendió por toda la América hispana, influyendo decisivamente en la formación del barroco americano.

Tras siglos de incomprensión, la reivindicación definitiva llegó con la Generación del 27. Poetas como García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén y Pedro Salinas organizaron en 1927 el homenaje del tercer centenario de su muerte, reconociendo en Góngora al maestro de la renovación poética. Dámaso Alonso llevó a cabo la recuperación filológica de su obra, demostrando la coherencia y genialidad del sistema gongorino.

La poesía contemporánea sigue encontrando en Góngora una fuente de inspiración inagotable. Su concepción de la metáfora, su experimentación lingüística y su búsqueda de la belleza pura han influido en poetas de todas las épocas, desde el modernismo hispanoamericano hasta las vanguardias del siglo XX. Góngora permanece como ejemplo supremo del poeta que transforma radicalmente el lenguaje para crear nuevas posibilidades expresivas, confirmando su posición como uno de los grandes genios universales de la poesía.

Autor

  • yo e1742729738464

    Hola. Soy Víctor Villoria, profesor de Literatura actualmente en la Sección Internacional Española de la Cité Scolaire International de Grenoble, en Francia. Llevo más de treinta años como profesor interesado por las nuevas tecnologías en el área de Lengua y Literatura españolas; de hecho he sido asesor en varios centros del profesorado y me he dedicado, entre otras cosas, a la formación de docentes; he trabajado durante cinco años en el área de Lengua del Proyecto Medusa de Canarias y, lo más importante he estado en el aula durante más de 25 años intentando difundir nuestra lengua y nuestra literatura a mis alumnos con la ayuda de las nuevas tecnologías. Ahora soy responsable de esta página en la que intento seguir difundiendo nuestra literatura. ¡Disfrútala!

    Ver todas las entradas

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies