Barrios, Miguel de
Este poeta, prácticamente desconocido nació en Córdoba en 1615 y murió en Amsterdan a principios del XVII aunque este dato no es seguro. Salió de España por problemas religiosos y se le adscribe a la escuela culterana.
Ausente el sol, el prado se oscurece
Ausente el sol, el prado se oscurece,
reina la noche, madre de temores,
y de las fuentes, árboles y flores
la diversa color igual parece.
Mas, cuando con sus rayos resplandece,
dando lustre al matiz de los colores,
por más que apure el sol sus resplandores,
quien negro anocheció, negro amanece.
Bien podría admitir la color verde
con varios accidentes de alegría
a la negra color que mi alma viste;
mas quien de la esperanza el color pierde,
aunque pase la noche y vuelva el día,
triste amanece, si anochece triste.
El primer hombre fui, que, por Dios hecho
El primer hombre fui, que, por Dios hecho,
le semejé, de todo cifra hermosa;
y, con gratitud al cielo odiosa,
el quererme hacer grande me ha deshecho.
Dominé el mundo, a mi altivez estrecho,
y por comer la fruta venenosa,
de la muerte en la cárcel espantosa,
me viene grande el más pequeño trecho.
Denominéme, de adamá (que tierra
denota), Adán, (que es «hombre»), por tal modo
que he vuelto a mi materia inanimada.
Lo que esta losa hasta mi nombre encierra,
cuando Adán fue pensaba que era todo
y, leído al contrario, ya soy nada.
A la muerte de Raquel
Llora Jacob de su Raquel querida
la hermosura marchita en fin temprano,
que cortó poderosa y fuerte mano
del árbol engañoso de la vida.
Ve la purpúrea rosa convertida
en cárdeno color, en polvo vano,
y la gala del cuerpo más lozano
postrada a tierra, a tierra reducida.
«¡Ay —dice— gozo incierto! ¡gloria vana!
¡mentido gusto!, ¡estado nunca fijo!,
¿quién fía en tu verdor inconstante?
»Pues cuando más robusta y más lozana,
un bien que me costó tiempo prolijo,
me lo quitó la muerte en un instante».
A su amada.
En el coro de amor con voz sirena
corazones atraes, vidas encantas,
Nise divina, con dulzuras tantas,
que reduces a gloria lo que es pena.
Suspendida no canta Filomena,
la suavidad oyendo con que cantas,
y a las métricas voces que levantas,
el céfiro en los árboles no suena.
El arroyo entre flores detenido
al dulce quiebro de tu dulce lira,
queda en florido tálamo dormido.
Pues si como tu luz, tu canto admira
a quien falta razón, vida y sentido,
¿qué hará con alma quien por ti suspira?