Obabakoak
Obabakoak es una obra fundamental de la literatura vasca y española del siglo XX, escrita por Bernardo Atxaga y publicada originalmente en euskera en 1988. La novela está compuesta por una serie de relatos interconectados que giran en torno al ficticio pueblo vasco de Obaba.
La obra reúne diversas historias de los habitantes de Obaba, incluyendo:
- Un profesor de geografía que recuerda una extraña relación amorosa por correspondencia
- Una joven maestra que enfrenta la soledad durante un frío invierno
- La relación entre un canónigo y un niño perdido en el bosque
- Un escritor cuya vida cambia al descubrir un detalle asombroso en una vieja foto escolar
Atxaga entrelaza magistralmente estas narraciones para explorar temas como la infancia, el amor, la soledad, la naturaleza y el poder de la palabra escrita. La obra fusiona elementos fantásticos y realistas, creando un mundo mágico y mítico que invita a la reflexión literaria.
Obabakoak ha recibido numerosos reconocimientos, incluyendo el Premio Nacional de Narrativa en 1989. Ha sido traducida a más de 25 idiomas y es considerada la obra en euskera de mayor éxito internacional. Su estructura innovadora, que combina cuentos independientes en un marco narrativo más amplio, la conecta con tradiciones literarias clásicas como Las mil y una noches o El Decamerón.
Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
—Amo —le dijo—, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.
—Pero ¿por qué quieres huir?
—Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
El caballo era fuerte y rápido, y, como esperaba, el criado llegó a Ispahán con las primeras estrellas. Comenzó a llamar de casa en casa, pidiendo amparo.
—Estoy escapando de la Muerte y os pido asilo —decía a los que le escuchaban.
Pero aquella gente se atemorizaba al oír mencionar a la Muerte y le cerraban las puertas.
El criado recorrió durante tres, cuatro, cinco horas las calles de Ispahán, llamando a las puertas y fatigándose en vano. Poco antes del amanecer llegó a la casa de un hombre que se llamaba Kalbum Dahabin.
—La Muerte me ha hecho un gesto de amenaza esta mañana en el mercado de Bagdad, y vengo huyendo de allí. Te lo ruego, dame refugio.
—Si la Muerte te ha amenazado en Bagdad —le dijo Kalbum Dahabin—, no se habrá quedado allí. Te ha seguido a Ispahán, tenlo por seguro. Estará ya dentro de nuestras murallas, porque la noche toca a su fin.
—Entonces, ¡estoy perdido! —exclamó el criado.
—No desesperes todavía —contestó Kalbum—. Si puedes seguir vivo hasta que salga el sol, te habrás salvado. Si la Muerte ha decidido llevarte esta noche y no consigue su propósito, nunca más podrá arrebatarte. Ésa es la ley.
—Pero ¿qué debo hacer? —preguntó el criado.
—Vamos cuanto antes a la tienda que tengo en la plaza —le ordenó Kalbum cerrando tras de sí la puerta de la casa.
Mientras tanto, la Muerte se acercaba a las puertas de la muralla de Ispahán. El cielo de la ciudad comenzaba a clarear.
La aurora llegará de un momento a otro —pensó—. Tengo que darme prisa. De lo contrario, perderé al criado.
Entró por fin a Ispahán, y husmeó entre los miles de olores de la ciudad buscando el del criado que había huido de Bagdad. Enseguida descubrió su escondite: se hallaba en la tienda de Kalbum Dahabin. Un instante después, ya corría hacia el lugar.
En el horizonte empezó a levantarse una débil neblina. El sol comenzaba a adueñarse del mundo.
La Muerte llegó a la tienda de Kalbum. Abrió la puerta de golpe y… sus ojos se llenaron de desconcierto. Porque en aquella tienda no vio a un solo criado, sino a cinco, siete, diez criados iguales al que buscaba.
Miró de soslayo hacia la ventana. Los primeros rayos del sol brillaban ya en la cortina blanca. ¿Qué sucedía allí? ¿Por qué había tantos criados en la tienda?
No le quedaba tiempo para averiguaciones. Agarró a uno de los criados que estaba en la sala y salió a la calle. La luz inundaba todo el cielo.
Aquel día, el vecino que vivía frente a la tienda de la plaza anduvo furioso y maldiciendo.
—Esta mañana —decía— cuando me he levantado de la cama y he mirado por la ventana, he visto a un ladrón que huía con un espejo bajo el brazo. ¡Maldito sea mil veces! ¡Debía haber dejado en paz a un hombre tan bueno como Kalbum Dahabin el fabricante de espejos!
Bernardo Axtaga: Obabakoak (1993)
Autor del audio: Víctor Villoria